Posiblemente la diplomacia regional perdió una gran oportunidad de resolver dentro de Latinoamérica la crisis de Venezuela y darle una estocada al régimen venezolano, aplicándole una cucharada de su propia medicina: el Protocolo adicional al Tratado Constitutivo de Unasur sobre Compromiso con la Democracia. Esta normativa fue incluida en 2010 y entró en vigencia el 19 de marzo de 2014.
Este protocolo, “a diferencia de normativas similares adoptadas por otros organismos regionales, como la Organización de los Estados Americanos (OEA), no solo exige democracia, sino que también promete castigos severos para cualquier miembro que viole los principios democráticos”.
Así lo destacan Benjamin Gedan y Christopher Phalen, analistas del Centro Internacional para Académicos Woodrow Wilson o Wilson Center, en un artículo titulado: Revivir la Unión Suramericana para rescatar la democracia venezolana. El texto fue publicado el pasado 7 de Julio en The Hill.
De hecho, el protocolo sobre la democracia de Unasur establece cinco medidas que se pueden aplicar los países miembros “en caso de ruptura o amenaza de ruptura del orden democrático”. Estas van desde ser suspendidos de la organización y sanciones hasta el cierre parcial o total de las fronteras terrestres, incluyendo la suspensión y/o limitación del comercio, tráfico aéreo y marítimo, comunicaciones, provisión de energía, servicios y suministros.
Paraguay estrenó el mecanismo en 2012, cuando en junio el expresidente Fernando Lugo fue destituido luego de un controvertido juicio político en el Congreso y reemplazado por el vicepresidente Federico Franco. Solo le fue aplicada una suspensión temporal de Unasur.
Para el momento en que nace Unasur -2008-, muchos de los Gobiernos de los países miembros simpatizaban con la proyecto chavista del Socialismo de siglo XXI, así que hubiese sido muy difícil aplicarle a Venezuela esta versión de “carta democrática”. Pero ahora, muchas de estas naciones tienen nuevos gobiernos que han reconocido el talante totalitario y antidemocrático del régimen venezolano. “Incluso hasta el nuevo presidente de Ecuador, Lenín Moreno, no comparte el afecto de su predecesor por Maduro”, destaca el artículo de The Hill.
Gedan y Phalen hacen un llamado a los miembros a no tirar la toalla todavía. “Ante esta arma única de Unasur para defender la democracia y la continua represión y escasez de alimentos y medicinas en Venezuela, sus miembros deberían darle al grupo una última oportunidad antes de que se disuelva formalmente”, dijeron.
“Los partidarios de (Hugo) Chávez, incluido su protegido Morales, deberían dar la bienvenida a la acción de Unasur. Cuando fue creada, el fallecido líder venezolano soñó con que las naciones latinoamericanas resolvieran sus propios problemas. ¿Qué mejor manera de honrar su mantra, ‘Sudamérica es para los sudamericanos’, que revivir a Unasur para rescatar la democracia de Venezuela?”, concluyen Gedan y Phalen en su columna.
¿Ya pasó la oportunidad?
Pero quizás ya es muy tarde para aplicar este protocolo a Venezuela, dijo a Pan Am Post Mariano de Alba, abogado venezolano especialista en derecho internacional y relaciones internacionales. La razón es, como la describen Gedan y Phalen, que Unasur “es un hombre muerto caminando”. La mitad de los países miembros -Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Paraguay y Perú- ya han anunciado su retiro. E incluso se habla de que la organización esta quebrada y su sede en Quito estaría a punto de convertirse en un centro de estudios superiores indígenas.
Sin embargo, para los analistas del Centro Wilson, la alegría que muchos manifiestan ante la caída en desgracia de Unasur parece olvidar el potencial del Protocolo sobre la Democracia para solucionar la crisis en Venezuela. De hecho, señalan que, paradójicamente, parte del fracaso de la gira que realizó el vicepresidente estadounidense, Mike Pence a Latinoamérica para presionar la acción contra Venezuela, se debió a que “la implosión de Unasur limitó la capacidad de Estados Unidos de alentar medidas más estrictas contra Nicolás Maduro”.
Pero además para De Alba, si bien es cierto que la cláusula democrática de Unasur permite medidas más fuertes que otras opciones similares (como por ejemplo la Carta Demócratica de OEA), como cierre de fronteras, o suspensión del comercio, “la impresión que tengo es que los gobiernos de la región no tienen ánimos de tomar ese tipo de medidas por las consecuencias que podrían tener sobre la población venezolana”, explicó De Alba.
Otro gran obstáculo para aplicar el protocolo (algo que también puntualizan los investigadores del Centro Wilson, es que la decisión debe ser unánime. Para De Alba, lo más probable es que Bolivia se oponga, e incluso ve improbable que se abstenga. Otro país miembro de Unasur que podría bloquear una decisión como esa seria Surinam. “Pero si la región hace un trabajo diplomático de envergadura, quizás sería posible” convencer a esos países, dijo. “Si la presión diplomática avergüenza a Bolivia en una abstención, la región finalmente impondría penas significativas para el giro autoritario de Venezuela”, destacan los analistas de Centro Wilson.
Buenas intenciones, pero poco realista
Para De Alba, el escrito de los analistas estadounidense “es un buen artículo que tiene intrínseco el debate sobre si es conveniente combinar sanciones y críticas fuertes contra el régimen de Maduro con esfuerzos diplomáticos con sus gobiernos aliados”.
De Alba ve el planteamiento de los analistas del Centro Wilson de forma mas pragmática. Cree que incluso si se hubiese concretado el escenario que plantea el artículo, estaríamos en una situación muy parecida a la de ahora. “Hubiese sido un hito simbólico y un duro golpe diplomático para el régimen, pero al final lo crucial es que la presión internacional no es suficiente y el régimen parece bastante cómodo internamente, conservando el apoyo de la élite que gobierna y el sector militar”, dijo.
Concluyó que hasta tanto esa situación continúe y no haya una oposición organizada que sea percibida como alternativa real de gobierno, “veo muy difícil que haya un cambio”.