Mejor guerra binacional que intervención multinacional
El comunicado de once países del Grupo de Lima dejó claro el sábado que la liberación militar de Venezuela no será una intervención humanitaria multinacional y por lo tanto no dejan otro camino que el de la guerra binacional entre Colombia y Venezuela. Eso es lo que hay. Rechazan la intervención militar pero poco podrían decir sobre una guerra, bueno, comunicados si sacarán, pero hasta ahí, eso es lo que hay.
Obviamente Colombia contará con el apoyo de Estados Unidos y Canadá, así como Venezuela cuenta con el apoyo de China y Rusia. Aunque obviamente hay otros actores, Cuba, Irán y Siria. Más fuerzas irregulares como el ELN y las disidencias de las FARC. Pero el eje del tema ya no será la causa humanitaria, la solidaridad con los refugiados, nada de eso, será mucho menos altruista, pero más directo, la seguridad ciudadana y la defensa nacional amenazadas por el hecho de que la mafia de Miraflores sirve de respaldo a las redes criminales.
Entre más países involucrados participen será más parecido a una intervención tanto en su modelo militar como en su proceso posterior, la guerra binacional será otra cosa, y en términos de justicia, quizás sea mejor la guerra binacional que la intervención humanitaria. Menos comités, menos instancias multilaterales reportando a varias cancillerías, menos burocracia.
Además, es claro que entre más multilateral sea la acción militar también son más las oportunidades de que las diferentes expresiones de la oposición a Maduro terminen paralizando el proceso tratando de influir sobre cómo quedarían repartidas sus pequeñas cuotas de representación en la “transición”. Menos países es a la vez menos politiquería. Una victoria de Colombia con asesoría estadounidense facilitaría enormemente la transición.
Una intervención multinacional si es más barata que una guerra binacional: su mayor punto a favor.
Desde el ambiente escéptico y hasta hostil que percibía cuando escribí el primer texto sobre la intervención neogranadina para la liberación militar de Venezuela hace apenas nueve meses a hoy la opinión pública ha avanzado enormemente en comprender caminos y actores. En Colombia de hecho pudimos superar el desafío de tener un cómplice de la dictadura como Petro a tener un declarado opositor al narcorégimen de Maduro como Duque.
En todo caso, no podemos esperar que en países que no han convivido tanto tiempo con los atropellos del socialismo del siglo XXI y que también tienen problemas internos, la opinión pública de cada uno pueda ir al mismo ritmo que Colombia para prepararse ante las difíciles decisiones a las que nos ha obligado la tiranía venezolana en toda la región.
Y de hecho parte de esas difíciles decisiones tienen que ver con asumir los costos de la acción militar, quizás una de las principales razones por las que Colombia debería insistir y persuadir un poco mejor a los gobiernos latinoamericanos, especialmente los de la Alianza del Pacifico, para que empezarán a planificar su participación en la parte más desagradable de la liberación, la operación bélica, es que Colombia apenas está reorganizando sus finanzas, un tema que incluso sin la amenaza de la guerra ya exige de la sociedad en general y del gobierno de Duque en particular una serie de restricciones importantes.
Por lo mismo, con las finanzas saneándose y aumentando el crecimiento económico en Colombia la posibilidad de asumir con mayor confianza de manera directa la confrontación en una guerra binacional se amplia. Una vez consolidado el frente financiero es posible para un país del nivel de desarrollo como el neogranadino preparar y desplegar la operación logística que requiere una acción como la que se va a requerir en terreno venezolano.
Ahora bien, que ese marco estratégico de guerra binacional no está descartado debe verse menos en las palabras del gobierno colombiano, que actuará con prudencia en público y con determinación en secreto, para actuar justamente cuando las condiciones de victoria y costo sean más oportunas, y debe verse más en las acciones operativas en otros frentes de batalla.
Por ejemplo, el haber dado de baja a alias Guacho facilita claramente el no tener varios escenarios de operaciones, antes de actuar contra Maduro y sus secuaces, las fuerzas militares colombianas tienen que debilitar fuertemente otras amenazas internas, especialmente el ELN y las disidencias de las FARC.
La enorme experiencia militar que tiene el país parte precisamente de asumir con paciencia la maduración de las condiciones propicias para dar golpes certeros.
La guerra binacional no depende solamente del altruismo humanitario
Por supuesto en el papel hay varias ventajas de la intervención multinacional frente a la guerra binacional: la legitimidad institucional, el financiamiento del conflicto y la reconstrucción, y obviamente el aporte especializado de cada país en sus áreas de experticia, sin embargo, todo eso hay que ponerlo en una balanza, porque tantos beneficios pueden llegar muy tarde, o para resolver mayores costos. Una intervención multinacional en el 2023 puede ser más dolorosa y dura que una guerra binacional en el 2020.
Y mientras que la intervención multinacional requiere además de apelar al altruismo humanitario, integrar otros intereses de cada uno de los actores, una guerra binacional puede surgir de hechos concretos en unas fronteras que sufren de muchas acciones provocadoras por parte de actores irregulares y de la misma dictadura.
No hay que olvidar que parte de la presión que Maduro y su mafia ponen en la zona de Arauca y Vichada es para distraer las operaciones antinarcóticos en el Catatumbo, dividir los contingentes militares y armar el teatro de operaciones que les favorece. Y así como buscan la zona que les podría ser favorable a su estrategia, también intentarán provocar una confrontación antes de tiempo, especialmente ahora que van a sentir el alivio del respaldo financiero chino redoblarán en arrogancia y cobardía.
Colombia no está sola, no podrá estar tan acompañada como muchos quisieran, y por lo mismo la intervención multinacional quizás no sea la opción más realista, de hecho entre menos disposición hay de otros países de la región queda más evidente que la dinámica de fuerza cada vez más inevitable es una guerra binacional, por eso la habilidad de Duque será moverse entre la impaciencia de una situación explosiva y la serenidad de una buena planificación, por lo mismo en esta etapa hay que tener presente que el desembarco a Normandía no se anunció por la radio, calma en lo público, diligencia en lo privado.