Para un observador objetivo, los “resultados” oficiales de las recientes elecciones regionales venezolanas estuvieron dentro de lo previsto. Por lo menos para cualquiera que estuviera medianamente informado acerca de la realidad de esa nación. Las cifras emanadas del Consejo Nacional Electoral (CNE) están en línea con lo que indica el “guion” electoral de cualquier dictadura que se precie de tal.
Danilo Arbilla recuerda que durante la de Anastasio Somoza, antes de cada elección, su ministro de Gobernación advertía a los nicaragüenses: “Ustedes no se preocupen, voten como quieran, que yo después cuento los votos”. En consecuencia, Somoza no tenía ningún problema en convocar a elecciones, en las cuales era electo y relecto continuamente. Por cierto, el mismo patrón utilizado por Leonidas Trujillo, Alfredo Stroessner, Marcos Pérez Jiménez, Fulgencio Batista, Alberto Fujimori, Daniel Ortega, Rafael Correa, Evo Morales, el fallecido Hugo Chávez y ahora su heredero Nicolás Maduro.
Por tanto, nada nuevo bajo el sol. Sin embargo, lo que sí ha resultado llamativo ha sido la actitud de una parte de la oposición. Concretamente, la reunida en la MUD que se prestó a seguirle el juego a la dictadura chavista, presentando candidatos en estos comicios.
De acuerdo con la información brindada por el CNE, el gubernamental Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) ha obtenido 18 gobernaciones y la oposición cinco.
Poco antes de ese anuncio, Gerardo Blyde –jefe de campaña de la MUD– declaró que “Tenemos serias sospechas, dudas, sobre los resultados que van a ser anunciados en pocos minutos”. Agregó que el régimen había manipulado las cifras. Sostuvo que eso quedaba probado porque los registros que ellos tenían de cada estado arrojaban resultados muy diferentes a los proclamados por las autoridades. Por consiguiente, no los iban a reconocer.
Por su parte el presidente Nicolás Maduro –rodeado de altos oficiales militares– se burló descaradamente de la oposición, proclamando: “Han salido algunos dirigentes descocados a cantar fraude […] Por el amor a Dios, acaten los resultados transparentes […] Hemos ganado el 75 % de las gobernaciones […] La oposición tuvo 5 gobernaciones, se los reconocemos como hicimos siempre”.
Fue tan desvergonzada esta farsa electoral que el régimen hasta se dio el lujo de juguetear dando un toque de suspenso, al demorar tres días para dar los resultados correspondientes al estado Bolívar. Encima, declaró que el candidato oficialista ganó por tan solo 1.471 votos. Es decir, que abiertamente le tomó el pelo a la ciudadanía y a la MUD.
Pero, a decir verdad, parecería que esta última se prestó voluntariamente a jugar tan triste papel. Para empezar, es inexplicable que con su presencia haya legitimado esta “consulta popular” (si es que se le puede denominar así) y por extensión, a la Asamblea Nacional Constituyente.
Cuando los dirigentes de la MUD denuncian fraude, uno no puede menos que preguntarse: ¿esperaban algo diferente?, ¿será posible que sean tan ingenuos?, ¿o será que en Venezuela hay una ambiente tan asfixiante que la mayoría de los dirigentes de la oposición han perdido contacto con la realidad?, ¿qué esperaban ganar participando?, ¿no tuvieron en cuenta todo lo que se perdía?
Posiblemente mucha gente que durante los meses pasados salió a la calle a protestar –arriesgando su integridad física– se debió haber sentido traicionada. Muchos se preguntarán si valió la pena tanto dolor y sangre derramada.
Más increíble se torna esa decisión, si tenemos en cuenta que se hizo en momentos en que la dictadura chavista estaba atravesando uno de sus peores momentos: la presión en la calle se estaba haciendo sentir; el pueblo venezolano estaba convirtiendo en letra viva lo que proclama su himno nacional (“gloria al bravo pueblo que el yugo lanzó”); la comunidad internacional estaba comenzando a reaccionar ante la brutalidad gubernamental imperante y poniendo sanciones a los cabecillas.
El resultado ha sido el fortalecimiento de Maduro y cómplices, con el consiguiente debilitamiento de las fuerzas democráticas. Anteriormente se había producido una situación semejante, cuando Maduro le pidió auxilio al papa Francisco, este cooperó llamando a un “diálogo” cuyo resultado fue similar al actual. Pero en aquella ocasión la oposición no tuvo arte ni parte. Por el contrario, junto con el pueblo fue víctima inocente y debió seguir sufriendo privaciones crueles desde todo punto de vista.
En cambio ahora no hay justificación posible. Tal como expresa Luis Almagro –secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA)–, la oposición venezolana fue parte esencial del fraude al haber acudido a las elecciones regionales.
Almagro le recriminó a la MUD lo siguiente: “Es muy claro que cualquier fuerza política que acepta ir a una elección sin garantías se transforma en instrumento esencial del eventual fraude, y demuestra que no tiene reflejos democráticos como para proteger los derechos de la gente. En este caso, el voto”.
En estos momentos los dirigentes opositores encabezados por Gerardo Blyde le están pidiendo a la gente que luche “para cambiar a este sistema electoral que no es confiable”, y este también afirmó que “ni Venezuela ni el mundo se comen este cuento” de que el chavismo haya obtenido un triunfo arrollador, tal como proclamó Maduro.
A su vez, Ángel Oropeza –dirigente de la MUD– solicitó el respaldo “de los pueblos, parlamentos y gobiernos del mundo para lograr estos objetivos, así como la mayor condena, presión y sanciones”. Asimismo, convocó a todos los “sectores y liderazgos de la sociedad democrática que estén dentro o fuera de la MUD para la discusión de la reflexión y unificación de estrategia”. Finalmente, convocó a movilizaciones y luchas “por las demandas del pueblo”.
Pero… ¿con qué autoridad moral podrán ahora pedir ayuda, tanto al pueblo como a la comunidad internacional? ¿Quién los tomará en serio? ¿Quién se jugará por unas personas que no parecen tener muy claro ni las ideas ni los principios a defender?
Para colmo de males, daría la impresión de que era cierta la advertencia lanzada por el general del Ejército y exministro chavista, Hebert García Plaza. El mencionado militar denunció antes de las elecciones que Maduro tenía planificado coaptar a uno de los grupos de la oposición –que será controlado por el propio régimen– al tiempo que desmantelará al resto. De ese modo se proyectará la “ilusión” de que existen partidos de la oposición, cuando en realidad no será así.
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Ciertos indicios parecerían dar la pauta de que ese proceso ya está en curso. Por ejemplo, institucionalmente la MUD denuncia “megafraude” electoral, muchas irregularidades el día de la votación y que los comicios no fueron “justos ni transparentes”; simultáneamente, su candidato a la gobernación del estado Lara, Henri Falcón, reconoce su derrota. Otros dirigentes y candidatos de la MUD también están reconociendo los resultados oficiales y afirman que “no hay prueba de fraude en las elecciones regionales”.
¿Los habrán persuadido con generosas ofertas de que era más redituable y menos sacrificado encarnar el papel de títere?
No lo sabemos. Como tampoco sabemos cuáles fueron los verdaderos móviles de los candidatos de la MUD para prestarse a la farsa electoral. Pero lo que sabemos con seguridad es que, una vez más, el pueblo venezolano ha sido el gran perdedor.