La idea que los avances tecnológicos generan desempleo se encuentra muy instalada en estos días. Sobre todo, en un contexto donde la tecnología avanza cada vez más rápidos y a pasos agigantados. Como todo lo que genera grandes divisiones, esta idea tiene algo de verdad.
Es cierto que se genera desempleo y eso es “lo que se ve”. Sin embargo, suele ser mayor el empleo que se genera, —pero esto es “lo que no se ve”—por lo menos a primera vista.
Esta expresión de “lo que se ve” y “lo que no se ve” fue utilizada por el legislador y economista francés, Frederic Bastiat (1801-1850). El autor siempre recordaba que el buen economista es aquel que analiza los efectos que se ven, pero también aquellos que no son visibles. Tal vez un ejemplo ilustre este punto:
Supongamos que unos niños se encuentran jugando al fútbol en la calle y uno de ellos le pega muy fuerte a la pelota y rompe el vidrio de la ventana de un vecino. Algún economista podría argumentar que esto no es malo, ya que ahora habrá que reparar esa ventana y eso implica trabajo para el vidriero. Esto es “lo que se ve” siguiendo el argumento de Bastiat. Pero, ¿qué es lo que no se ve? Supongamos que el dueño de la casa tenía destinado cierto dinero para comprarse un nuevo traje, pero ahora tiene que destinarlo en arreglar la ventana. El empleo que pierde el sastre es “lo que no se ve”.
Bien, con los avances tecnológicos sucede algo similar pero a la inversa, “lo que se ve” son los empleos que se pierden y “lo que no se ve” (por lo menos al principio) son los trabajos sustitutos que se generan. En este sentido, la historia nos muestra que los avances tecnológicos no sólo mejoraron la calidad de vida de todo el mundo sino que además generaron más empleo del que destruyeron.
Por ejemplo, cuando surgió el ferrocarril perdieron empleo quienes realizaban transportes de mercaderías con carrozas o por canales (lo que se ve), pero surgieron otros trabajos sustitutos. Cada vez se incrementaba más los kilómetros para recorrer por el ferrocarril y esto generó un alto impacto en la creación de empleo. Siguiendo al historiador Alejandro Gómez en su libro “Creadores de riqueza”, cuenta cómo en 1891 sólo el ferrocarril de Pensilvania contaba con 110.000 empleos.
Para tener una idea de esta magnitud, el autor menciona que la armada de Estados Unidos empleaba a 40.000 personas ese mismo año. Ejemplos similares se pueden encontrar con las diversas innovaciones tecnológicas que fueron apareciendo (máquina de vapor, telégrafo, teléfono, fueron todos inventos que si bien hoy pueden parecer obsoletos, generaron riqueza y empleo).
Para ejemplos más modernos, recomiendo leer este artículo donde el autor muestra (siguiendo un estudio de la consultora Deloitte) como en Inglaterra y Gales los avances tecnológicos alteraron la estructura laboral (la fuerza trabajadora agrícola se redujo mucho, por ejemplo) pero surgieron muchos trabajos sustitutos gracias a los avances tecnológicos.
Por suerte, esta idea que el avance tecnológico genera empleo comienza a ganar terreno en estos días. Un reciente estudio realizado por el Banco Mundial “The Jobs of Tomorrow” afirma que la tecnología sí genera empleo. Si bien el informe advierte por los costos de accesos para determinadas regiones (América Latina y el Caribe), es un primer paso para comenzar a asumir que son más los beneficios de la tecnología que sus costos.
Incluso, el informe menciona también que los trabajos de “baja calidad” tampoco se verían perjudicados por los avances tecnológicos siempre y cuando existan políticas e instituciones favorables a la competencia.
Otra gran ventaja de los avances tecnológicos es la reducción de costos. Con el paso del tiempo, lo que hoy es caro, mañana es barato. Lo que hoy es un lujo, mañana se convierte en una necesidad. Antes, viajar era un lujo que sólo los reyes podían darse. Con el paso del tiempo se hizo accesible para la mayoría de la población (e incluso en mejores condiciones que lo que lo hacían los reyes). Antes, tener una rueda de repuesto para el auto era un lujo. Hoy no es raro ver como algunas ruedas pueden ser quemadas en manifestaciones.
El hecho que los costos se reduzcan gracias a los avances tecnológicos hace que los precios también sean menores, y esto genera que las personas pueden destinar una mayor parte de sus ingresos a otros bienes. Esto a su vez hace que se incremente la demanda de los nuevos productos que se adquieren y estas industrias necesitan contratar nuevo personal para poder producir más y atender la demanda creciente.
Por último, los avances tecnológicos mejoran nuestra calidad de vida, nos hacen las cosas más fáciles. Utilizar la computadora para trabajar vuelve a todos más productivos. Poder tener un celular para estar comunicado también nos ha vuelto más productivos. Pero, los beneficios no conciernen sólo al ambiente laboral, sino también en lo social. Poder mantenerse en contacto con personas que viven en otro país vía Skype (por ejemplo) a un costo bajo es una gran mejora en la calidad de vida.
En conclusión, los beneficios de los avances tecnológicos merecen que replanteemos el debate. Es cierto que algunos trabajos se destruyen con las innovaciones, pero también es cierto que otros muchos se crean con estos avances. Más aún, suelen ser más los empleos que se crean que los que se destruyen. Pero de esto se trata el progreso, avances tecnológicos que nos hacen la vida más fácil y que además generan empleo neto positivo.