Tras casi 100 días de protestas ciudadanas en Venezuela, la Mesa de Unidad Democrática (MUD) anunció su plan de convocar a unas elecciones sin participación del CNE, el órgano electoral al servicio del régimen ilegítimo.
En el mundo de mamarrachadas provenientes de la MUD (cómo llamar “Presidente” al narcodictador después de decretar vacío del cargo), una propuesta dentro de todo, sensata.
¿Era necesario un plebiscito para salir del régimen?
El país entero está alzado contra el régimen ilegítimo. La Asamblea Nacional (AN), elegida por una mayoría antichavista abrumadora, podría perfectamente haber formado un gobierno legítimo, tal como propuso en detalle Juan Carlos Sosa Azpúrua en su propuesta de 20 puntos que ha tenido gran acogida. Sin embargo, la MUD actuó de acuerdo con su historial optando por la vía más complicada, demorada y pasándole la responsabilidad del momento –que naturalmente cae sobre ellos por sus posiciones de liderazgo– a la ciudadanía.
El plebiscito no tiene ningún impacto real que no pueden tener diez diputados en rebelión firme y coherente, determinados y decididos a formar gobierno. Con o sin saboteadores dentro de la MUD-AN.
Es cuestión de enmarcar el discurso: “o estás con la ciudadanía apoyando proactivamente a un gobierno libertador de transición o eres un enemigo de la libertad y de Venezuela”.
La legitimidad está, el apoyo en la calle está. Lo que no hay es convicción en la MUD-AN. No importa si son 10, 50 o 150 diputados diciendo eso. Quienes lo hicieran, tendrían todo el apoyo nacional e internacional.
Pero no tienen la claridad, ni la convicción, ni la ambición de poder. Son inofensivos y lo único que saben hacer es participar en elecciones, así que eso hicieron. Jugaron a la papa caliente y le pasaron la responsabilidad –que es de ellos– a la gente.
Alerta: “Derrotar a la Constituyente” no es una victoria, es continuidad
En este aspecto, el plebiscito es realmente un sin sentido que le abre la puerta a Maduro para decir que él es democrático y que va a escuchar al pueblo al revertir sus planes de implementar la Constituyente, que como hemos señalado previamente fue presentada únicamente como pieza de negociación.
Luego de “derrotar a la constituyente”, la oposición puede cantar victoria y convocar a las elecciones regionales de diciembre 2017 mientras “mantiene presión” para que las regionales pasen a ser generales.
Es decir, todos los días de protesta, todos los heridos, todos los pequeños negocios quebrados, todas las muertes de los heroicos guerreros mártires de la libertad asesinados por el régimen, habrían sido en vano.
No conquistamos nada, pero la MUD puede cantar victoria. Pasaría lo mismo que con las elecciones parlamentarias. La MUD prometió que vendría el cielo a la tierra y mágicamente todos los problemas de Venezuela podrían ser solucionados por tener la mayoría en la Asamblea Nacional.
Evidentemente, nada de esto se hizo realidad, de nuevo por falta de convicción.
Igual, dentro de todas las incoherencias y “medidas” estériles de la MUD, esto es lo más sensato que han hecho entendiendo su marco de ingenuidad, infiltración e incompetencia.
La oportunidad: convertir al plebiscito en principio del fin
En la realidad paralela de artimañas legalistas –en las que frecuentemente caen muchos MUDistas– que sostienen que el cartel castrochavista es un “gobierno” y no un forajido grupo terrorista, el plebiscito no es una elección formal vinculante para el “gobierno”.
Tiene tanto valor legal como el mencionado caso de diez diputados alzando su voz por la libertad y dispuestos a formar gobierno. El problema está en que no existen esos diez.
En este sentido, el plebiscito por lo menos invita a la ciudadanía a hacer lo que el liderazgo no se ha atrevido a hacer: arrinconar a quienes dicen luchar por la libertad y de facto no mueven un dedo en esa dirección. Ya que el plebiscito va adelante, es fundamental utilizarlo no solo como un instrumento contra la tiranía, sino también contra la complacencia que abunda dentro de la MUD.
Quien después del plebiscito hable de negociación debe ser tratado como la peor escoria del régimen castrochavista. Quien no trabaje activamente por la libertad es un enemigo de la libertad.
Es hora de replicar el sentimiento de Bolívar cuando decretó la guerra a muerte, iniciando el período más sangriento de nuestra guerra de independencia, pero sin el cual ésta se hubiera perdido (200 años antes de que Chávez la entregara a Cuba): “Contad con la muerte, aun siendo indiferentes, si no obráis activamente en obsequio de la libertad”.
Así también, la muerte política debe llegar a quien no obre activamente por la libertad de Venezuela. Solo de las cenizas de una MUD plagada de colaboracionismo y complicidad podrá surgir una verdadera resistencia libertadora.
El plebiscito debe ser utilizado por los verdaderos defensores de la libertad para poner a los blandos dialogantes de la MUD contra la pared: si no cumplen, si no participan en formación de gobierno, si negocian elecciones generales antes de la salida del régimen, aténganse a las consecuencias. Son un obstáculo para la Venezuela libre y serán tratados como tal cuando se voltee el tablero. Serán perseguidos y juzgados como colaboradores del régimen. Es necesaria la amenaza.
¿Tendremos libertad el #17J?
No, nada habrá cambiado. Cualquier posibilidad de expulsión del cartel de la Habana de Miraflores requiere necesariamente decisiones firmes.
Los escenarios después del #16J serán esencialmente los mismos cinco escenarios que existían antes:
1. Las protestas se apagan por cansancio y frustración de la gente.
2. Miraflores siembra una victoria para la MUD que “derrota” constituyente: nada cambia.
3. Régimen impulsa constituyente, aumenta represión y se instala el sistema comunal de terror.
4. Protestas escalan a guerra libertadora que logra expulsar al régimen.
5. Diputados forman gobierno de transición.
El único logro que se puede sacar del #16J es la depuración de la oposición para convertirla en resistencia.
Para que la decisión ciudadana del plebiscito sea ejecutada va a seguir siendo necesaria la convicción de romper con los legalismos mareantes del régimen terrorista y, finalmente, armar un gobierno libertador –estén los que estén–.
Este gobierno libertador va a tener que convocar a todas las armas de Venezuela y sí, del mundo, a ponerse de su lado. Las palabras y los diálogos de nada han servido y de nada servirán. El único idioma que entienden los narcotraficantes –como los que mantienen secuestrado a los poderes de Venezuela– es el uso de la fuerza, o por lo menos la amenaza del uso de la fuerza.
La libertad solo llegará de esta manera. La pregunta es: ¿a cuántos más y a quiénes va a tener que asesinar el régimen para que esto finalmente se entienda?