“Eudemonia” es una palabra griega anglicanizada que se traduce comúnmente como felicidad en el amplio sentido del bienestar humano. Se define como “el bien formado por todos los bienes; una aptitud suficiente para el buen vivir”. Es un concepto clave en la psicología moderna y la filosofía moral. Esencialmente, eudemonia es vivir plenamente.
En ética aristotélica, “eudemonia” se utiliza para precisar el supremo bien humano, y desde entonces los filósofos se han preocupado por definir qué es calidad de vida y como alcanzarla. Mi objetivo aquí es solamente argumentar cómo la calidad de vida es incompatible con la doctrina marxista.
Para los filósofos, la pregunta difícil ha sido qué clase de vida cuenta como calidad de vida. O sea, especificar qué actividades y qué marcos institucionales nos posibilitan tener una vida plena. Para Aristóteles la vida plena era una de “actividades virtuosas de acuerdo a la razón”. Una persona sin virtudes no puede ser feliz. La felicidad implica en nosotros mismos un sentido de orgullo justificado, y orgullo justificado requiere virtud.
Es importante tener en cuenta que en ética “virtud” es más que un concepto moral, e incluye otras cualidades tales como honestidad, visión, valentía o justicia. En pocas palabras, una vida plena requiere carácter y actividad virtuosa racional. ¿Cómo lograrla?
El marxismo requiere una gama de mecanismos económicos y sociales caracterizados por el control estatal de los medios de producción. Y un Estado es una institución que reclama para sí el uso monopólico de la fuerza en determinado territorio y exige que los ciudadanos se sometan a sus dictados.
No siempre se entiende claramente que un ataque confiscatorio contra la propiedad de alguien es un ataque contra esa persona. Para percatarse, considere qué sucede si el individuo intenta defenderse del ataque estatal a su propiedad.
Estados totalitarios como Corea del Norte o Cuba crean un marco social donde nuestras opciones de actuación son restringidas, impidiendo así nuestra posibilidad de ser virtuosos actuando independientemente en decisiones y acciones. Los dictámenes represivos de regímenes totalitarios y autoritarios interfieren nuestra capacidad de evaluar y sustituyen nuestros objetivos por los del Estado. Eso nos impide reconocer las vidas que vivimos y las virtudes que desarrollamos, identificar y evaluar nuestros sacrificios, y actuar de acuerdo a nuestros objetivos.
Los Estados comunistas usurpan nuestra autoridad individual de razonar con nuestros criterios. No podemos vivir una vida plena, es decir, tener calidad de vida, sin ser capaces de desplegar criterios prácticos y razonamientos. Aunque los gobiernos marxistas postulan que buscan hacer ciudadanos virtuosos.
En la Unión Soviética, el hombre nuevo soviético sería altruista, capacitado, saludable, fuerte, y actuaría consistentemente por las recetas marxistas. No se guiaría por groseros impulsos naturales sino por actuación consciente, rechazando su personalidad innata. Igualmente, Che Guevara en “El socialismo y el hombre en Cuba”, pretendía que “la sociedad en su conjunto debe convertirse en una enorme escuela y, por ese camino, podemos ver al hombre nuevo que emerge en este periodo de construcción del socialismo”. Esos experimentos culminaron en sociedades disfuncionales.
Para emprender la formación de ciudadanos virtuosos los Estados marxistas deben ser inmorales como cuestión de práctica institucional. Por ejemplo, deben establecer instituciones educacionales que reglamenten el pensamiento. Deben suplantar la racionalidad del juicio de la ciudadanía, imponiéndole la concepción estatal de virtud y búsqueda de los fines estatales.
Los Estados marxistas, reemplazando el criterio individual con coacción, corroen las virtudes de la ciudadanía. O sea, degradan nuestra calidad de vida. Personas libres e iguales tienen el derecho moral de no ser obligados sin justificación. Las virtudes sociales no surgen del Estado sino de nuestras libres interacciones. Seres libres, no el Estado, son el marco social necesario para el desarrollo y ejecución de actividades virtuosas de acuerdo con nuestros criterios. Las virtudes que nos conducen a tener una vida plena solamente pueden ser desarrolladas viviendo en libertad.