La inflación en Argentina es un tema que siempre preocupa. Ahora la noticia de que ahora el gobierno maneja una nueva meta de inflación en torno al 20 % anual para el 2017, en lugar del 12-17 % que defiende Federico Sturzenegger, presidente del Banco Central de la República Argentina (BCRA) causó mucho revuelo . Sin embargo, este cambio de meta no fue anunciado por el BCRA. Esto ¿Daña esto la credibilidad del BCRA? ¿Debería el presidente del BCRA haber cambiado su meta al observarse que el rango 12-17 % era muy difícil de alcanzar?
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En primer lugar, la definición de la meta es algo que debería incumbir principalmente al BCRA. Con lo cual, no es una buena noticia que en otros sectores del gobierno se comience a hablar del 20 % cuando el responsable de la entidad financiera no había mencionado una nueva meta. Esto daña, la imagen que pueda tenerse de Federico Sturzenegger, quién irónicamente es uno de los que tiene un desempeño de lo más aceptable en el gobierno de Cambiemos.
Es cierto que la meta del 12-17 % se tornó prácticamente inviable. Para que ésta se cumpla, la inflación debería ser menor al 0,9 % mensual de aquí a fin de año, lo que suena a cuento de ciencia ficción. Sin embargo, debe tenerse en cuenta las condiciones con que asumió este nuevo gobierno. Con estadísticas totalmente dañadas, se torna aún más difícil la siempre difícil tarea de predicción. El 2016 fue un año difícil en términos de inflación, cerrando el año 40,3 % según el IPC-Congreso.
Este elevado índice de precios es consecuencia tanto de herencia como de sinceramiento (tarifas de gas, electricidad, agua, transporte, etc.). Teniendo en cuenta este marco, si la inflación cierra el año en 20 % o incluso en el rango 20-25 % es una buena noticia. Más allá de que la inflación no alcance el objetivo planteado fue claramente en esa dirección. En este sentido, es ilustradora la reflexión de Iván Carrino quien sostiene en un informe: “En concreto, a veces no es tan importante alcanzar plenamente el objetivo, pero sí moverse en la buena dirección. Si la persona que quería adelgazar 10 kilos, a fin de año pesa 8 kilos menos, seguramente estará bastante contenta.”
En definitiva lo importante es tener un norte y ver qué tanto pudimos acercarnos a ese norte. Por esta razón también es importante que la meta no sea corregida. En términos de credibilidad es mucho mejor explicar por qué no se alcanzó la meta que modificar el norte establecido. En todo caso, que el desacierto (aunque viendo que se va en la dirección correcta) lleve a corregir el objetivo 2018-2019.
Los esfuerzos para que la inflación se reduzcan, se están haciendo en mayor o menor medida. Sin embargo, de nada servirán si el gobierno no toma una conciencia fiscal. El déficit continúa alto y los planes de reducción se realizan en torno al déficit primario, pero no en base al déficit total. Aún es viable el financiamiento externo, pero tampoco es saludable endeudarse eternamente. Además, el BCRA continúa absorbiendo pesos vía Lebacs (a un mes) dado que la oferta de dinero es superior a la demanda de dinero. Pero esto también tiene un límite.
Las letras del tesoro representan un 116 % de la base monetaria aproximadamente. Es cierto que esto se hace respaldándose con reservas internacionales. Pero recordemos que este incremento de reservas es producto de endeudamiento y no de inversión extranjera directa. Nuevamente, desde la perspectiva fiscal los deberes a realizar aún son enormes para bajar tanto el gasto público y la presión tributaria para que los dólares que ingresen al país sean producto de inversiones y no de endeudamiento.
En conclusión, es de suma importancia para la credibilidad del BCRA que se mantenga la meta. Luego se explicarán las razones de porqué no se llega a dicha meta y se reflexionarán las metas 2018-19. No cambiar el norte es importante para tener bien en claro hacia dónde vamos.
Si la inflación termina en un rango de 20-25 % aún continúa mostrando que se va en la dirección correcta. Esta cifra se aleja bastante del 40,3 % de diciembre 2016. Puede ser que el 17 % haya sido apuntar alto, pero si se hubiera apuntado al 20 %, quizás hoy estaríamos discutiendo el rango 25-30 %.
En concreto, ponerse una meta exigente nos hace ser más eficientes, aunque ésta no se cumpla. Por último, la eterna deuda fiscal. Si el déficit fiscal no comienza a solucionar sus problemas de fondo, el día que el endeudamiento no sea viable, tendrá la acostumbrada tentación de comenzar a mirar las arcas del BCRA, poniendo en riesgo el proceso desinflacionario.