Luego de las elecciones legislativas celebradas en Cuba a principios de esta semana, se da inicio hacia un posible periodo de transición. Ahora se avecina un cambio de mando en la corona de la dinastía Castrista.
De acuerdo al orden democrático, es el vicepresidente quien sucede al presidente. En el caso de Cuba, eso le corresponde al primer vicepresidente Miguel Mario Díaz-Canel. Sin embargo, como desde 1959 el poder ha estado en manos de los hermanos Castro, es aun incierto qué pasará.
Para tener una proyección más clara, contactamos a Juan Juan Almeida, hijo del Comandante Almeida, quien fue considerado hasta su muerte, hace 9 años, el tercero al mando —bajo el cargo de Vicepresidente del Consejo de Estado.— después de Raúl y Fidel. El Comandante participó del asalto al Cuartel de Moncada, de la revolución posterior al desembarco del Granma y la toma del poder de 1959.
“No es secreto; pero muchos no quieren ver que el liderazgo histórico del régimen de la Isla camina hacia un traspaso que no llega por convicción sino por agotamiento biológico. Es necesario, obligatorio y natural un cambio generacional y todo lo que esto conlleva en cuanto al discurso, el entendimiento y la armonía”, dice Almeida.
Cambio de mando
Almeida sostiene que Díaz-Canel es un dirigente aceptado, pero eso no quiere decir que sea un hombre respetado. Los militares, que llevan décadas en sus cargos, representan al “ancienne regime” que está por llegar a su fin.
No considera que Díaz-Canel va a generar fricciones entre las tropas, pues no es un dirigente reformista, aunque por obvias razones está obligado a hacer cambios.
Almeida plantea que de ser Díaz-Canel el sucesor del régimen, el grado de apertura o de cierre de su gestión de gobierno dependerá en gran medida del cómo Estados Unidos enfrente esta nueva coyuntura.
Alega que el comportamiento humano no se puede predecir como una fórmula aritmética. Por ejemplo, Gorbachov, quien manejó la transición de la Unión Soviética a lo que es hoy, era parte del Partido y también de la KGB (inteligencia rusa bajo el régimen socialista).
Por la visibilidad que le han dado, Almeida dice que es seguro predecir que el sucesor será Díaz-Canel; pero hay otros candidatos como Bruno Rodriguez Parrila, Lázara Mercedes López Acea o Lázaro Fernando Expósito Canto, entre otros; pero para los hombres y mujeres sobre cuyos hombros pesa el sostén de la estructura del Gobierno y el Estado, mucho más que el sucesor, lo importante es saber quiénes serán los integrantes del nuevo grupo de Gobierno que quedará instituido después del próximo 19 de abril, cuando Raúl supuestamente abandonará la presidencia.
Influencia militar
“Cuba es una dictadura sui géneris”, dice Almeida. Con lo cual pensar que el hecho que Díaz-Candel ejerció apenas 3 años en el servicio militar le podría excluir de tomar el mando, no es viable. No hay una hegemonía entre los militares.
Llama a las Fuerzas Armadas cubanas “parte activa del pueblo”. Los reclutas, soldados y oficiales, salvo contadas excepciones, padecen los mismo problemas que sufren los opositores, los disidentes, las Damas de Blanco y el resto de la población.
Propone que la oposición no ha mostrado, o no ha podido mostrar, un programa seductor ni atractivo capaz de capitalizar el descontento que tienen los más de 11 millones de cubanos.
En vista de la ilegalidad de otros partidos que no sean el comunista, y por tanto la persecución a quienes buscan hacer política fuera del partido de gobierno, esa situación no ha mejorado sino que el monopolio se conserva en las mismas manos que pronto designarán quién será el sucesor del trono.
Exilio
Juan Juan Almeida, llamado igual que su padre, nació en La Habana. Junto al Comandante Almeida conoció cada rincón de la isla.
Académicamente se formó como licenciado en Ciencias Penales. Aunque no se considera analista, activista ni historiador; debido a su origen genético, se crió en el epicentro de la política cubana.
Sobre las mesas bajo las cuales jugaba de niño se tomaron decisiones que afectaron el destino de los cubanos y tantas otras nacionalidades regionales. Así conoció cómo pueden reaccionar la mayoría de los dirigentes cubanos ante determinados estímulos.
Considera que en Cuba lo peligroso no es vivir sino contar lo que vives. Por eso salió de Cuba. Mejor dicho, le empujaron, por vivir las diferencias, combatirlas y contarlas.
Por ejemplo, a principios de la década de los 90, llegó a la a casa del jefe escolta de su padre y le contó que, durante una reunión donde unicamente asistieron los miembros del entonces Consejo de Estado de la República de Cuba, que se había celebrado en el 4to piso del MINFAR, José Ramón Machado Ventura le había mostrado a Raúl Castro, y a todos los presentes, varios expedientes con fotos de un grupo de jóvenes, cuadros dirigentes, como propuestas para que fueran designados en distintas direcciones.
Entre ellos estaba la foto de un tal Miguelito Díaz-Canel, quien Raúl rechazó alegando que estaba demasiado joven y que “había que foguearlo un poco”.