Propuesta Republicana nació con la promesa para mejorar la política tradicional que está llena de vicios. Cuando el partido de Mauricio Macri estaba en el llano, ocupando el rol de la oposición ante un kirchnerismo que pretendía aplastar a las instituciones, el espacio que llevó al actual presidente al Congreso tenía una interesante propuesta para modificar la política Argentina.
Sin embargo, ni siquiera hizo falta que el macrismo llegara a la Casa Rosada para dejar en evidencia la membresía a la “vieja política”, la cual pasó a criticarse solamente desde el relato y la estética del PRO.
Ya desde el Congreso, posicionado como el principal grupo opositor en plena era K, el macrismo votó por una reforma política que restringió aún más la competencia electoral. Desde entonces, la creación de nuevos espacios se volvió prácticamente imposible y los partidos registrados se convirtieron en empresas en alquiler a precios millonarios en época electoral.
Aunque Cambiemos no haya podido (o no haya querido) modificar la estructura económica estatista de Argentina, según ellos por falta de fortaleza legislativa, no hay excusas para que la política siga siendo el negocio de las corporaciones que fue hasta 2015. Siguen vigentes las enormes listas sábanas cerradas, los partidos de Gobierno mantienen todos sus privilegios, no existe la posibilidad de candidaturas independientes fuera de los partidos y la creación de nuevas fuerzas es totalmente restrictiva. Como si esto fuera poco, el Estado sigue pagando fortunas por las PASO (Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias) que no sirven más que como encuesta y que beneficia a los oficialismos de cada distrito.
Las propuestas de hacer un sistema político electoral más justo, transparente y económico desaparecieron al momento en que el espacio de Macri se convirtió en oficialismo. En estas elecciones el proceso tramposo, carísimo y vicioso será exactamente igual que en las épocas de Cristina Fernández de Kirchner.
Argentina tiene algunos casos de éxito, como la boleta única de la provincia de Córdoba, donde el votante marca su opción en una única papeleta, o el sistema de Santa Fe, donde se eligen las candidaturas de forma independiente. Los resultados de esos modelos demuestran las virtudes del sistema: las fuerzas minoritarias acceden a espacios legislativos y hay importantes divergencias entre los caudales que cosechan los partidos en las distintas categorías.
La reforma que necesita Argentina la tiene que impulsar un Gobierno en ejercicio con acuerdo de la oposición. Y cualquier oposición deberá respaldar una propuesta de limitar al poder, del que abusa cualquier oficialismo. Lamentablemente, llegando al final del mandato de Macri, esta asignatura pendiente resulta una de las más concretas e inexcusables.