
Muchos lectores habrán notado que hemos seguido con suma atención lo que sucede en Venezuela. La prueba es la cantidad de artículos que hemos dedicado a ese tema.
¿Por qué lo hemos hecho? Porque Venezuela nos duele. Nos causan dolor y rabia dos cosas: primero, observar cómo esa “empresa de demolición” denominada “Hugo Chávez y Sucesores” la ha destrozado. Segundo, la ingratitud de tantos izquierdistas latinoamericanos que en el pasado fueron perseguidos por dictaduras, y, en esos difíciles momentos, fueron acogidos generosamente por los venezolanos. Y ahora, que muchos de ellos ocupan importantes cargos de gobierno en sus respectivos países, les dan la espalda.
Eso, en el mejor de los casos. Porque el colmo es que en líneas generales, han venido apoyando a la dictadura chavista.
Ese seguimiento del acontecer venezolano nos ha permitido constatar varias cosas. Por un lado, que la mayoría de los titulares y artículos donde se mencionan las atrocidades del régimen, hacen referencia a Nicolás Maduro. Sobre su persona se lanzan las críticas y se concentra el odio ciudadano. Él es la imagen que -tanto dentro como fuera de Venezuela- se asocia con la dictadura.
Por el otro, que si bien el vigor de esta tiranía tuvo sus altos y bajos, es indudable que hay alguien muy capaz dirigiendo la estrategia política. Una mente brillante (aunque para el mal) que conoce a la perfección los resortes de la psicología humana, que intuye apetencias y debilidades de los líderes de la oposición –sobre todo de los que están agrupados en la MUD- y sabe muy bien con qué personalidades del exterior puede contar para su causa (por ejemplo José Luis Rodríguez Zapatero o el papa Francisco).
La demostración de que es alguien con gran capacidad política, es que cada vez que la dictadura está en la cuerda floja, ya sea por las multitudinarias manifestaciones callejeras o la presión internacional, sabe maniobrar para dar vuelta la situación a su favor.
Eso nos lleva a preguntarnos: ¿tendrá Maduro esa notable destreza? ¿Será él ese increíble estratega?
Con el fin de poder contestar esas interrogantes, repasemos algunos hechos:
La primera pista la brindó el mismo día en que “oficialmente murió” Hugo Chávez. En ese momento, declaró que “fuerzas oscuras” le había “inoculado” el cáncer al expresidente. Su declaración causó estupor y luego carcajadas.
Esa tesis conspirativa está en sintonía con lo habitual en cualquier dictador, que siempre teme que lo quieran asesinar (¿será por tener la conciencia sucia?). Además, dado que Chávez murió en Cuba y los hermanos Castro fueron quienes manejaron todo ese asunto -incluso indicando el momento más oportuno para anunciar su deceso- es muy lógico pensar que ellos fueron los ideólogos de propagar esa teoría.
Al hacer que Maduro lanzara al debate público esa posibilidad científica, lograban alcanzar sus propios objetivos: alejar de sí su responsabilidad con respecto al tratamiento médico que recibió Chávez. Y, de ese modo, asegurarse de que podrían seguir “ordeñando” por mucho tiempo más, a la vaca lechera en que habían convertido a Venezuela.
Pero para ello, necesitaban que alguien incondicional, manejable y con pocas luces para que no se les rebelara, asumiera el lugar que Chávez había dejado vacante. El escogido fue Maduro.
Adentrándonos en los hechos que pueden ser atribuibles directamente a Maduro, cabe mencionar la referencia al “pajarito”. Eso ocurrió el 2 de abril de 2013, al comienzo de la campaña electoral tras la muerte Chávez, acaecida un mes antes. En su primer discurso como postulante a la presidencia, declaró urbi et orbi que había tenido una experiencia mística. Detalló lo ocurrido de este modo:
“Yo entré a una capilla chiquitica esta mañana […] De repente entró un pajarito, chiquitico, y me dio tres vueltas acá arriba. Se paró en una viga de madera y empezó a silbar, un silbido bonito. Me lo quedé viendo y también le silbé. El pajarito me vio raro. Silbó un ratico, me dio una vuelta y se fue y yo sentí el espíritu de él [Chávez]. Lo sentí ahí como dándonos una bendición, diciéndonos: ‘Hoy arranca la batalla. Vayan a la victoria. Tienen nuestras bendiciones’. Así lo sentí yo desde mi alma”.
En sí mismo, creer que se está teniendo una comunicación con lo sobrenatural, con lo que no puede ser explicado mediante la razón, no constituye algo digno de burla. Mucho menos, si tenemos en cuenta el estado de sensibilidad especial que toda persona tiene luego del fallecimiento de un ser querido.
Sin embargo, lo que estamos analizando, es la posibilidad de que Maduro tenga una capacidad política notable. Y desde esa perspectiva, apelar al sentimiento religioso de un pueblo, puede ser una maniobra sumamente eficaz. En la historia, abundan los ejemplos de líderes que recurrieron a las creencias religiosas compartidas, para infundir confianza a las tropas y revertir un escenario que originalmente se presentaba desfavorable.
Pero hay modos y modos de transmitir a los demás una “revelación divina”. Ningún general narraría esa situación del modo en que lo hizo Maduro. No imaginamos a Napoleón Bonaparte ni a Adolf Hitler hablando en esos términos.
Incluso, Napoleón advirtió que “entre lo sublime y lo ridículo, no hay más que un paso”. Y Maduro lo dio.
Siguió con este tema durante un acto electoral al aire libre en Mérida. Mientras estaba hablando pasó un pájaro volando. Algo absolutamente normal. Pero Maduro lo señaló y enfáticamente exclamó:
“Mira, mira…me está buscando el pajarito [Chávez]. Mira, pasó por aquí. Después dicen que yo invento; y pasó cantando. Ese pajarito está feliz porque yo estoy trabajando”.
Otra muestra de su “genialidad” política, lo constituye el haber bautizado a un nuevo organismo público como “Viceministerio para la Suprema Felicidad del Pueblo”. Para colmo en el momento del anuncio se entreveró, y dudó durante varios minutos acerca de cuál era el nombre del novel departamento.
Otra anécdota que también lo retrata de cuerpo entero, es cuando durante un recorrido en bicicleta por las principales calles de Caracas, se cayó de ella aparatosamente.
Por tanto, lo reseñado sobre Maduro, lo pinta como alguien que no tiene el menor sentido del ridículo. Por cierto, un perfil muy alejado del hábil estratega, que jamás se expondría a una situación que pudiera convertirlo en blanco de burlas.
Además, todo indica que a Maduro le encanta figurar. En consecuencia, sería el “tonto útil” ideal para ser usado por alguien con una ambición y ansias de poder desmedidas pero que no quiere aparecer. Alguien que actúa desde las sombras manejando a Maduro como un titiritero. Alguien, que es el auténtico poder detrás del trono.
Ese “alguien”, sería el auténtico estratega que tiene a los venezolanos sumidos en una cruel dictadura. Pero es tan hábil, que llegado el momento, la guillotina de la justicia caerá sobre la cabeza de Maduro y no en la de él. Y quizás, quizás, en un futuro hasta se convierta en el “salvador” de Venezuela y su próximo presidente.
¿Quién será ese “alguien”?