El macrismo ha dividido su discurso de gestión en dos etapas. Al principio del mandato, el equipo de Cambiemos se decidió por evitar las malas noticias. No se blanqueó en detalle la complicada herencia recibida y se generó un discurso de optimismo. Pero la endeble situación económica, sumada a ciertas complicaciones exteriores, apareció como un iceberg amenazando el futuro del Titanic de los globos amarillos.
Ahí el oficialismo tuvo que desenterrar a Cristina Fernández de Kirchner para echarle una culpa tardía de todos los males que aquejan a los argentinos. Del error garrafal de no especificar el país que dejó la expresidente, el macrismo pasó a basar toda su existencia en la polarización con CFK. Las constantes devaluaciones, la inflación, el acuerdo con el FMI y la difícil situación que atraviesan la mayoría de los argentinos hicieron que la figura de la expresidente se convierta casi en el único capital político de Cambiemos.
El gobierno suele llevar esta cuestión casi al extremo, por lo que muchos votantes que acompañaron a Macri en 2015 consideran que la situación es casi una extorsión. “O siguen con nosotros o vamos a Venezuela”. Las imágenes del desastre bolivariano y las extrañas declaraciones de Kirchner sobre la necesidad de terminar con la división de poderes independientes, no hace otra cosa que “darle letra” a un gobierno golpeado.
Toda la estrategia de Cambiemos, mejor dicho de “Macri presidente”, se basa en la competencia con Cristina. No es casual que las encuestas confirman que el jefe de Estado argentino le gana cómodo a la exmandataria, pero pierde con candidatos del peronismo como Roberto Lavagna o Sergio Massa en balotaje. Claro, pero para que ellos puedan derrotar a Macri tiene que haber un escenario de “mano a mano” y lo cierto es que al “peronismo no K” no le dan los votos para llegar a esa instancia. Al día de hoy ese espacio se cae en el pozo de “la grieta”, tal cual le pasó a Massa hace tres años. En una primera vuelta, sin dudas que la mayoría de votos se dividen entre la ex y el actual presidente.
Pero… ¿y si no se presenta Cristina?
Aunque no haya existido una confirmación oficial, todo el mundo espera que la exmandataria compita. Sus seguidores, para volver al modelo que gobernó hasta hace tres años, pero también el oficialismo. Para ellos es la rival perfecta: grandes índices de aceptación como para llegar a una segunda vuelta, pero más grande rechazo en la opinión pública como para perder el balotaje con cualquier rival. El Gobierno, golpeado por la economía y desgastado por muchos desaciertos, sabe que, todavía, el rechazo que genera es inferior al de Cristina.
Aunque el escenario parece previsible, en las últimas horas comenzó a correr una nueva hipótesis en los equipos de campaña de los precandidatos. Los analistas y estrategas ya están trabajando también en un escenario que hasta hace poco no era opción: las elecciones sin Cristina Fernández de Kirchner. La teoría tiene su fundamento en el trabajo de artesana que viene realizando con los distintos caciques peronistas del interior del país. Mientras que los cabecillas del justicialismo como Urtubey o Pichetto dicen que no hay lugar para el kirchnerismo, la expresidente cierra acuerdo por acuerdo en las provincias, lo que indica que las listas de las legisladores del PJ tendrían altos índices de componente K.
Si hay algo que podría llegar a ofrecer Cristina al peronismo como para conseguir más espacios en las listas es su ausencia en el panorama nacional. Si ella “se abre”, y gracias a esto incrementa su fuerza legislativa, ella puede incluso salir fortalecida. Cotizaría más como una jefa de bancada que no cayó ante Macri, que si cuenta con una derrota contra el máximo enemigo.
Lo cierto es que, en su fuero íntimo, ella no confía ni en Macri ni en el peronismo por distintas razones. CFK sabe que el presidente es su enemigo formal, pero que éste la necesita “con vida” para confrontar. A su vez teme que un miembro de su mismo partido pueda hacerla caer en desgracia con dos finalidades: legitimación ante el votante antikirchnerista y hegemonía dentro del peronismo.
En 2015 prefirió “Macri presidente” a otro peronista que no le responda en Casa Rosada. Hoy la estrategia puede ser otra: llenar las listas peronistas de su gente y así mantener el poder para negociar con el “neoperonismo”. Por ahora esto es solo un escenario, pero lo cierto es que los equipos de campaña ya lo consideran como opción.
La pregunta que queda pendiente es qué hará Mauricio Macri, cuya mayor (o única) fortaleza es la antinomia con CFK. En el círculo íntimo del presidente comienzan a temer que el rey pueda quedar desnudo a último momento ante un escenario contra el “peronismo perdonable”, como denominó el escritor Jorge Asís.
Ante este escenario de incertidumbre, por primera vez en la historia de Argentina, podríamos estar ante un juego de poker largo, sin candidatos confirmados, donde recién a último momento los jugadores mostrarán las cartas. Al día de hoy, formalmente, Cristina no es candidata. Y Macri tampoco.