“Control de cambio, claramente. Hoy hay tipos que pueden ir y comprar 50 o 100 millones de dólares sin dar ninguna explicación”, dijo en la última edición de El Destape con Roberto Navarro, uno de los voceros predilectos de la expresidente Cristina Fernández de Kirchner. Mientras contaba en exclusiva el supuesto plan de gobierno para un tercer mandato cristinista, Navarro aseguró que el equipo K planea volver a “eso que alguna vez Clarín bautizó como cepo”.
Entre otras medidas originales, la versión kirchnerista 2019 planearía cerrar todas las importaciones para “impulsar el empleo” (“se terminó la joda”, en palabras de Navarro), imponer un nuevo impuesto a los asalariados para un banco de desarrollo que fomente el crédito, incrementar las regulaciones financieras para evitar “la timba” y reducir (¿por arte de magia?) en un 50% las tarifas de servicios públicos. Entre las promesas del staff de campaña de Cristina se destaca la cuestión de la inflación: según el equipo de difusión de la exmandataria, durante los años de su gobierno ella desconocía que había inflación en Argentina, por lo que no contaría con Guillermo Moreno (ex secretario de Comercio) entre sus asesores. Aunque se desconocen las herramientas para superar el problema, CFK asegura que en su próximo gobierno la inflación dejará de ser un problema. Lo mismo dijo Mauricio Macri y hoy las circunstancias son peores que en 2015. Si la expresidente compite, gana e implementa este programa, Argentina vuela por los aires.
Si la gestión de Cambiemos fracasó rotundamente en el intento de “maquillaje” y de mejoras graduales del modelo estatista heredado de los Kirchner, un regreso a ese escenario sería simplemente una catástrofe. Si Mauricio Macri continúa fallando en el intento de generar credibilidad y confianza, la mera idea de retornar a un esquema de control de cambios sería sinónimo de una fuga de capitales, probablemente sin precedentes en la historia del país. Es más, incluso casi que ni siquiera habría que esperar a la aplicación de este programa. La mera posibilidad de ir en esta dirección ya generaría una incertidumbre descomunal en los agentes económicos. De avanzar en este sentido, si CFK consigue un nuevo mandato, casi que ni tendría capitales para regular o divisas para controlar.
Kirchner, más allá de todo, es una mujer inteligente. Resulta difícil de asumir que ella desconozca las consecuencias de la aplicación de un modelo económico semejante. Esto abre varias preguntas: ¿Se muestra radicalizada para fortalecer su público y ganar más espacio de negociación dentro del peronismo? ¿Está dispuesta a renunciar a la presidencia si el PJ le otorga a su espacio suficiente lugares en las listas? Estas respuestas irán viendo la luz con el correr de las próximas semanas. Lo cierto es que, al día de hoy, CFK se quiere mostrar como candidata y apunta a fortalecer su espacio. Si es para ir ella o para negociar, todavía es incierto.