Si hay algo que hacen las recesiones en los países es revivir los peores vicios de la política económica. El día de hoy el presidente de la Asociación Nacional de Empresarios Colombianos (ANDI), Dr. Bruce MacMaster, sorprendió al país con un decálogo de acciones para incentivar la demanda de bienes y servicios de producción nacional.
Por lo pronto, el presidente de la ANDI habló de estrategias como apoyar e incentivar la compra de productos colombianos, e insistir en el control del excesivo dumping que, según afirma, ha experimentado el país en los últimos meses. También dejó en claro la necesidad de fortalecer las cadenas de valor dentro de la economía Nacional.
Han sido épocas complejas para muchas empresas
Son nuestra principal fuente de empleo e impuestos, debemos evitar con convicción que pierdan viabilidad
Es tiempo de contar con una política de desarrollo empresarial
Por interés nacional#ApoyoLaEmpresaNacional#LasNotasDeBruce pic.twitter.com/2t1kZzo06R— Bruce Mac Master (@BruceMacMaster) June 7, 2020
Hasta ahí nada de malo; apoyar una estrategia de marca de productos nacionales o combatir la llamada competencia desleal son peticiones que se esperarían del presidente de un gremio como la ANDI. Lo que no se espera, es la petición del favorecimiento de determinadas empresas en licitaciones públicas, poniendo porcentajes mínimos de productos colombianos como criterio de selección, como lo propuso MacMaster en sus comentarios en el diario El Tiempo.
10 acciones de política pública, acciones empresariales y de comportamiento de consumidor consciente que protege y construye empleo nacional
Decálogo de #ApoyoLaEmpresaNacional pic.twitter.com/YlDXXk0TmW— Bruce Mac Master (@BruceMacMaster) June 11, 2020
La propuesta resulta cuando menos inconveniente, por lo que presenta un problema de riesgo moral en la contratación pública, o en español plano: corrupción. En Colombia es bien sabido un dicho entre los contratistas que —más o menos— dice así : “Al Estado se le cobra un 10 % más como mínimo”. De aplicarse la nueva medida es posible que el fatídico dicho pregone un porcentaje mayor.
Colombia es un país que tradicionalmente se ha visto en escándalos de cobertura nacional por el otorgamiento licitaciones en procesos fraudulentos. Por citar algunos cuantos escándalos se encuentran el del Cartel de la hemofilia, el otorgamiento del Tramo II de la Ruta del Sol a Odebrecht, los sobrecostos de Refinería de Cartagena (Reficar), los sobrecostos por $83 mil millones de pesos (USD$23 714 millones ) en el Plan de Alimentación Escolar (PAE), o la máquina tapa huecos de 11 800 millones de pesos (USD $3,2 millones ) en Bogotá.
Esto por solo nombrar algunos de los tantos casos que requerirían un libro entero para relatarlos. Tanto así que, de hecho, la Controlaría, la institución pública encargada de velar por el cumplimiento en procesos de contratación con el Estado, tiene un libro en el que están registrados todos estos casos, que más que un documento del Estado, se lee como una crónica policíaca.
Por ende, es difícil creer que un país que enfrenta tantos casos de corrupción y selección adversa en sus procesos de contratación pública, de alguna forma no termine perjudicando el bolsillo del contribuyente con la introducción de un criterio de selección que nada tiene de técnico o costo eficiente. Cuando mucho este criterio afectaría la transparencia de los ya dudosos procesos, elevaría sus costos, y retrasaría su ejecución, solo por determinar qué constituye que algo sea colombiano.
¿Qué significa que un producto sea colombiano de todos modos?
Por lo demás la petición de una cuota de productos colombianos en la contratación pública deja muchas dudas pues ¿Qué constituye un producto colombiano? ¿Debe la máquina que se va a usar para pavimentar vías, por ejemplo, haber sido ensamblada en Colombia? ¿Y sí el motor proviene de los Estados Unidos? O ¿Las llantas son Taiwanesas? ¿Hace eso el producto menos colombiano?
Para el año pasado no menos del 70 % de las importaciones del país fueron bienes de capital y materias primas procesadas, es decir, equipos duraderos y bienes intermedios que permiten producir productos y servicios finales. La realidad económica del país es que dependemos de las importaciones de esa maquinaria y equipos, y materias primas para nosotros poder producir; y una reconvención del aparato productivo nacional para sustituir esas importaciones no parece próxima.
Con excepción de algunos bienes básicos, la materia prima, y unos cuantos bienes intermedios, pocas cosas en la actualidad pueden ser consideradas completamente autóctonas de un país. Desde los años 50 se sabe que incluso una cosa aparentemente sencilla, como un Lápiz, sus materiales pueden provenir de numerosas partes del mundo, como lo explica Leonar E. Read en su bello texto, Yo, el Lápiz.
Aunque ya el Dr. Mac Master nos da una luz a qué se refiere con porcentajes de productos colombianos en los procesos de licitación, al afirmar “que sería lamentable que el metro de Bogotá se construyera con acero traído de China”, creo que los contribuyentes colombianos lamentarían más pagar un sobre costo por cuenta del lobby de las acerías colombianas.