No es novedad que la “grieta”, denominación que recibió en Argentina la polarización y enfrentamiento entre macrismo y kirchnerismo, no ha hecho otra cosa que beneficiar a los dos bandos en cuestión. El antikirchnerismo y el antimacrismo, fomentado desde ambos rincones, genera un beneficio para ambos, el de la polarización. Dado el actual panorama electoral argentino, esto les terminaría generando un beneficio en las urnas. Una vez garantizado el voto cautivo de ambos lados, la pelea se dará para conseguir la mayoría del resto que quede en el medio.
Más allá del resultado, que comenzará a vislumbrarse luego de las primarias del domingo, hay que reconocer que ambos ya ganaron bastante con dicha estrategia. Esto se comprueba al ver que muchos votantes de los Fernández eligen a desgano, pero lo hacen por rechazo al oficialismo y a su gestión económica. Exactamente lo mismo ocurre por el lado de Juntos por el Cambio. Todo parece indicar que el capital de Mauricio Macri contiene más dosis de antikirchnerismo y de temor de un retorno autoritario que de afinidad y apoyo a los últimos cuatro años de gestión.
En un nuevo aporte para fomentar la grieta, el “intelectual” kirchnerista (como se le suele presentar) Mempo Giardinelli publicó un artículo en Página 12 con un argumento delirante: traza una relación de “clase”, casi sanguínea, entre el oficialismo y los golpistas de 1930 y los militares de los setenta, pasando por la Revolución Libertadora de 1955.
“Jamás vacilaron a la hora de matar opositores: lo hicieron en 1951, 1953, 1955, 1966, 1969, 1972, 1976. En cada golpe de Estado, en cada dictadura, les importó un maní la vida ajena. Mataron, secuestraron, torturaron, bombardearon plazas, reprimieron, desaparecieron personas y se apropiaron de sus hijos. ¿Qué reparos pueden tener ahora que además están cebados, henchidos de odio y racismo, y hasta orgullosos de haber abusado de la pobre inocencia de un tercio de la población para que hoy sean pobres de derecha?”. Para Giardinelli, aquellos hechos de los que casi no existen sobrevivientes, fueron llevados a cabo por “la misma gente”, “con la misma ideología”, que hoy gobierna la Argentina.
“Ya probaron ser perfectamente capaces de censurar y encarcelar ciudadanos/as sin más pruebas que denuncias y sospechas amañadas, y sin condenas firmes. El constante avasallamiento de la Constitución Nacional, que más allá de sus arcaísmos y debilidades es nuestra ley fundamental, es violencia institucional pura y reiterada”, manifestó el escritor que recientemente propuso suprimir el Poder Judicial y tirar la Carta Magna a la basura. Esa que califica de débil y arcaica.
En su artículo titulado Guarda que son capaces de cualquier cosa, Giardinelli advierte que el macrismo podría generar conflictos sociales en la calle para responsabilizar al kirchnerismo de los desmanes. También recomienda ser precavido con “la provocación de trolls y gorilas sueltos”, que pueden generar repercusiones en la “oblicua acción de los servicios” de inteligencia.
Los conceptos delirantes de uno de los autores predilectos de Cristina Fernández, además de generar una arenga básica para los afines, también termina consolidando al espacio macrista. Lo ridículo de sus declaraciones, lamentablemente, no hace otra cosa que convencer a los de enfrente. A ellos parece que también les habla. A los que piensan que hay que votar por Macri para evitar el retorno del delirio como política oficial.
De esta manera, a una semana de las primarias, los dos principales adversarios continúan consolidando, juntos, la sociedad que a ellos les conviene. De ser exitoso el objetivo, lo que quedará pendiente será ver quién se impone en el pequeño espacio del medio. Que sin dudas no votará por afinidad, sino por un mayor o menor rechazo al contrincante.