
El colapso político, económico y social al que llevó el kirchnerismo a la Argentina es incuestionable. La herencia dejada con una inflación galopante, control de cambios, desabastecimiento energético, corrupción, inseguridad y otras tantas cosas hicieron que el peronismo hoy atraviese posiblemente su momento más difícil desde el retorno a la democracia: en oposición y divididos por la presencia de Cristina Fernández.
Sin embargo hay que reconocer que las políticas aplicadas en este período siempre estuvieron en sintonía con el discurso. Se decía que lo que se necesitaba era más estatismo… y se generaban políticas públicas más estatistas. El fracaso total del modelo hizo que hoy, al menos, hayan aparecido algunas voces críticas en Argentina desde una perspectiva liberal.
Con el cambio de Gobierno, más allá de salir de la barbarie total, de la sociedad con Maduro y la teocracia islámica de Irán, se generó un cambio en el enfoque político sobre la causa de los problemas que nos aquejan y cuáles podrían ser las posibles soluciones. Mientras que antes se hacía un diagnóstico equivocado y se aplicaban políticas públicas fracasadas, ahora vemos como se solucionó una sola parte del problema.
Los dos primeros años de Mauricio Macri no fueron fáciles. El kirchnerismo se mostraba todavía fuerte y la minoría parlamentaria del oficialismo fue un inconveniente para buscar reformas profundas. El contexto adverso terminó hace dos semanas con una victoria en casi todo el país en las elecciones legislativas. Se esperaba un fuerte anuncio y un relanzamiento de la gestión de Cambiemos, que finalmente tuvo lugar esta semana.
Ya sin la debilidad política que sufrió los primeros meses, Macri estaba en condiciones de anunciar su plan sin los viejos temores de desestabilización del peronismo. Las urnas hablaron, la oposición reconoció el liderazgo del presidente y Macri debía marcar el rumbo. Los planetas estaban alineados para una oportunidad histórica.
Todo estaba previsto para un gran anuncio en dos instancias: la presentación política del plan del presidente y el comunicado de la herramienta para llevar los planes a cabo por parte del ministro de Hacienda al día siguiente. Lo que debió ser algo relacionado y coordinado terminó siendo el extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde.
El lunes el presidente argentino brindó un discurso memorable. Después de años de populismo irresponsable, el Jefe de Estado dijo cosas como que “el Gobierno no puede gastar lo que no tiene”, que el “desarrollo vendrá del sector privado y no del Estado” y que había que “bajar los impuestos”. Incluso se le animó a algunas de las “vacas sagradas” como la educación pública, a la que acusó de tener malos resultados que no se condicen con el dinero que cuesta.
Sin embargo la presentación del ministro Dujovne, a tan sólo horas del anuncio presidencial, fue tímida, generalmente insuficiente y en algunos aspectos mala. El plan oficial que el Gobierno buscará aprobar en el Congreso (que lógicamente se convertirá en algo peor luego de la negociación con el peronismo) mostró que no hay planes de ningún recorte de la descomunal burocracia política, que los impuestos perjudiciales al trabajo serán con cuentagotas (para acercarnos a la situación de Chile necesitaríamos medio siglo del programa aplicado al pie de la letra) y, como si esto fuera poco, se incrementaron algunos impuestos y se inventaron otros.
Un ejemplo de esto es el nuevo gravamen al vino del 10 % que ya ha generado críticas por parte del sector y de los Gobiernos locales.
Si bien era comprensible el primer paso “gradualista” tras asumir la presidencia, las medidas propuestas en este contexto político son incomprensibles. Hoy el macrismo está en plena luna de miel con los medios de comunicación, con la mayoría de la opinión pública a favor, con la capitalización de la imagen paupérrima de su principal opositora y con la colaboración de la oposición más razonable.
Si bien hay que reconocer el discurso del presidente, que en teoría da una idea de sus intenciones, no se puede pasar por alto la contradicción con las herramientas con las que piensan cumplir los objetivos.