El presidente Mauricio Macri ya ha atravesado la mitad de su mandato y aún le restan dos años para cumplirlo. Realizando una analogía con el fútbol, podría decirse que está arrancando el segundo tiempo. Pero, ¿cómo fue el primer tiempo? ¿Qué resultado arroja el marcador en el entretiempo? Y ¿qué es de esperarse en el segundo tiempo (de aquí a 2019)?
El arranque del gobierno de Cambiemos fue muy bueno: se salió del default, se sinceró en parte el tipo de cambio, se realizó (y continúa) un saneamiento de las estadísticas destrozadas por el gobierno anterior y se pusieron objetivos concretos (metas fiscales, de inflación y de pobreza). Todo en una correcta dirección para mejorar la calidad institucional del país para así poder atraer inversiones. Sin embargo, los brotes verdes no llegan. O no ingresan al país de la manera que el gobierno esperaba. ¿A qué se debe esto?
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En parte se debe a la estrategia elegida del gradualismo, desde luego comprensible. Pero se debe ser consciente que, si el camino elegido es el gradualismo, sus resultados también serán gradualistas. Argentina heredó una potencial crisis macroeconómica que el actual gobierno pudo evitar. Si bien es algo que no es fácil de ver (debido a que no ocurrió) es un gran logro que Argentina no haya tenido que atravesar una nueva crisis. No obstante, los desequilibrios macroeconómicos continúan presentes actualmente y el oficialismo está muy atento para intentar atenderlos mediante la demanda agregada; es decir, con políticas de corto plazo. El problema radica, en que hay demasiado ojo en el corto plazo y poco en el largo plazo (oferta agregada). Sí, es cierto que se deben atender las necesidades de corto plazo para poder gobernar, pero también es cierto que si no se solucionan los problemas estructurales, difícilmente se logre el crecimiento de 20 años a tasas de 3,5 %, tal como sostiene el gobierno. Todo el buen comienzo de saneamiento institucional que se vio en los primeros meses, quedaron adormecidos rápidamente. Volviendo a la analogía del fútbol, se jugaron muy bien los primeros 10 minutos del primer tiempo, luego el equipo se durmió y aún no se generan grandes expectativas a futuro.
¿Cómo terminaron las principales variables macroeconómicas en estos primeros dos años? La recuperación económica por el momento viene bien. Claro está, que gran parte de esto se debe a la combinación de capacidad ociosa y obra pública. Nuevamente, con manejo de la demanda agregada se puede generar crecimiento de corto plazo (que sólo es temporario). ¿Pero qué ocurrirá cuando ya no haya capacidad ociosa? La única manera de generar más capacidad productiva es con inversiones, talón de Aquiles del gobierno actual. Hoy, el modelo se sostiene con base en un elevado endeudamiento del sector público para cubrir el déficit fiscal. En concreto, Argentina gasta más de los ingresos que genera, con lo cual recurre al endeudamiento en vez de ajustar su gasto público. Por suerte para Cambiemos, la fiesta internacional promete todavía tasas de interés internacionales bajas. Esto no será eterno, y es por ese motivo que se vuelve importante comenzar a trabajar sobre la oferta agregada para que Argentina dependa de sí mismo y no del contexto internacional.
En términos fiscales, la meta del 2017 se cumple. Sin embargo, se logra con blanqueo de por medio. Esta ayuda no ocurrirá (a priori) en el 2018. Con lo cual, la meta del 3,2 % de déficit fiscal del PBI para el año entrante puede no ser tan sencilla, además de contar con algunas complicaciones adicionales. Por el contrario, la meta de inflación no se cumplió. Lejos quedó el objetivo de 17 % para diciembre 2017 con una inflación más cercana al 24 % anual. El desafío no era fácil. Con sinceramiento de tarifas y un instrumento (tasa de interés de referencia) que no parece tener la fuerza esperada para cambiar las expectativas de inflación, la tarea se vuelve titánica. No obstante, el camino de la desinflación existe, sólo que no al nivel que esperaba el gobierno de Cambiemos.
En concreto, fue un primer tiempo con un buen inicio, pero que luego se fue quedando sin aire. La meta fiscal se cumplió con ayuda, la de inflación no se logró cumplir y el nivel de actividad si bien crece, en gran medida lo hace por poseer capacidad ociosa (que no es infinita).
¿Qué esperar para el segundo tiempo (2018/2019)? La buena noticia es que Argentina seguirá creciendo. Probablemente a un menor nivel de lo que el gobierno estima (3,5 %). Por más que el crecimiento sea bajo, debe celebrarse ya que el país se encuentra estancada hace ya seis años en donde Argentina crece en los años impares (que, ¡oh casualidad!, son los electorales) y cae en los años pares (los no electorales). Esta “maldición de los años pares” se rompería en el 2018 y Argentina continuaría su camino de crecimiento, aunque con un avance del nivel de actividad amarrete.
El objetivo de inflación de 10 % (+/- 2 %) difícilmente se cumpla. Lo más probable es que el año finalice más cerca de la meta fijada para el 2017 (17 %) que del 10 % del 2018. El sinceramiento de tarifas seguirá y será clave la negociación de paritarias para intentar negociar incrementos pensando en la inflación futura y no pasada.
La meta fiscal de 3,2 % luce complicada también. No sólo no se contará con la ayuda del blanqueo, sino que además gran parte del gasto se ha indexado con inflación pasada complicando el cumplimiento de la misma. Adicionalmente, el pacto fiscal con provincias tiene un costo para el Tesoro Nacional de $ 75.000 M (aproximadamente 0, 4% del PBI) lo cual requiere un esfuerzo extra de reducir el déficit en esa magnitud. Vale aclarar, que la meta de 3,2 % fue fijada anteriormente a que se realice el pacto.
Por último, al ser un año no electoral, hay oportunidad de realizar cambios estructurales de fondo para que Argentina se acerque a un país normal (reducción del gasto público, disminuir la presión tributaria, bajar los costos de litigiosidad, fomentar la credibilidad institucional y del Estado de derecho). Todas estas cuestiones son necesarias para que el financiamiento sea por inversiones en lugar de por deuda. Es la inversión la que podrá generar una ampliación de la capacidad productiva y un crecimiento de largo plazo. De lo contrario, se continuará dependiendo de los mercados internacionales y de la duración de la fiesta financiera. Aún hay tiempo para las reformas de fondo, pero deben implementarse en el 2018. El 2019 es año electoral, encima presidencial, y la agenda será política.