Las herencias del kirchnerismo fueron múltiples y ninguna buena. Una de las únicas que el macrismo había podido desarticular, el control de cambios, vuelve una vez más como una muestra del país que parece girar en un mismo lugar, pero que en el fondo retrocede. La cuestión de las mal llamadas “organizaciones sociales” fue una bomba que dejaron Néstor y Cristina Kirchner a punto de explotar. Había que desactivarla, claro, pero el macrismo se decidió por otra estrategia condenada al fracaso.
Desde que asumió la gestión de Cambiemos, los grupos piqueteros (que lisa y llanamente se dedican a la extorsión de cambiar “paz social” por fondos públicos) se vieron beneficiados con constantes incrementos en los “planes sociales” para que no molesten. Los referentes detrás de estas organizaciones son dirigentes como Juan Grabois, que ya pretenden poner en agenda la necesidad de una “reforma agraria”. Con el Gobierno debilitado luego de la caída en las primarias del 11 de agosto, las organizaciones que nacieron en la crisis del 2001 y se vieron favorecidas por Eduardo Duhalde primero y con los Kirchner después, ahora huelen sangre y van por todo. Como si el país fuera otro, los grupos piqueteros invadieron las calles en la jornada de hoy ante la inacción oficial para pedir lo de siempre: más y más dinero.
En algunas “manifestaciones” se registraron serios incidentes. En el interior del país, unos vándalos, porque no se los puede llamar de otra manera, violentaron a un grupo de personas que tuvo el atrevimiento de hacer cumplir su derecho constitucional y transitar libremente para llegar al aeropuerto, ya que estaban perdiendo su vuelo. El problema político y económico que estas bandas generan no se solucionarán hasta que no se trate desde lo cultural.
Mientras los canales de televisión cubrían los conflictos, los periodistas de las emisoras más importantes hablaban del “choque entre dos derechos” que debería “tener un equilibrio”, es decir, la garantía de poder manifestarse y la de transitar en libertad. Pero este enunciado es mentiroso. Extorsionar a las autoridades (que aceptan la extorsión para evitar problemas) a cambio de dinero no es manifestarse. Una manifestación fue la de millones de argentinos que se congregaron en las calles para frenar el intento de reforma constitucional que pensaba impulsar Cristina Kirchner, no generar caos y violencia para obtener fondos públicos.
Evidentemente, el actual Gobierno fracasó con su estrategia cobarde y no sería para nada lógico esperar que el peronismo que asuma a fin de año revierta la situación. Aunque la solución en algún momento sea indispensable (si Argentina quiere ser un país de destino civilizado), lo menos que podemos hacer los comunicadores es transmitir la realidad como es. Mientras los periodistas de las grandes cadenas insistan con la cantinela de las “organizaciones sociales” y el “derecho a manifestarse”, en lugar de señalar a esos grupos como lo que son, la solución estará todavía más lejos de ser discutida en el plano político.
De seguir mirando para otro lado y de mantener un discurso políticamente correcto que no representa a casi nadie, además de fomentar la violencia y la extorsión (así como el despilfarro y el déficit fiscal), se corre el riesgo de que la situación pase a estar fuera de control y se busque, en algún momento, una salida autoritaria. Argentina no puede seguir escondiendo sus problemas debajo de la alfombra, porque mientras más se demore el cambio de rumbo, más difícil será el punto de partida.