Los partidos políticos en Argentina presentan muchos de los vicios que produce la corrupción enquistada en el los estamentos del Estado.
El que desee ser candidato hoy, por ejemplo a un cuerpo legislativo, tiene un solo camino: pegarse a un dirigente y brindarle su obsecuencia total a la espera de aparecer luego de las negociaciones turbias de su “padrino” político en un puesto con posibilidades de resultar electo.
Atrás quedaron los días donde los partidos tenían elecciones internas para dirimir sus autoridades y candidaturas.
Los Kirchner, ante esta situación, decidieron impulsar una reforma política que incluyó la figura de las PASO (Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias). Luego de su implementación, las elecciones nacionales pasarían por una instancia previa. Allí todos los partidos, los que tengan primarias y los que no, deben presentarse a una primera contienda electoral. Los que “tengan PASO” con sus respectivas listas, y los que no diriman internas, con su lista única, que será la que se repita en la elección definitiva.
Claro que esta movida, como todas las que impulsaron Néstor y Cristina Kirchner, poco tuvo de compromiso democrático y republicano y mucho de oportunismo. Como ellos se encontraban en una posición de poder casi total, asumieron que la herramienta de las PASO dividiría a una oposición y a sus partidos. Generalmente el que maneja “la caja” del Estado, no tiene mucho debate sobre sus candidaturas.
Cuando esta herramienta entró en vigencia hace nueve años, en lo personal tuve sentimientos encontrados. Por un lado y a simple vista es positivo que se generen posibilidades para abrir los partidos cuando el poder y los recursos estatales terminan decidiendo todos los asuntos, pero por mi perspectiva liberal algo me hacía ruido en relación a la implementación estatal de la medida. Sin dudas el escenario ideal sería que cada partido tenga una convicción democrática puertas adentro y que los mismos afiliados sean los que reclamen la oportunidad de elegir las candidaturas.
Después de casi una década de la existencia de las PASO ya no quedan dudas. Se trató de un fracaso descomunal. La mayoría de las elecciones, la mayoría de los partidos y frentes no han presentado variantes para las primarias y en casi todos los casos, se repitió la misma lista de candidatos en agosto y en octubre. Como si esto fuera poco terminaron de desaparecer las pocas elecciones internas que tenían los partidos y el Estado enfrenta los costos de dos elecciones a costa de los contribuyentes.
Pero sin duda la muestra más grande de este fracaso la estamos viendo en esta elección, donde los dos bandos enfrentados, que supuestamente representan dos modelos antagónicos, han caído en el mismo vicio de buscar cualquier excusa para esquivar las primarias.
Ni Cristina Kirchner ni Mauricio Macri quieren que sus espacios pasen por una primaria. Por el lado de Cambiemos, ya se confirmó que habrá lista única. En el kirchnerismo no se pudo confirmar el éxito de la intención, pero también se apunta a impedir que exista competencia interna.
Florencio Randazzo, exministro del Interior y Transporte de Cristina, ya había querido competir por la presidencia en 2015, pero la orden de la jefa fue más fuerte que la existencia de la PASO. Hoy decidió presentar las firmas del distrito necesarias para competir, pero el kirchnerismo duro buscará la forma de generar un impedimento legal para cerrarle el camino.
Por el lado de Cambiemos, el exembajador en Estados Unidos Martín Lousteau reconoció sus intenciones para competir en una primaria en la Ciudad de Buenos Aires. Con tal de no ir a esa instancia, el frente oficialista cerró legalmente la alianza sin su socio a nivel nacional, la Unión Cívica Radical, porque en el distrito decidió apoyar la candidatura de Lousteau.
Estas dos realidades demuestran que la herramienta de las primarias obligatorias no ha funcionado.
Sin dudas el marco ideal, como dijimos, sería el de ciudadanos comprometidos con la política, formando parte de partidos que elijan transparencia y democracia interna.
Pero si piensan generar un marco legal para impulsar las primarias, sin dudas la reglamentación no debería poder generar exclusiones, más allá de que los interesados en excluir sean Cristina Kirchner y Mauricio Macri.