La economía argentina está una vez más en la cuerda floja. Los últimos sobresaltos cambiarios, inflacionarios y la disparada del riesgo país volvieron a traer como posibilidades concretas los fantasmas del default y la hiperinflación. Aunque el Fondo Monetario Internacional y varios países del mundo se encuentran abocados a la tarea de que Mauricio Macri termine lo mejor (o lo menos mal) posible, a Cambiemos se le acabó el combustible a varios kilómetros de la meta.
A cuatro meses de las primarias y a seis de las elecciones generales, el Gobierno no tiene otro plan que no sea aguantar y la oposición está dedicada a boicotear, ofreciendo “soluciones” más contraproducentes que la misma inacción oficial. El panorama merece un adelantamiento electoral urgente, pero por intereses políticos, ni el macrismo y ni el peronismo —en todas sus versiones— considerarán esta posición, que sería lo más sano para el país sin ningún lugar a dudas.
Como pocas veces en la historia argentina, la politiquería y sus intereses mezquinos continuarán incendiando al país hasta octubre. ¿El único motivo?… tener más chances en las elecciones, aunque esto complique aún más el desempeño y las posibilidades del próximo Gobierno, sea del color político que sea.
Aunque a Macri le quedan unos meses de mandato, lo cierto es que la crisis terminal (y predecible) del gradualismo le estalló muy tarde como para evaluar un cambio de rumbo, pero muy temprano si miramos la fecha de finalización de su presidencia. Si bien podría evaluar hacer el “trabajo sucio” que requiere el plan de reformas necesario, esto significaría renunciar automáticamente a su reelección. La oposición estaría muy satisfecha con esta posibilidad, ya que tomaría las riendas con un programa en marcha, sin hacerse cargo de un plan antipático ya en funcionamiento. Pero dentro de Cambiemos esto no es opción. Macri está empecinado en competir y la única alternativa a este plan es la candidatura de María Eugenia Vidal.
En ambos casos, el oficialismo considera contraproducente “quemar las naves”, aunque esto pueda ponerle un punto final a la crisis económica. Ellos prefieren mantener el poder y en octubre verán qué hacer con lo que quede del país. Esta actitud demuestra que el frente que vino a cambiar la cultura política del país, antes de terminar su primer mandato ya mostró los peores vicios de los partidos tradicionales.
Es evidente que Cambiemos no tiene plan para lo que queda de aquí a las elecciones. Los programas paliativos como el “congelamiento” de precios y los refuerzos en planes sociales demuestran dos cosas: el esquema gradualista está acabado y el nuevo plan que considere el presidente se podría poner en funcionamiento al principio de un nuevo mandato y no antes.
Por lo tanto, lo único que queda esperar en los próximos seis meses es que la situación empeore. El dólar quedó casi en el “techo” que puso el Banco Central y en cualquier momento el Gobierno se dispondrá a liquidar divisas prestadas que no podrá devolver para cumplir con la promesa del 51,45 como máximo. ¿Para qué? Para que el presidente argentino llegue a octubre. Nada más.
La infección que afecta a la economía argentina es general. Hay crisis de confianza, caída en la demanda de dinero y de seguir en esta dirección, lo único que se conseguirá es complicar aún más el panorama. De aquí a seis meses, con una inflación fuera de control, los productos de la canasta básica regulados, en el impensado escenario que puedan ser mínimamente ofrecidos, tarde o temprano deberán ser liberados para evitar un desabastecimiento total. ¿Servirá de algo cuando a fin de año cuesten el doble o el triple de la noche a la mañana? ¿No sería mejor enfrentar esta situación a la brevedad? ¿Para qué posponer el nuevo plan económico a costa de más deuda, más incertidumbre, más riesgo país y más chances de colapso total?
Aunque sea lo más lógico, adelantar las elecciones sería visto como un fracaso para Macri y su equipo. Entonces, en lugar de sincerarse y proponer un nuevo plan de Gobierno al electorado, Cambiemos “compra” finalizar en término su mandato y el país “paga” un precio carísimo: más inflación, recesión, desempleo y deuda.
Pero si la actitud del oficialismo es vergonzosa, la posición del peronismo no es mejor. La propuesta del adelantamiento del cronograma electoral no está siendo propuesta por el justicialismo, ya que prefieren ver como Cambiemos se cocina a fuego lento hasta volar por los aires. La especulación es total. Prefieren que todo siga ardiendo, aunque la situación que reciban ellos en caso de ganar las elecciones sea mucho peor. Por acá también piensan que “en octubre se verá”.
Sea con Cambiemos, con el peronismo o con el kirchnerismo, la implementación de un plan económico es urgente. Pero todo el panorama político prefiere posponer una discusión indispensable por sus intereses particulares. Y el precio de estos seis meses de agonía inútil será demasiado alto.