
El 15 de enero de 2018 será recordado como el día en que se consumó el proyecto de Hugo Chávez de transformar a Venezuela en otra Cuba.
En la fecha aludida, tuvo lugar el último acto de esta tragedia: fueron brutalmente ejecutados el piloto Óscar Pérez y cinco o seis de sus compañeros. Como es sabido, este valiente exoficial era de los pocos que aún se atrevía a desafiar al régimen totalitario imperante en Venezuela. Además, incitaba a sus excompañeros militares y al pueblo a rebelarse.
Cómo sería el miedo que Nicolás Maduro y Cía. le tenían, que ni siquiera recurrieron a la parodia de un proceso judicial. Actuaron de la forma más burda, sin ningún tipo de escrúpulos, lo que es propio de aquellos que se sienten impunes y han perdido hasta el último atisbo de humanidad. Asimismo, de quienes pretenden dar una fuerte “señal” a la población.
Es claro que Venezuela está ingresando en la etapa que lo historiadores denominarán “el Terror”.
Cuando Maduro logró ubicar a Pérez y su grupo, militarizó la zona e impidió el ingreso de la prensa. Luego, el equipo de asalto atacó la vivienda donde se habían refugiado con lanzacohetes y poderosos fusiles.
Pérez, al constatar que estaban rodeados sin posibilidad de escape, y dado que en el lugar había una familia inocente –una mujer y dos niños- a gritos trató de negociar su entrega con el mayor de la Guardia Nacional, que era quien comandaba a las fuerzas del régimen.
Pero el jerarca le respondió que no iban a tomar a nadie con vida. ‘No vamos a negociar; la orden es de matarte’. Dicho y hecho, todos fueron masacrados. Se desconoce cuál fue la suerte de la mujer y los niños aunque se presume que murieron durante el cruento tiroteo.
Ese dato explica por qué Maduro no quería a la prensa ni testigos. Su intención era desfigurar los hechos. No previó que Pérez mediante su celular permitió que el mundo supiera la verdad.
Es importante destacar, que Óscar Pérez nunca asesinó a nadie. Sus métodos de lucha eran llamativos pero inocuos. Muy diferente por cierto al proceder de la mafia chavista, cuya bestial conducta delata un absoluto desprecio hacia los demás.
Por cierto, idéntica actitud a la de Fidel Castro durante las casi seis décadas que tuvo a su nación en un puño. Según la organización Archivo Cuba, en ese período fusiló a 3.116 personas y otras 1.166 fueron ejecutadas extrajudicialmente. Aunque esta institución aclara que podrían ser más porque es “muy difícil” saber los números exactos.
Hay quienes dicen – por estupidez o cinismo- que el responsable de este horror es Maduro; que Chávez era bienintencionado, que procuró mejorar la calidad de vida de los pobres. Esa aseveración es absolutamente falsa. En rigor, la única diferencia entre ambos es que el segundo era carismático y el primero no.
Dado que parece increíble la situación actual de los venezolanos, es bueno refrescar la memoria acerca del proceso que los condujo al infierno. Es una tarea importante porque debería servir de advertencia a otras naciones sudamericanas.
Principalmente para los colombianos, porque el presidente Juan Manuel Santos prostituyó a su democracia al concederles a las FARC bancas en el parlamento obviando al voto popular. También para los uruguayos, que de la mano del carismático “Pepe” Mujica van perdiendo paulatinamente sus libertades.
Es indudable que el proceso venezolano comenzó en 1998. En aquel momento mentes lúcidas señalaron el peligro que se perfilaba en el horizonte. Entre ellos cabe señalar al mexicano Alejandro Rossi, hijo de madre venezolana y tataranieto del general José Antonio Páez.
Una semana antes de las elecciones de 1998, Rossi publicó en El Universal de México un artículo profético al que tituló “Venezuela elige”. Tras hacer una apretada síntesis de la historia de esa nación, sugiere el posible final de un ciclo con estas palabras: “No quiero decir que necesariamente terminará la democracia venezolana, aunque hay signos alarmantes de que tal vez pudiese ocurrir”.
Refiriéndose a Chávez señala: “Es increíble que la legalidad republicana haya permitido que se presentara como candidato. El teniente coronel favorece la boina roja –esos signos típicos de los grupos de choque-, gusta de las amenazas, nada veladas, a la estructura democrática de Venezuela, y balbucea un brumoso programa populista de justicia social”.
En el artículo, Rossi reconoce los errores cometidos por los adecos y copeyanos –que se turnaban en el poder- y su galopante corrupción. No obstante, subraya que “nada justifica arriesgar la democracia, condición necesaria de cualquier solución”. Y alerta que Chávez es el resultado de tentaciones latentes en toda Hispanoamérica.
Por su parte Enrique Krauze, advierte que la “revolución” de Chávez es la continuación de los guerrillas latinoamericanas. Es el mismo libreto de la cubana con un nuevo protagonista en el escenario. El exguerrillero Héctor Pérez Marcano declara: “el sueño imposible de los sesenta hecho realidad en los comienzos del siglo”.
Es relevante destacar que eso fue posible porque Chávez comprendió que era factible llegar al poder mediante la reglas democráticas –a las que despreciaba- para luego mediante otras -que él impondría- desvirtuarlas y dominarlas para construir un orden totalitario.
Chávez siempre proclamó que su ideal de gobierno era el de Fidel. Por ejemplo, tras haber ganado las elecciones, en una conferencia que dio en la Universidad de La Habana en 1999, criticó a quienes “vienen a pedirle a Cuba el camino de la democracia, falsa democracia”. A continuación informó que su proyecto en Venezuela “va hacia la misma dirección, hacia el mismo mar hacia donde va el pueblo cubano, mar de felicidad, de verdadera justicia social, de paz”.
Y en 2005 Chávez les confesó a periodistas de Granma que “Fidel es para mí un padre, un compañero, un maestro de estrategia perfecta”. Un expiloto presidencial reveló que Chávez secretamente visitaba a Castro con mucha frecuencia para pedir su consejo.
Así, bajo la guía experta de Fidel, Chávez anuló la libertad de prensa y eliminó la separación de poderes con sus controles y contrapesos. Además, Castro lo proveyó de un aparato de espionaje, seguridad, inteligencia y contrainteligencia, asesoría militar y presencia paramilitar formado por personal cubano, para que pudiera edificar un sistema totalitario a imagen y semejanza del suyo.
Por tanto, los “balseros” y sus trágicas muertes, el prostituirse a cambio de comida, los presos políticos, los torturados, los exiliados, los refugiados, las penurias para conseguir un pasaporte, el odio entre las clases sociales, la familias divididas, los sueldos miserables, el hambre, los paupérrimos hospitales donde deben atenderse la gente común… es el legado que Chávez exprofeso le dejó a su “amado pueblo”; los millones de dólares mal habidos…a su familia.
En otras palabras, Chávez logró su propósito de transformar a Venezuela en un clon de Cuba y a sí mismo en un “digno hijo” de Fidel. Lo más trágico es que lo hizo bajo apariencia democrática.
Esto debería ser un llamado de atención para los latinoamericanos, especialmente para los colombianos y uruguayos. ¡Ojo con esos exguerrilleros devenidos en “demócratas”, dado que su meta indisimulada es conducirlos al “mar de felicidad” cubano-venezolano!