En la actualidad la censura es la forma más destacada para controlar el discurso y los progresistas son los principales ejecutores. Mediante campañas masivas y el uso (y abuso) de redes sociales, logran dejar sin empleo a profesionales en desacuerdo con sus opiniones. En rechazo a este autoritarismo, más de 150 intelectuales, escritores, artistas y periodistas emitieron una carta en inglés para poner fin a la “cultura de la cancelación”. Ahora España se sumó a la iniciativa:
«Queremos dejar claro que nos sumamos a los movimientos que luchan no solo en Estados Unidos sino globalmente contra lacras de la sociedad como son el sexismo, el racismo o el menosprecio al inmigrante, pero manifestamos asimismo nuestra preocupación por el uso perverso de causas justas para estigmatizar a personas que no son sexistas o xenófobas o, más en general, para introducir la censura, la cancelación y el rechazo del pensamiento libre, independiente, y ajeno a una corrección política intransigente. Desafortunadamente, en la última década hemos asistido a la irrupción de unas corrientes ideológicas, supuestamente progresistas, que se caracterizan por una radicalidad, y que apela a tales causas para justificar actitudes y comportamientos que consideramos inaceptables. Así, lamentamos que se hayan producido represalias en los medios de comunicación contra intelectuales y periodistas que han criticado los abusos oportunistas del #MeToo o del antiesclavismo new age; represalias que se han hecho también patentes en nuestro país mediante maniobras discretas o ruidosas de ostracismo y olvido contra pensadores libres tildados injustamente de machistas o racistas y maltratados en los medios, cuando no linchados en las redes».
Entre los firmantes se destacan Mario Vargas Llosa, Fernando Savater, César Antonio Molina, Mercedes Monmany, Luis Alberto de Cuenca, José Manuel Blecua, Adela Cortina, Arcadi Espada, Ignacio Martínez de Pisón, Juan Soto Ivars, Sabino Méndez, José María Merino, Carmen Posadas, Elvira Roca Barea, Borja Sémper y Óscar Tusquets.
«El respeto a la libertad de expresión es previo al enfrentamiento político», explicó uno de los firmantes Juan Soto Ivars para ABC.
En medio de la pandemia del coronavirus, el Gobierno de coalición socialista en España agravó la censura, apuntada a la prensa, al pasar las preguntas de los periodistas por un filtro oficial.
Espero un plante masivo de los medios de comunicación españoles. Sin excusas.#LaLibertadDePreguntar https://t.co/jGAEUP01WQ
— Beatriz Becerra 🇪🇦 (@beatrizbecerrab) April 1, 2020
Dicho filtro es aún más profundo en las regiones con ansias de autonomía. El caso más destacado de España en materia de censura se vive principalmente a través de los nacionalismos que buscan imponer su lengua regional por encima del español. Es decir, no solo buscan regular qué se dice, sino hasta en qué idioma se dice.
El sentimiento antiespañol no se limita a la coyuntura actual, se extiende al pasado. Estatuas de Cristóbal Colón está siendo destruidas en España, y la estatua de San Junípero Serra, al igual que ocurrió con la de California, EE. UU., también fue vandalizada.
Lo advertí ayer y ha pasado. Desde el @ajuntpalma han ayudado. pic.twitter.com/V4wuGG8zI3
— Bernat Company Plaza (@BernatCompany) June 22, 2020
«Se ha llegado a un punto de delirio: derribar y pintar estatuas, la petición de que Colón no descubra América… Un proceso que nos lleva directos al analfabetismo cultural, volver a las cavernas y a las dictaduras», explicó la escritora Mercedes Monmany, una de las firmantes del manifiesto contra la cultura de la cancelación.
«Se pide partido único, pensamiento único, tendencia única»
Monmany asegura que se está «llegando a unos niveles de histeria exagerados, copiando los métodos totalitarios de las dictaduras. En éstas, la censura se hacía a las claras, y en las democracias es encubierta, la mordaza es sutil. A ello se suma el problema de las redes sociales, donde todo es muy agresivo, blanco o negro. El insulto es lo primero que se utiliza, en vez del argumento. Son sociedades que han perdido la capacidad de argumentar, de debatir, de intercambiar opiniones… y produce la autocensura, gente acobardada, una sociedad que baja la cabeza. Se pide partido único, pensamiento único, tendencia única».
El rechazo a partidos por fuera de la izquierda es frontal. Los separatistas incluso agreden físicamente a sus detractores, como sucedió en el País Vasco durante la visita de la delegación de Vox en el marco de las elecciones parlamentarias. La diputada Rocío Meer fue lastimada por los nacionalistas vascos cuando estos le lanzaron piedras.
@MeerRocio sangrando de una pedrada. Rocio es hoy la imagen de la dignidad, de las mujeres y de España. Luz contra la barbarie de esos hijos de puta.
— Víctor González (@vicpiedra) June 26, 2020
«Fascistas», término usado para silenciar
«¡Fascistas fuera de aquí!», fue una de las tantas amenazas gritadas y pintadas contra los políticos en el País Vasco.
El término “fascismo” ha sido popularizado por agrupaciones de extrema izquierda como herramienta para silenciar y atacar a sus adversarios. Incluso lo emplean contra políticos más “progresistas”, como Ciudadanos.
En la marcha del 8 de marzo, “Día de la Mujer Trabajadora”, las mujeres de Ciudadanos fueron expulsadas bajo el grito “fuera, fascistas de nuestros barrios”, entre ellas la vicealcalde Begoña Villacís.
https://twitter.com/ChalecosAmarill/status/1236936717598429185?s=20
Los socialistas excluyen a las mujeres de derecha del feminismo
La vicepresidente de España, Carmen Calvo del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), dejó en claro: “El feminismo es de todas; no bonita, nos lo hemos currado en la genealogía del pensamiento progresista, del pensamiento socialista”.
En teoría, el feminismo defiende a la mujer. En la práctica no aplica para mujeres no son de izquierda.
«¿Por qué tienen que hablar en mi nombre (Carmen) Calvo o (Irene) Montero? ¿Porque nacimos con los mismos órganos?», exclamó Cayetana Álvarez de Toledo, portavoz en el Congreso del Partido Popular de España.
“Las mujeres no somos bloques, no somos un colectivo identitario y granítico. No todas pensamos lo mismo. En mi nombre no puede hablar nadie, ni un hombre ni una mujer”, sentenció.
Es en rechazo a este colectivismo que asume lealtades según el sexo y la nacionalidad de las personas, que cada día más intelectuales le hacen frente al radicalismo de la extrema izquierda que pretende imponer un discurso único.