La mañana de hoy lunes en los medios argentinos tuvo lugar una noticia que escapó a la tradicional agenda política y a los goles del domingo. Una situación, que si bien se da con regularidad, casi nunca se visibiliza: Una joven vio denegada su entrada a una discoteca por cuestiones de índole meramente superficial.
Según su misma declaración, los responsables del local “Rose in Río” le negaron el acceso por cuestiones vinculadas a su peso y vestimenta. Para los responsables del lugar, ella “no daba con el target”.
El caso conmocionó a los periodistas que escuchaban de Agustina Ríos Martínez, de 25 años, que ella prefiere reunirse con amigas a escuchar música, o ir a “lugares más tranquilos” ya que, lamentablemente, estos casos son frecuentes. Las dificultades de la joven con relación a similares eventos en el pasado la han hecho sufrir ataques de pánico y ansiedad, que se vieron incrementados luego del lamentable episodio del fin de semana.
A pesar de que la difícil situación es usual, sobre todo en las discotecas de la zona (Costa Salguero), Agustina decidió que esta actitud no debía quedar impune, y a pesar de lo difícil que resultó el momento en cuestión, decidió hacerlo público y el nombre de “Rose in Río” como los de sus propietarios y encargados, pasaron a ser la noticia del día.
https://www.youtube.com/watch?v=NYd__YQD-e0
El pedido de todos los comunicadores argentinos: “Que el Estado intervenga”
Por lo que se puede interpretar de las manifestaciones de la joven, que incluso brindó una entrevista televisiva para relatar lo sucedido, se percibe que Agustina es una chica normal, que de ninguna manera podía representar una amenaza para el establecimiento, como para que el local bailable recurra al derecho de admisión y rechace su entrada. Todo da a entender, que como dice la protagonista, se le negó el acceso por las lamentables razones relatadas por ella.
Con el hecho consumado, los comunicadores esbozaron un único reclamo, en sintonía con la mayoría de los comentarios en las redes sociales: Que el Estado tome cartas en el asunto y que le lluevan a los propietarios las multas y pedidos de clausura, para que, como dijo una periodista, “sufran donde más les duele…en el bolsillo”.
Esta reacción, que lamentablemente puede ser la primera que se le venga al argentino promedio a la cabeza, deja varias cuestiones para el análisis. Para empezar, el estatismo como patología. Nadie podría cuestionar que los periodistas eran honestos en su reclamo, que estaban movilizados y que de tener enfrente a los propietarios de la discoteca y que probablemente les arrojarían algo por la cabeza en repudio. Sin embargo la solución de la intervención estatal (como primera y única propuesta) para corregir situaciones desagradables como esta, tienen un potencial contraproducente y en cierta manera es la “salida fácil”.
Potencial contraproducente
Si el Estado, por razones y causas bienintencionadas, como la que estamos analizando, decide vulnerar el derecho de propiedad y admisión se abre una caja de pandora que se sabe cómo comienza, pero no como termina.
Si vamos a los casos más representativos de la discriminación y el odio, las referencias al nazismo alemán son las primeras que vienen a la cabeza, aquellas terribles experiencias donde el resentimiento hacia el prójimo llevó al mismo exterminio de millones de seres humanos.
La historia está llena de capítulos negros, donde si bien no se llegó siempre a situaciones como las vividas durante la Segunda Guerra Mundial, se advierten varios terribles casos de discriminación, como por ejemplo el Apartheid en Sudáfrica.
A pesar de que cada historia tuvo su nivel propio de gravedad, el denominador común de estos episodios es que estas pesadillas fueron desarrolladas por y desde el Estado. Salvo los crímenes de odio realizados por organizaciones “privadas” como el Ku Klux Klan, el mayor homicida y la amenaza más grande para diversas minorías ha sido siempre algún Estado.
Más allá de las intenciones, un Estado con más poder es una amenaza más grande para las libertades individuales. Una vez que se les dan las prerrogativas (más allá de las intenciones) al monopolio legal de la fuerza, nos encontramos en un escenario de mayor riesgo para las personas.
Si consideramos, justamente, que un local debe renunciar a su potestad como propietario por orden gubernamental…¿Qué podría evitar que el día de mañana, por ejemplo, se deba permitir el ingreso de un joven que no tiene dinero para pagar la entrada? Cuando el Estado decide por los particulares los resultados son siempre negativos. Y el camino al colapso total siempre es gradual y los primeros pasos son siempre “bienintencionados”.
La “salida fácil” y lo que sí podemos hacer
También hay que reconocer que, más allá de lo que pueda afectar a una persona una situación desagradable como la ocurrida este fin de semana en Buenos Aires, pedir al Estado el castigo, en cierta manera nos desliga de nuestra responsabilidad como individuos y como sociedad.
Hay mucho de lo que podemos hacer para “castigar” a estos establecimientos si estamos comprometidos a hacerlo: simplemente dejando de ir a estos lugares. Tomar cartas en el asunto, hablar con nuestros allegados, con nuestras familias, educar en buenos principios para no convalidar tan repudiable situación es más difícil que pedir por el castigo estatal.
Pero si tanto nos afectan estas cuestiones, dediquemos nuestro tiempo y recursos para defender ciertos valores y dejemos al Estado para otras cuestiones, ya que cuando se lo invita a donde no tiene que intervenir, no causa más que problemas.
Hoy todos los argentinos saben cuáles son los valores de la discoteca “Rose in Río” y, supuestamente, muchos estamos de acuerdo en que son una porquería. Si cada persona es consecuente con sus dichos, el próximo fin de semana el local bailable se verá sin clientes. Vacío.
Aunque sea complejo de entender, ese castigo es más civilizado, potente y adecuado para la construcción de una Argentina madura y productiva. Lamentablemente, hasta el día de hoy, el doble discurso, el Estatismo como patología y la hipocresía, nos da a entender que el local enfrentará alguna clausura, pagará una multa económica y que nuevamente estará repleto de jóvenes, muchos de los cuales harán bromas por el peso o la vestimenta de Agustina.