
Si hay algo que no falla en vísperas de las elecciones en Argentina es la necrofílica, actitud del peronismo de desenterrar a Eva y a Juan Domingo Perón con la finalidad de utilizarlos para la campaña. Nadie sabe con certeza que impacto positivo (o negativo) pueda tener esto, pero lo que es seguro es que los líderes, fallecidos en 1952 y 1974 respectivamente, estarán presentes en cualquier contienda electoral.
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Desde las elecciones de 2003, cuando el peronismo fue dividido en tres frentes (Menem, Rodríguez Saa y Kirchner) que a la necrofilia se le sumó el tironeo, ya que más de un peronista se abogaba la verdadera representación del caudillo fundador del movimiento, como ya había sucedido en vida del líder, en momentos de su exilio.
Una nota de color de la historia de traiciones y mística peronista tuvo lugar dos años después, en las legislativas de 2005, cuando la facción de Eduardo Duhalde interpuso un recurso legal para que el kirchnerismo no pudiera pasar la marcha peronista en sus actos, al menos no en su versión original. La respuesta de Aníbal Fernández fue toda una muestra de la delicadeza justicialista: “Que la marchita se la metan en el culo”, comentaba por entonces uno de los responsables de que el kirchnerismo perdiera la provincia de Buenos Aires diez años después frente a Cambiemos.
Como era de esperarse, la expresidente Cristina Kirchner, en su acto de cierre de campaña en la jornada de ayer, hizo la tradicional referencia al fundador del Partido Justicialista, aunque ella misma se haya presentado por afuera para evitar la primaria: ”Si Evita viviera votaría a Cristina, Perón a Taiana (su compañero de fórmula para el senado), y los dos a Unidad Ciudadana”.
El problema de la Argentina es que, como dijimos, ya no solo es uno el espacio político que revindica al caudillo que se inspiró en los fascismos europeos de la década del 30 para condenar al país a un atraso del que todavía no sale. Hoy tenemos varios peronismos que se reconocen como los hijos legítimos de Juan Perón, pero como si esto fuera poco, el frente oficialista Cambiemos también decidió disputarse el imposible voto del hombre que murió hace 43 años.
Esteban Bullrich, candidato macrista que compite contra la expresidente Kirchner, opinó que, de vivir Juan Domingo Perón, este votaría por Cambiemos y lo justificó con dos argumentos:
El Perón “del 46, que llegó para construir la justicia social y que no hubiera pobreza en la Argentina, no votaría a aquellos que dejaron uno de cada tres argentinos en la pobreza”.
Con respecto a la última versión del tres veces presidente, Bullrich advirtió: “El Perón del 73, el que decía que para un argentino no hay nada mejor que otro argentino, votaría a aquellos que están queriendo unir a los argentinos y no dividirlos”.
Estas tres etapas recientes (del peronismo pos-Perón, de la división del peronismo y del “no peronismo” peronista) lo único que hacen es darle la razón a las palabras del mismo general: “Los peronistas somos como los gatos. Cuando parece que nos estamos peleando, en realidad nos estamos reproduciendo”.
Mientras tanto en Argentina sigue vacante el lugar de un espacio político que se manifieste, no necesariamente “antiperonista”, pero al menos “no peronista”. Lo que me recuerda otra idea del caudillo, que seguramente jamás imaginó su vigencia a casi medio siglo de su muerte.
Al regresar al país del exilio, en el marco de una conferencia de prensa, Perón hizo referencia a todos los partidos políticos, radicales, socialistas y conservadores, pero sin nombrar al peronismo. Cuando se le preguntó el motivo de la omisión, Perón respondió: “es que peronistas somos todos”. Tenía razón.