“Imaginaba algo así, pero otra cosa es vivirlo”, dijo el presidente argentino Mauricio Macri cuando llegó a las inmediaciones del Obelisco y vio el océano interminable de gente que fue para brindarle el apoyo… ¿O para manifestarse en contra del retorno al poder de Cristina Fernández? En realidad, las dos cosas vienen de la mano. Aunque el fantasma del kirchnerismo haya sido el principal sentimiento movilizador, por default, Macri es el único acreedor de este particular momento y su respectivo público.
Seguramente no alcance para dar vuelta el resultado de las primarias de agosto, donde Alberto Fernández sacó una importante diferencia, pero la marcha de ayer no es para pasarla por alto. Dice mucho. Confirma que hay (casi) medio país que no quiere saber nada con lo que fue el kirchnerismo y eso es algo muy sano. También hay que decir que el macrismo tiene algo de culpa en la profundización de “la grieta”. Luego de 12 años de autoritarismo, el actual gobierno, muy sutilmente, se dedicó a potenciar la figura de la exmandataria, que finalmente ganó la pulseada con la exitosa estrategia de bajarse a la vicepresidencia, postulando a su excolaborador más crítico. Pero nada ganamos en hablar de culpas. La sociedad argentina está partida y si el eventual gobierno de Alberto sigue por la línea de Cristina, la situación será peor. Incluso insoportable.
“No nos vamos a quedar callados contra ellos. No nos vamos a quedar callados viendo cómo nos roban el futuro, ya lo vivimos muchas veces: con deditos, con atril, con canchereadas, con soberbia, con esa forma de concebir el poder que muchos argentinos rechazamos”, dijo un Macri envalentonado ante la multitud de propios y “prestados”.
Aunque muchos analistas consideraban la posibilidad del Macri retirado (en caso de perder las elecciones) luego del del 27 de octubre, este momentum lo posiciona como principal candidato a liderar la oposición frente a la nueva versión del peronismo. Pero como el rumbo de un eventual mandato de Alberto todavía es incierto, también es complicado imaginar el esquema opositor. El radicalismo, hoy aliado a Macri en Juntos para el Cambio, querrá rediscutir el liderazgo del armado. Si Macri pasa al llano, el centenario partido tendrá algunos gobernadores provinciales en ejercicio que tendrán intención de discutir el poder. El rol de senador peronista Miguel Ángel Pichetto, que hoy comparte la fórmula con Macri, es otro misterio. El veterano legislador viene subiendo el perfil y se siente muy cómodo con su rol claro de centroderecha.
Si Alberto continúa la línea kirchnerista, Pichetto tiene todos los números para ser la oposición por derecha. Si Fernández traiciona a su espacio y reedita un peronismo conservador, la UCR aparecerá fortalecida como la opción socialdemócrata. ¿Y Macri? Todavía no se sabe. Hoy convoca multitudes en nombre de la república y la transparencia. Si no logra revertir el resultado electoral, al menos cuenta con un enorme apoyo popular, aunque no sea mayoritario. Veremos si logra mantenerlo luego del 27 de octubre en caso que tenga que dejar la Casa Rosada.