
Este fin de semana dos de los presidentes más polémicos del continente americano se pronunciaron respecto al feminismo.
Maduro de Venezuela se declaró feminista y dijo que es “el presidente de las mujeres” mientras Donald Trump de los EE. UU. dijo: “No diría que soy feminista”, “Estoy a favor de las mujeres, de los hombres, de todos”.
Estas declaraciones nos llevan a explorar cómo la estrategia milenaria “divide y reinarás” se aplica a una ideología que divide a la humanidad en dos: hombres y mujeres.
Como tal, diversos políticos se aprovechan de la situación para afirmarse como héroes.
Soy y seré el Presidente de las mujeres. Me declaro feminista. No me tiembla la mano y mis ministras y ministros lo saben. No permitiré que ni una sola mujer deje de acceder a sus derechos de hoy y del mañana. #MujeresConMaduro2018 pic.twitter.com/3ewAVtJTno
— Nicolás Maduro (@NicolasMaduro) January 26, 2018
Fiel a la dialéctica marxista de la lucha de clases, que divide a la sociedad entre oprimidos y opresores, el feminismo —que nació en las esferas burguesas, al igual que el socialismo— ganó favor en las clases populares vinculando su discurso al victimismo. Tanto es así que en 1848 se publican tanto el Manifiesto Comunista, como el Manifiesto Feminista, cambiando el término burgués por hombre y proletario por mujer.
Es decir, por primera vez en la historia, una ideología logra dividir a la sociedad —y como tal a la humanidad— por la mitad.
Varios líderes populistas lo han sabido aprovechar. Pues el populismo divide a la sociedad entre pueblo y “anti-pueblo”. De este modo, el líder se proclama como salvador elegido por el pueblo para destruir al enemigo. O están con nosotros o están en contra.
En Canadá, por ejemplo, el primer ministro —abiertamente feminista— prohibió la incorporación de candidatos a su partido (en 2014) y a jóvenes que buscan ser parte del programa de verano (este año) que están en desacuerdo con el aborto, un ideal de la ideología que pregona, que promueve como “derecho reproductivo”. Esto quiebra la libertad de culto de incontables personas, al igual que la libertad de expresión. Este promotor de la diversidad, marca una línea cuando se trata de la diversidad de ideas.
Así mismo, la adopción de medidas partidarias que diferencian a la mujer del varón ante la ley, proliferan en el continente americano y España. En lugar de tratarle a la mujer con igualdad, se agrega peso a su favor en la balanza de la justicia. A través del femicidio y la “violencia de género”, la “justicia ciega” es cosa del pasado, al igual que la presunción de inocencia. Se juzga distinto tanto la vida como la muerte del varón, al igual que su testimonio.
Tanto es así que en Venezuela existe el Ministerio del Poder Popular para la Mujer y la Igualdad de Género e instituciones homónimas en varios países del habla hispana. Aunque pregonan la igualdad, no tienen un equivalente para el sexo masculino.
Y, aunque la lógica dicte lo contrario, no resulta contradictorio que un ministerio que promueve la igualdad sea para la mujer e ignora a la otra mitad de la población. Pues responde a un fin ideológico.
Pero lo cierto es que entidades como estas, lejos de “empoderar” a la mujer como reza el discurso, le condenan a la perpetua dependencia y a ser un instrumento de militancia.
Así lo indicó hace dos años, en el evento “El rol de la mujer en las ideas de la libertad”, Isabel Pereira de Vente Venezuela: “Nadie sufre más en Venezuela que las mujeres, porque no hay dolor más grande para una madre que no poder darle la leche a su hijo”.
Dada la escasez de recursos en Venezuela, desde la comida hasta los productos de higiene femenina se han convertido en un lujo no solo inalcanzable por sus costos sino inexistentes en muchos sectores por la falta de disponibilidad. Entonces el régimen, desde los tiempos de Chávez, promueve microindustrias —con fondos estatales— y cursos en entidades gubernamentales para la fabricación de productos de higiene femenina “ancestrales”, contra el “capitalismo salvaje”, ya que remontan a métodos de principios del siglo pasado.
Paralelamente, en los EE. UU., desde la elección del Presidente Trump, se han convocado las marchas feministas más multitudinarias de la historia en contra de su mandato. Uno de los detonantes fue el “acceso a anticonceptivos“. Multitudes marcharon exigiendo que el gobierno les financie los anticonceptivos, otras para que esté dentro de seguro laboral. Es decir, que sea o bien el Estado o su empleador quien costee sus elecciones personales.
Otra de las quejas es el costo de implementos de higiene femenina. Unos sectores piden “gratuidad”, otras subsidios y algunas impuestos para los productos masculinos.

Cuando las mujeres venezolanas están pariendo en condiciones insalubres, en medio de corredores, porque no hay infraestructura y la escasez de los productos más básicos lleva a mujeres indígenas a la frontera para regalar a sus hijos, porque no les pueden alimentar; mientras otras huyen a países vecinos para dar a luz con dignidad, millares de feministas en EE. UU. marchan con un gorro color rosa, simulando genitales femeninos, en protesta contra su presidente a quien llaman “misógino” y racista, basándose en acusaciones.
No obstante, a principios de este mes, el Foro de Mujeres Independientes analizó en detalle la situación laboral y sostiene que las mujeres negras han sido el grupo más beneficiado en términos laborales.
La tasa de desempleo entre las mujeres negras disminuyó del 7 al 5,8 %. Alrededor de 246,000 mujeres negras consiguieron empleo el año pasado. Entre las mujeres blancas, la diferencia más leve, pasó de 3,8 % a 3,4 % y las mujeres hispanas 5.9 a 5.3 %.
Dice el refrán que nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde.
En lugar de abogar por mayor autonomía, de ser libres de elegir entre una variedad de productos y ser ellas mismas, con sus propios recursos, capaces de abastecerse, buscan políticas que solventen lo que buscan.
Pese a que el embarazo precoz viene dado —en parte— por la falta de acceso a anticonceptivos en Venezuela, el gobierno de Maduro aprobó un monto de 700.000 (USD $3,5) para mujeres embarazadas; mientras el salario base en Venezuela es de 248.510 (USD $1,24).
Esto expone une doble miseria. Cómo el Estado, mientras más grande es, anula las capacidades de las personas, de las familias, de mantenerse por sí solas y a cambio, suple ese rol.
En comparación con cualquier nación, el monto que ofrece es una miseria; pero en Venezuela marca la diferencia entre la vida y la muerte, y los líderes socialistas se benefician de la situación que generan. Pues, mientras más dependiente es la población, más necesitarán de su gobierno; así sean quien provoca la carencia.
La diferencia está en la narrativa. Trump no ofrece políticas ni campañas apuntadas hacia la mujer ni el varón sino hacia todos, trabajo y no subsidios, autonomía y no dependencia. Disminuyó el desempleo y los recortes de impuestos, lo que permite que los ciudadanos conserven más de su dinero, esto influenció positivamente sobre las mujeres de todas las etnias.
Cabe destacar, entonces, que defender el feminismo no implica defender a la mujer. Pues esa ideología lejos de promover la autonomía, por su vínculo inexorable al socialismo, genera dependencia estatal. No le “empodera”, no le libera. No se le/nos está tratando con igualdad sino con suprema condescendencia y a la par al varón con indiferencia.
Que Maduro sea o no feminista queda en su concepción, lo que sí está claro es que no gobierna para las mujeres ni para nadie más que quienes se benefician por sus vínculos a quienes están en el poder y tienen una ración del monopolio.