La actitud de un presidente, sobre todo en momento de crisis económica, nunca es espontánea en un mano a mano con un periodista. Pueden haber algunos momentos de espontaneidad que tengan resultados inciertos en el humor del electorado, pero el tono de la conversación está previsto. Pueden haber algunas excepciones, como en el caso del mandatario de los Estados Unidos, que ya ha demostrado que el que decide siempre es él, generando serios dolores de cabeza para su equipo comunicacional, que no tiene influencia total ni siquiera en su cuenta de Twitter. Pero en el caso de Mauricio Macri, impera el manual. Los tonos y la actitud siempre están en el marco de la estrategia del ecuatoriano Jaime Durán Barba, probablemente el “ministro en las sombras” más importante del gobierno argentino.
En su última presentación en el Congreso, el líder de Cambiemos reaccionó a la hostilidad del kirchnerismo y se lo vio más sanguíneo y auténtico. Enojado, pero con personalidad. Seguramente eso no estaba en la hoja de ruta, pero el cruce habrá generado los estudios de opinión, con los que el macrismo no sale ni a la esquina. Los comentarios en la calle fueron positivos: su actitud había hecho que su espacio baje un poco las críticas ante tanta malaria económica.
Viendo la actitud del presidente en la entrevista de anoche, y conociendo como se maneja su equipo comunicacional, no sería llamativo que la actitud combativa de Macri haya sido ensayada. A los dos minutos de intercambio, el presidente argentino ya estaba “sacado”. El problema es que no estaba discutiendo con los legisladores peronistas y probablemente tampoco haya sido espontáneo como en esa oportunidad. Estaba conversando con un periodista y no justamente con uno demasiado hostil a su gestión. Luis Majul hizo las preguntas adecuadas: las causas a las que no se enfrentó su padre por su fallecimiento, la inflación, el desempleo y la realidad que muestran los índices oficiales. El presidente argentino dejó en claro que la estrategia comunicacional del primer período de su mandato no corría más. El Macri, que en su versión 2015 no tenía más que buenas noticias y optimismo, ahora da un cambio de rumbo y justifica sus problemas con la pesada herencia recibida. No solo del kirchnerismo, sino de los últimos 50 años.
Haber hecho esto en la última parte de su mandato, y no desde el primer momento, complica la aceptación del discurso. Hoy, un importante sector del electorado culpa más a la gestión actual que a Cristina Fernández de Kirchner por la crisis económica. Lo que impide que la expresidente capitalice el descontento es la impúdica corrupción de su gobierno, nada más.
Las declaraciones más jugosas que le pudo arrancar Majul, que se quejó en más de una oportunidad por la monopolización de la charla por parte del presidente, tuvieron que ver con el rol del empresario Franco Macri durante el kirchnerismo. El líder de Cambiemos reconoció que su padre pagó coimas durante el gobierno anterior:
“Fue parte de un sistema que se vio extorsionado por el kirchnerismo. Es un delito y cada uno se tiene que hacer cargo, pero también es parte de una Argentina más sana que está poniendo los temas sobre la mesa”. En su defensa, Macri manifestó que estas cosas salen a la luz durante su gestión, ya que no influye en el sistema judicial.
A la hora de explicar los problemas que atraviesa la economía argentina, sorprendentemente Macri responsabilizó a dos cuestiones: por un lado los factores internacionales, la sequía y los casos de corrupción del kirchnerismo que salieron a la luz. Pero también hizo referencia a la situación de fragilidad que atraviesa el país hace décadas. Es decir, su gobierno no tiene la culpa de nada. La actitud sorprendió al entrevistador que insistió con el tema, pero el presidente argentino se limitó a reconocer errores de “aprendizaje”. Aunque las cuestiones a las que hace referencia Macri sean ciertas, la nula autocrítica de su gobierno es sorprendente. A tres años de mandato, e iniciando la parte final de su presidencia, Mauricio Macri mostró la cara más soberbia de todas, en momentos donde debería tener otra actitud.