A fines del año pasado, Argentina alteró la política monetaria del país al relajar su meta de inflación de 8-12% a 15% para 2018. Cambiar la meta fue un error.
En primer lugar, el alza en la meta causó también un alza en las expectativas de inflación, y esto puede traer consigo decisiones sobre la política monetaria que terminan afectando otras variables de la economía. Hubiera sido preferible explicar con mayor detalle las razones por la que no se alcanzaron las metas propuestas anteriormente. Es decir, ¿por qué la inflación fue de 24.8% para el 2017 frente a una meta rango de 12-17%?
Con el cambio a una nueva meta de 15% para 2018 crece la incertidumbre de si es factible cumplirla. Adicionalmente, la imagen del presidente del Banco Central de la República Argentina (BCRA) se ha debilitado y hasta pareciera haberse alineado con el ala política al declarar que las condiciones iniciales del 2018 incluyen altas tasas de interés. Esta afirmación daba pie para pensar que el Banco Central comenzará a disminuir su tasa de referencia. Estas bajas no se hicieron esperar, se observaron dos disminuciones en la tasa de referencia acumulando, ya un descenso de 150 puntos básicos a 27.25% anual.
Es muy probable que el Banco Central haya recibido algún tipo de presión por parte del Ejecutivo para que las tasas bajen. ¿Por qué? El nivel de actividad económica comenzó a disminuir su ritmo de crecimiento y esto preocupa al ala política. Por el contrario, no estaba en la mira del Banco Central el nivel de actividad ya que su comportamiento era mono-objetivo: disminuir la inflación. De esta manera, con nuevas metas de inflación más altas, el Poder Ejecutivo busca que la política monetaria comience a bajar la tasa de referencia. Esto ayuda a repuntar el nivel de actividad que viene perdiendo velocidad hace tres meses y que preocupa al gobierno.
Por otro lado, los cambios en la política monetaria también tuvieron su impacto en la escalada que se observó en el tipo de cambio, aunque éste venía depreciándose con anterioridad. Esto responde por un lado al conflicto que se vivió en el Congreso al tratarse las reformas (jubilatoria y previsional) y por otro lado, a las dos bajas en la tasa de interés. Este cambio en la política monetaria alertó a quienes se endeudaban barato en el exterior y compraban bonos argentinos (carry trade). Probablemente, ante la baja de la tasa de interés de Argentina, haya habido una migración al dólar que continuó su tendencia alcista. El peso argentino se devaluó un 12.7% en 45 días alcanzando una cifra cercana a los 20 pesos por dólar. Finalmente, esta tendencia fue frenada con la intervención de bancos oficiales.
¿Se encuentra cómodo el gobierno con un tipo de cambio en ese nivel? En primera instancia y a corto plazo, pareciera que sí. Aunque la intervención de los bancos oficiales muestran que habrá un límite (probablemente de $20 en el corto plazo). Esta hipótesis se refuerza si tenemos en cuenta que en mayo-julio hubo una escalada similar del dólar y el Banco Central decidió intervenir activamente, cuestión que no se observó en la escalada actual salvo al final con los bancos oficiales.
Como puede observarse, un cambio en la meta de inflación genera impactos en la política monetaria, que a su vez afecta otras variables. Probablemente hubiera sido mejor trabajar más en por qué no se logró la meta, en lugar de cambiarla. En este marco, el Banco Central argumentó que hubo una política monetaria relajada entre octubre 2016 y marzo 2017 y que los precios regulados crecieron por encima de lo estimado. El primer punto muestra ansiedad por parte del Banco Central y el segundo una falta de coordinación dentro del gobierno.
Más allá de las complicaciones, es importante que el Banco Central continúe en la lucha contra la inflación, ya que es el impuesto que afecta a los más pobres. Las nuevas metas retrasan en un año el objetivo de llegar a 5% (ahora en 2020). Sin embargo, lo que preocupa no es tanto el retraso de la meta. Otros países han tardado en bajar la inflación mediante el régimen de metas de inflación. Chile tardó 7 años, Colombia e Israel 11 y México 6. Lo que sí preocupa es si el instrumento utilizado es el más indicado para bajar la inflación.
Dada la historia del país, no habría que descartar la posibilidad de trabajar sobre los agregados monetarios en lugar de la tasa de interés. Es decir, controlar directamente la cantidad de dinero en la economía. El problema es el exceso de pesos. La desventaja de trabajar con la tasa de interés es que este exceso se controla indirectamente. Ninguna de las dos opciones es la óptima ya que el Banco Central, al actuar monopólicamente, incrementa el riesgo de error, pero daría la impresión que trabajar sobre agregados atenuaría efectos inflacionarios con mayor velocidad por atacar directamente la raíz del problema.
Por último, los cambios en la meta de inflación revelan la preocupación por el nivel de actividad. El Banco Central ya no piensa exclusivamente en reducir la inflación, sino que también tomará decisiones en base a la velocidad que tenga la actividad económica. Si esta empieza a desacelerarse, es de esperar que el gobierno presione para que se bajen aún más la tasa de interés. De suceder esto, será cada vez más difícil cumplir con la nueva meta establecida.