“El periodismo ha muerto, se suicidó”, así culmina el artículo del diario Daily Wire sobre la mención que hizo una publicación del periódico USA Today la semana pasada sobre la falta de mujeres y “actores de color” en roles protagónicos en la película Dunkirk que acaba de salir en cines. La película trata sobre hechos reales, la evacuación de tropas aliadas —sobre todo británicas— de la costa francesa durante la Segunda Guerra Mundial. Al tratarse de una guerra a escala mundial, se libró en todos los frentes y por ende personas de ambos sexos, todas las nacionalidades, etnias y razas participaron. Pero en Dunkirk puntualmente, no. Por eso el autor del artículo anuncia que el periodismo ha muerto, porque en lugar de reportar una noticia en base a los hechos, se pretende llenar una cuota de sensibilidad social que en este caso exige una mentira histórica.
Se trata de una reseña sobre la película. Comienza indicando cómo el director de la saga del Caballero Oscuro de Batman e Interstellar, la película que expone la ejecución de la teoría de cuerdas, donde el humano rompe la barrera del espacio-tiempo y por ende puede viajar no solo en el tiempo sino a años luz, Christopher Nolan. Destaca cómo el director estimula los sentidos de su audiencia con experiencias estremecedoras y lo hace de nuevo con Dunkirk, Dunkerque en castellano. Relata la Operación Dínamo, conocida como la operación milagrosa de rescate. Ubica al espectador en el campo de batalla. Incluso en las escenas bajo el agua se puede llegar a sentir la falta del oxígeno y así ser tan protagonista quien ve como quién actúa.
Pero en medio de la ovación hace un paréntesis. Porque de acuerdo a la convención posmoderna, que predomina en la cultura actual, dentro de los parámetros de calidad debe haber una cuota de la afamada “justicia social”. Porque la búsqueda perpetua de la igualdad exige que nadie sea distinto. Entonces aclara:
“…puede ser chocante… el hecho de que sólo hay un par de mujeres y no actores principales de color.”
Recordemos que la película está inspirada en hechos reales. Por lo cual tiene una base histórica. Cabe mencionar que durante la guerra los índices migratorios eran bajos, ya que zonas civiles estaban bajo ataque. La cifra aumentó una vez terminada la guerra. Se estima que en la época posguerra (1950), había alrededor de 20.000 personas negras en Inglaterra, habitaban mayormente los puertos de Cardiff y Londres, es decir un porcentaje pequeño. El número oficial de combatientes en el puerto de Dunkirk era 400.000, de los cuales murieron 68.111 ingleses. Es decir, el triple de la población negra de años después. Con lo cual su representación en la película sería históricamente incorrecta.
La Segunda Guerra Mundial se llama como tal justamente porque involucró al mundo entero. En esa guerra batallaron personas de todo origen y composición genética, eso aplica tanto al sexo como las razas y etnias. Por ejemplo, los Red Tails fueron pilotos afroamericanos, que incluso tienen su propia película filmada en el 2012, sirvieron tanto en el Pacífico como en Europa. También combatieron sudamericanos de distintos orígenes, por ejemplo el cuerpo expedicionario brasileño, de los cuales muchos eran afro-brasileños. Eran conocidos como “serpientes humeantes”, ya que la no adhesión a ningún bando de muchas naciones sudamericanas hasta la última etapa de la guerra, hizo que surja un refrán que decía: “los brasileños entrarán a la guerra cuando las serpientes fumen”. Así que los soldados brasileños portaban una bandera con una serpiente humeante y llegaron a la fama cuando apenas 3 se enfrentaron a 400 combatientes de la Wehrmacht, las fuerzas de defensa alemanas, logrando que una banda sueca les rinda tributo con una canción. Se titula “Serpientes humeantes” y el coro dice: “Nosotros recordamos. Nunca se rindieron, héroes del siglo”.
Todavía existen los gurkas, legión dentro del ejército británico, de la India y Paquistán. En la Segunda Guerra Mundial, muchos de ellos de la religión sikh, conocida por sus turbantes y largo legado guerrero, pelearon en el frente asiático contra los japoneses en lo que era en ese entonces Birmania e Indochina, hoy Myanmar, Camboya, Vietnam y Laos. Así mismo, la invasión italiana de África se enfrentó a guerreros tribales de Etiopía bajo el mando del Emperador Haile Selassie, quien pasó a ser líder espiritual de los rastafari, ya que él proclamaba ser descendiente directo de la unión entre la reina de Saba y el Rey Salomón y por ende miembro del pueblo elegido de Israel, pero cuyo Sion -la Tierra Prometida- está en África.
Ejemplos sobran tanto en el campo de batalla como en las ciudades, igualmente las hazañas de mujeres, que levantaron la industria mientras los hombres combatían, ayudaron no solo a mantener a flote la producción sino a levantar naciones enteras que quedaron desintegradas.
Así que pasemos por un segundo de la pantalla grande a la pantalla chica, al último capítulo de Juego de Tronos. No se preocupen, no contaré ningún detalle spoiler que revele información para quienes no vieron Juego de Tronos. Pero aprovecho para destacar una escena que me marcó. Cuando Arya Stark se acerca a un grupo de soldados, uno le cuenta que fue padre. Pero que a los soldados no les envían cuervos con noticias. Ella le pregunta el sexo del bebé y él responde: “Ojalá sea niña, porque las hijas cuidan a sus padres cuando son ancianos, en cambio los hijos mueren peleando en las guerras de otros”. Y ese justamente fue el destino de millones de muchachos en la Segunda Guerra Mundial. Pero para nuestra generación es más fácil quejarse de que haya habido pocas mujeres en la guerra que repudiar que haya habido tantos varones.
Es decir, asumimos que la igualdad es que las mujeres estén a la par de los hombres, pero no tomamos en cuenta cuándo el hombre ha sido perjudicado, como es el caso de la guerra. Otro aspecto preocupante desde la perspectiva periodística es la investigación. Al autor de la nota le fue fácil denunciar la falta de diversidad, pero deja en evidencia que no averiguó sobre el suceso histórico. Es decir, se permitió hacer un juicio de valor sin sustento. Por ello el texto nos dice que el periodismo ha muerto. No invita a la reflexión. No muestra la noticia. Te dice masticado y agrega la dosis de corrección política que te advierte que no es igualitarista, como si fuese mérito. Cerca de medio millón de jóvenes arriesgaron su vida y al periodista le preocupa que no hayan habido más mujeres y personas “de color”, como si el blanco no fuese un color, no el hecho que haya habido una masacre.
En contraste, dejo esta reflexión final:
“Cuando uno sobrevive porque alguien está dispuesto a morir, como en la guerra, entonces eres inmune al sufrimiento de las personas que están muriendo, porque inviertes en su disposición a morir”, Warren Farrell, psicólogo, autor de El Mito del Poder Masculino.