Cada 15 de enero se conmemora el nacimiento, y consigo el legado, de Martin Luther King Jr, quien luchó por los derechos civiles en los EE. UU.
En su histórico discurso frente al monumento de Washington, Luther King hijo anunció que tenía un sueño “que mis cuatro hijos vivirán un día en un país en el cual no serán juzgados por el color de su piel, sino por los rasgos de su personalidad”.
Hoy, más de medio siglo después, lejos de ser superado, el racismo se ha institucionalizado.
El movimiento de los derechos civiles produjo la acción afirmativa, un decreto presidencial firmado por el presidente John F. Kennedy.
En 1961, firmó la Orden Ejecutiva 10925, mejor conocida como Acción Afirmativa por su contenido:
“Adoptar medidas afirmativas para garantizar que los solicitantes de empleo y los empleados sean tratados durante el empleo sin tener en cuenta su raza, credo, color u origen nacional”.
Así se estableció la Comisión Presidencial para la Igualdad de Oportunidades de Empleo (PCEEO). En principio, aplicaba para oficinas estatales y contratistas vinculados al Estado.
Con la muerte de Kennedy, asumió su vicepresidente, Lyndon B. Johnson, y dio un vuelco histórico a la medida. La retórica, y la implementación, pasó a ser “igualdad de oportunidades” a “igualdad de resultados” por medio da la Orden Ejecutiva 11246. Johnson lanzó esta campaña nada menos en Howard University, la primera universidad de alumnado negro, en tiempos de segregación racial.
A partir de entonces, a través del Estado, particularmente por medidas promovidas por el partido demócrata, la Casa Blanca adoptó políticas para privilegiar a minorías étnicas a través de diversos programas.
Es decir, en lugar de ser tratados como iguales, empezaron a tener tratos especiales. Surge, entonces, lo que se conoce como la contradicción lógica llamada “discriminación positiva”. Donde un grupo que ha sido previamente discriminado, pasa a ser privilegiado.
Esto ha logrado que personas aleguen ser de determinada raza o grupo étnico para acceder a becas, cuotas laborales, que por aumentar la “diversidad” en un establecimiento, contratan a las personas por su composición genética, más que por sus capacidades, incluso una senadora.
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Pero contradice otro de los puntos del discurso y del sueño de King que se basa tanto en la Constitución como en la Biblia:
Sueño que un día esta nación se levantará y vivirá el verdadero significado de su credo: “Afirmamos que estas verdades son evidentes: que todos los hombres son creados iguales”.
Pese a que la igualdad es parte activa de las campañas de justicia social, no alude al concepto teológico de King, tampoco al jurídico que nos otorga trato igualitario en un proceso jurídico.
Para el concepto de justicia social, los culpables no se miden por sus actos sino por su pertenencia a una clase u otra. La justicia es resarcitoria. Porque la justicia social no juzga a los individuos como tal, no divide a la sociedad entre individuos sino en dos clases: oprimidos y opresores, víctimas y victimarios. Por ende, no importa el comportamiento de una persona, importa su “clase”.
Hace apenas una semana, empezó un juicio contra el mayor buscador de Internet del mundo, Google, por discriminar ideológicamente, racialmente y sexualmente a sus empleados en caso de ser conservadores, blancos y varones.
Meses atrás uno de sus empleados fue despedido por demostrar cómo la compañía discrimina no solo a sus empleados sino cómo condiciona las búsquedas en Internet, es decir, es de carácter tendencioso. Asimismo, implementaba campañas de censura y adoptaba políticas abiertamente racistas hacia sus empleados blancos, y sexistas hacia los varones.
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Sin embargo, no apunta únicamente a estos grupos sino a quien cuestione la retórica predominante. A que cada vez más compañías e instituciones educativas tengan departamentos que se encargan de que los componentes genéticos, como son raza y sexo, de las personas, tengan suficiente representación.
La directora del departamento de diversidad e inclusión, una mujer negra, renunció a su cargo por las represalias que generó decir lo siguiente:
“Puede haber 12 hombres blancos, de ojos azules y rubios en una habitación y también serán diversos porque aportarán una experiencia vital diferente y una perspectiva de vida a la conversación”.
“La diversidad es la experiencia humana. Me siento un poco frustrada cuando la diversidad o el término diversidad se etiqueta a las personas de color, o las mujeres, o a los LGBT”.
En total contravención a lo propuesto por Luther King Jr., en el 2017/2018, en lugar de ser juzgados por su carácter, las personas obtienen trabajos y son expulsados de ellos por su color de piel e incluso hay quienes son contratados para encargarse que así sea y expulsados en caso de cuestionarlo.
Y eso no es todo, las agrupaciones más activistas —conocidos como guerreros de la justicia social— niegan la adhesión de integrantes blancos. Pueden ser parte de “la lucha” como aliados. Pues sostienen que su racismo es genético y como tal deben demostrar que pueden confiar en ellos, incurriendo en actos de violencia contra otros blancos, a quienes catalogan como “fascistas”; muchas veces sin serlo.
Para que se cumpla el sueño de Martin Luther King Jr., en particular la parte donde anhela que los hijos de futuras generaciones sean juzgados no por su color de piel sino por su carácter, no queda más que tratar a las personas como individuos, que sean representados por sus actos y no por su envoltura, por su genialidad y no por su genética, un componente biológico que difícilmente podemos cambiar.