2015: Cristina Fernández de Kirchner (CFK) entrega el mandato en medio de un bochorno, negándose a ponerle la banda presidencial a Mauricio Macri en la Casa Rosada. El kirchnerismo se retira del Gobierno con más sombras que luces, repudiado por la mayor parte de la sociedad. En ese contexto, Argentina finalizó el proceso K de 12 años con indignación por la corrupción desmedida y con espanto por el proceso autoritario que se pudo haber profundizado en cualquier momento. Parecía que el país había tomado conciencia de los riesgos que significaría una reforma constitucional a manos de CFK para conseguir un nuevo mandato.
2017: luego de dos años de Cambiemos, con una economía en dificultades, la provincia de Buenos Aires decide que Cristina Fernández de Kirchner no se posicione en el primer puesto en las elecciones para el Senado. Su núcleo duro en el mayor distrito electoral del país no alcanzó para que la expresidente ganara las elecciones y finalmente entró a la Cámara Alta por la puerta chica. Cristina consiguió su banca por la minoría, tras obtener el segundo puesto detrás del delfín de Macri, Esteban Bullrich. El kirchnerismo mostró su vigencia, pero se mostró lejos de poder consolidar una mayoría.
9 de mayo de 2019: CFK tiene su jornada soñada en la Feria del Libro de Buenos Aires. Una multitud llenó el salón principal de La Rural y las inmediaciones, desde donde se retransmitió la presentación de su libro Sinceramente. La gran mayoría de los medios de comunicación hicieron eco de su monólogo y el país no habló de otra cosa. De esta manera, Kirchner se convirtió ayer en el foco de atención del país y logró posicionarse nuevamente como una fuerte candidata a la presidencia.
¿Qué pasó? ¿Qué méritos hizo CFK para volver a monopolizar la política argentina como cuando era presidente? Lo cierto es que no hay que mirar al kirchnerismo para comprender este fenómeno casi inexplicable. Hay que mirar hacia el macrismo. Cristina no hizo absolutamente nada. Esperó y cosechó. Ahora varios temen que “vuelva por todo”.
La presentación del libro, lo menos importante
Sin dar mayores detalles sobre su candidatura, Kirchner volvió a su modestia de siempre. Resaltó la experiencia única de escribir un libro, pero advirtió que no espera que su texto sea considerado sagrado. “No es ni el Talmud, ni la Biblia, ni el Corán”, aclaró como si fuera necesario.
Hizo varias referencias a Alberto Fernández, que volvió a mostrarse como uno de los hombres fuertes del neokirchnerismo, y hasta se dio el lujo de chicanear a Macri. Lo más triste es que lo hizo con razón: le recordó al presidente argentino que su Gobierno tiene más planes sociales que los que se otorgaban durante el kirchnerismo.
Macrismo, entre la indignación y la sorpresa
La que llevó la voz cantante luego de la presentación de Kirchner fue la diputada Elisa “Lilita” Carrió. El evento en la Feria del Libro había generado un alto impacto, por lo que el silencio no fue una opción para Cambiemos. En una entrevista televisiva, Carrió eligió la indignación, pero reconoció el crecimiento de la expresidente en las encuestas. “¿Por qué Cristina, una ladrona confesa, mide tanto?” se preguntó junto a los periodistas de TN.
Los responsables, en el Gobierno
Aunque no tiene mucho sentido gastar demasiadas energías en el análisis del resurgimiento kirchnerista, sobre todo en el estéril ejercicio de encontrar “culpables” de hechos consumados, lo cierto es que es necesario aprender algunas lecciones. Cambiemos eligió dos caminos peligrosos en diciembre de 2015, y lo que hoy sucede en Argentina tiene mucho que ver con aquella estrategia fallida.
Por un lado, el Gobierno de Macri decidió esquivar cualquier política de shock en el ámbito económico para evitar dolores de cabeza y cuestionamientos políticos. De esta manera profundizó un camino demagógico, del que hoy se ríe hasta la misma Kirchner. Los resultados del “gradualismo” quedaron en evidencia y por eso hoy la principal propuesta económica de la principal dirigente opositora es el retorno al populismo puro y duro.
Otra cuestión que explica la vigencia de Cristina es el respirador artificial que le dio el mismo Gobierno. Cuando la realidad mostraba que el tiempo del kirchnerismo se había acabado, Cambiemos se dedicó a confrontar con la expresidente, subiéndola al ring para el debate político diario. En las especulaciones del oficialismo, el rechazo que generaba la figura de la expresidente era supuestamente tan claro, que ella nunca sería una amenaza concreta. Pensaron que podrían utilizarla para dividir la oposición, pero el experimento se fue de las manos.
Estas cuestiones explican bastante el fenómeno político que hoy atraviesa la Argentina. Como dice el dicho popular, uno puede enojarse con el chancho, pero la culpa es de quien le da de comer.