Perdió Mauricio Macri, claro. Pero sobre todo perdió, otra vez, una forma fallida de enfrentar la realidad. Una vez más en Argentina fracasó rotundamente el plan infantil de querer esconder los problemas debajo de la alfombra y esperar que todo se solucione mágicamente sin tomar las medidas que requieren tiempos complejos.
En las primarias de hoy, el frente oficialista Juntos por el Cambio cayó ante el Frente de Todos de Alberto y Cristina Fernández por una amplia diferencia. A la medianoche, con un 80% del padrón, la diferencia era del 47,4% versus el 32,3%. Una paliza por donde se la mire. Una diferencia que, incluso, superó las predicciones de todos los encuestadores, inclusive los del kirchnerismo.
Aunque la diferencia fue una sorpresa, si miramos las preocupaciones de los argentinos el resultado es algo predecible. El Gobierno apuntó durante la campaña a la corrupción del Gobierno anterior, pero viendo las mediciones quedaba claro que el tema no era la principal preocupación del electorado. Antes de esa cuestión aparecían en todas las encuestas la inflación, la pobreza, el desempleo…es decir, la economía. Y ese ámbito es uno donde la gestión de Macri hizo agua por todos lados.
Aunque esta instancia se trató de las PASO, es decir, el ámbito para dirimir las internas (que no existieron), lo cierto es que si todos los argentinos que votaron por Alberto Fernández repiten su voto en octubre -lo más probable-, ni siquiera habrá segunda vuelta. El próximo presidente de Argentina llevará a Cristina Kirchner como vicepresidente y todo es un misterio a partir de ahora.
Mauricio Macri contó con una oportunidad inmejorable para hacer llevar a cabo las reformas necesarias y liberar el potencial que Argentina tiene para convertirse en un país desarrollado. Sin embargo, evitó el camino duro (pero necesario) de las medidas adecuadas y decidió financiar la continuidad de un modelo insustentable mediante el endeudamiento. Mientras tanto, se dedicó a implementar ínfimos cambios, muchas veces nada más que cosméticos. Como ocurrió siempre en la historia, no tuvo tiempo. Hacía falta cirugía mayor y hubo analgésicos. El gradualismo fracasó y ahora el futuro es una moneda al aire.
¿Aprovechará Alberto Fernández la gobernabilidad del peronismo para hacer lo que debe o la que ejerecerá el poder será su vicepresidente? ¿Se viene otra sorpresa como la de Carlos Menem en los noventa o veremos el más crudo populismo que llevará al país a un camino chavista? Nadie lo sabe hoy. A dos meses de las elecciones definitivas, que ya tienen un resultado cantado, la gobernabilidad es la mayor duda y el desafío más grande.
En sus primeros discursos, Alberto prometió no ser el presidente “de la venganza” y Macri se mostro shockeado, todavía sin respuestas. Mañana la palabra la tendrán los mercados, la cotización del dolar y el riesgo país.
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