Hace algunos días se volvieron virales en redes los resultados de una supuesta encuesta aplicada a estudiantes universitarios sobre sus preferencias electorales para los próximos comicios presidenciales en Colombia.
La sorpresa es que, a diferencia de los hallazgos de las demás encuestas, en ésta hubo una resultado mayoritario por el candidato de izquierda radical Gustavo Petro, y de centro-izquierda, Sergio Fajardo. Más del 80 % de los que participaron en la encuesta manifestaron su decisión de votar por esos candidatos. El ganador, sin embargo, sería Gustavo Petro.
Es decir, los estudiantes universitarios parecen ir en contravía de las preferencias del resto de la población.
Mucho podría criticársele al ejercicio: por razones metodológicas, sus resultados son poco rigurosos. Para comenzar la encuesta no solo se hizo en redes sociales (lo que puede excluir a una parte importante de la población objeto de estudio, los estudiantes universitarios), sino que se aplicó en grupos que, en la red social Facebook, tienen las universidades: esto claramente excluye tanto a los estudiantes que no usan Facebook (que podría no ser la red preferida hoy por las personas en edad universitaria) y a las universidades que no tienen Fanpage en esa red social. Es decir, la muestra no es necesariamente representativa.
Además de lo anterior, la forma como se aplicó puede estar viciada por el problema de auto-selección. No fueron elegidos de manera aleatoria los estudiantes que contestaron, sino que la encuesta se publicó en los grupos de cada universidad y los integrantes decidieron si contestaban o no. Así, se puede esperar que sean estudiantes (o eso esperamos, aunque no es seguro que todos los miembros de cada grupo sean todos estudiantes) con unas características específicas los que hayan decidido participar. Esto también afecta la representatividad de los resultados.
Uno de los estudiantes que promovió el ejercicio lo defiende afirmando que ésta tuvo más de 25 mil respuestas, mientras que las grandes encuestadoras no superan los dos 2 mil encuestados. Tal vez el estudiante, por su falta de experiencia y al estar en proceso de formación, aún no sabe que más que el número de encuestados lo que importa para hacer inferencia sobre una población es qué tan representativa (es decir, qué tan copia fiel es de la población total) y no el número de encuestados.
Podríamos seguir con las críticas.
Pero quedarnos solo en ello también sería discutir lo superficial. Los problemas metodológicos nos permiten dudar de los resultados estadísticos, pero esto no quiere decir que esos resultados no reflejen los reales de la población encuestada.
Por lo anterior, para efectos de discusión, vamos a asumir en lo que sigue, que en realidad existe esa brecha de preferencias electorales entre los estudiantes universitarios y el resto de la población.
Un observador desprevenido puede concluir, en este escenario, que, al ser la variable que tenemos en mente, la de acceso a la educación, la que separa a los estudiantes del resto de la población, las diferencias se explican necesariamente como resultado de esa variable.
Es decir, se podría concluir que los más educados prefieren candidatos más cercanos a las ideas de izquierda, más o menos, populista, como resultado de que son más educados.
Pero esto puede, a su vez, ser resultado de otros problemas de interpretación. Puntualmente, puede ser un problema de sesgo de disponibilidad. Como se está pensando en educación, se asume que ésta es la variable definitoria que determina la diferencia. Sin embargo, pueden existir n variables que inciden en que las personas prefieran a un candidato sobre otro. Tendría que saberse qué tanto incide la variable educación.
Además de las variables “escondidas” definitivamente hay otro problema con la interpretación. Muchas personas ubicadas en el grupo del “resto de Colombia” seguramente también hay muchas personas que son educadas.
Habría que demostrar, primero, que todas las personas educadas votan igual y, luego, que es la educación la causa de la diferencia. Si esto no es así, tendría que profundizarse el perfil de los votantes: una cosa son los que alcanzaron educación secundaria, otra los que llegaron al pre-grado, otros a algún posgrado, incluido el doctorado, etc. El punto es que de la muestra acá estudiada estamos hablando de personas, no que tienen acceso a la educación, sino que están en proceso de formación.
A pesar de ello, para efectos de la discusión, asumamos que es cierto, que las personas más educadas (con algún grado de educación), tienden a preferir opciones de izquierda. ¿Qué se puede decir frente a esto? En esto profundizaré en mi próxima columna.
Asumamos que sí es representativa. De allí, algunos pueden considerar que los estudiantes, al ser más educados, pueden tener opciones más claras y más adecuadas.
Pero no necesariamente.
Primero, de manera general, el fuerte está en las Universidades públicas y no en las privadas. ¿Mejor educados los públicos que los privados?
Segundo, efecto edad.
Tercero, ¿mayor revisión de programas? No es claro.
Pero lo más importante. De un lado, la educación y la visión de poder. No necesariamente son las aproximaciones más adecuadas para vivir en sociedad. Puede ser que prefieren mayor centralización, que consideran que los demás no pueden decidir.
Alguna vez conversando con una persona sin educación e ingresos para mantener a su familia, me confesaba que si bien podría verse beneficiado él y su familia, se preguntaba de dónde saldrían losa recursos. Además, cuál sería el impacto en los dueños de las compañías para las que él trabaja. ¿No es mejor deducción y análisis?
Esto puede ser un problema del conocimiento inútil del que habló Jean-Francois Revel, de concentrarse en temas que poco importan a la población