English Al igual que la inflación, la deuda pública es un capítulo pendiente de aprendizaje para Argentina. Con sólo observar la evolución de la misma se podrá apreciar lo fuertemente que ha crecido a partir de mediados de los años setenta. A partir de entonces la deuda no hizo más que crecer, salvo a principios del 2000, donde se observa una caída que responde más a las quitas negociadas que a devolución de la misma. Luego se continuó por la senda del endeudamiento. Lo recién expuesto puede verse en el siguiente gráfico.
Claramente la tendencia de la deuda es creciente y ningún gobierno está exento de incrementarla. Perón cedió el gobierno con una deuda de casi US$8.000 millones. El gobierno militar que lo sucedió incrementó dicha deuda en aproximadamente US$33.000 millones (US$41.000 millones acumulados). Luego, en los años 80 le llegó el turno a Alfonsín y la deuda trepó otros US$23.200 millones (llevando la deuda total a US$64.300 millones). A continuación, en la década de los 90, la deuda se incrementó fuertemente, en casi US$59.000 millones (llegando a un total acumulado de US$123.300 millones). Entre los presidentes que gobernaron después de Menem y antes de Kirchner, es decir, entre 1999 y mediados de 2002, la deuda se incrementó en US$55.400 millones. De esta manera el gobierno kirchnerista heredó el poder con una deuda acumulada total de US$178.800 millones.
Según el último dato publicado por el ministerio de Economía de Argentina, la deuda total a septiembre del 2013 se ubica en US$197.500 millones. Esto, en 10 años, representaría un incremento de deuda de sólo US$18.700 millones. Por esta razón es que el gobierno se defiende sosteniendo que es el poder de turno que menos se endeudó. No sería algo tan malo si fuera cierto, pero la verdad es que hay mucha deuda no contabilizada en ese importe.
Entre la deuda no contabilizada por este gobierno podemos contar unos US$12.000 millones que corresponden a 23 juicios con el Centro Internacional de Arreglo de Diferencias Relativas a Inversiones (CIADI). Además, existen juicios con jubilados que rondan los US$20.000 millones. Por su parte, la expropiación a Repsol-YPF tiene su coste, y allí hay una deuda a saldar de US$6.500 millones. Por otro lado, el juicio vigente hoy por los holdouts podría implicar obligaciones hasta por US$15.000 millones (lo que representaría a la totalidad de la deuda del 8% de los bonistas que no aceptaron la quita en su momento, el 92% restante no podría reclamar la totalidad de la deuda). Por último, existe una deuda no contabilizada equivalente a US$20.000 millones correspondientes al cupón PBI. Por lo tanto, si nos tomáramos el trabajo de contabilizar esta deuda que el gobierno de Cristina de Kirchner prefiere ignorar, la deuda se incrementaría a US$277.000 millones.
De esta manera, el incremento de la deuda en los gobiernos kirchneristas sería de US$98.150 millones, muy por encima de los US$18.700 millones que ellos reconocen, y además se convertirían en el gobierno que más se endeudó en estos últimos años (con quita de deuda incluida luego del default del 2001). La diferencia entre lo publicado por el organismo oficial y las estimaciones privadas puede verse en el siguiente gráfico, donde la línea azul corresponde a los datos oficiales y el punto rojo la deuda al 2013 estimada privada.
Como puede observarse, el crecimiento de la deuda es preocupante, y la deuda no surge de la nada, sino que hay responsables. La deuda aparece debido a la existencia de déficits fiscales, un tema crónico en la historia de las finanzas públicas del país. Y la razón por la que surge el déficit es que el gasto público es elevado: Vale recordar que en los últimos 10 años, el gasto público se incremento de un 30% del PBI a un 46% del PBI.
Por último, quienes realizan el gasto público son los diversos gobiernos de turno que continúan acumulando una deuda cada vez más grande para sus sucesores. Tal vez lo que habría que reflexionar es que no vale la pena echar culpas a los fondos buitres y sería mucho más sano concentrarse en reducir el déficit fiscal que nos caracteriza, ya que es ese problema de fondo que nos lleva a endeudarnos.
En pocas palabras, simple y llanamente, es imperiosamente necesario reducir el gasto público.