Durante todo el gobierno de Mauricio Macri la izquierda arremetió con una acusación de flojos fundamentos: la crítica al modelo “neoliberal”. Más allá de la falacia del término, a lo que el espacio socialista apuntaba era a las supuestas medidas pro mercado y reducción del Estado que, en teoría, estaba desarrollando Cambiemos.
Pero si uno va a los números en concreto, a las medidas que se adoptaron y, lógicamente, a los resultados que se obtuvieron, los únicos vestigios de liberalismo que tuvo el macrismo fueron los discursos del presidente, sobre todo en el exterior.
Para la Heritage Foundation, en 2015, año en que asumió Mauricio Macri, Argentina ocupaba el lugar 169 en el índice de libertad económica. El Congo, Irán y Turkmenistán eran los que estaban en las posiciones más cercanas al país que en 1895 tuvo el PBI per cápita más alto del mundo. Para 2019, luego del proceso supuestamente liberal y aperturista, el avance de Argentina en el ranking mundial muestra un logro mucho más modesto que el señalado: el país no pudo subir más que del puesto 148. Pero aunque sea, allí se mostró un ínfimo avance, aunque sigamos debajo de Camerún, Gambia y Haití. A la hora de hablar de la reducción del tamaño del Estado, ni eso se vio. Apenas llegó al gobierno Mauricio Macri incrementó el número de ministerios y hasta otorgó más subsidios sociales que el kirchnerismo. Hasta la expresidente Cristina Fernández se burló, con justa razón, que el macrismo terminó siendo más “choriplanero” que ellos.
La deuda y los impuestos fueron otras manifestaciones del fracaso económico del gradualismo. Hoy el país está mucho más comprometido con sus acreedores y las retenciones agropecuarias, que buscaron reducir en su momento, volvieron al formato kirchnerista. Eso sí, a la hora de hacer un diagnóstico, Macri siempre habló bien del comercio internacional y de un Estado pagable y eficiente. Su gestión hizo todo lo contrario.
Cuando los liberales llamaron la atención sobre el curso de la economía, además de burlarse y llamarlos “liberalotes” el gobierno desoyó todas las advertencias. El argumento era que las propuestas no eran políticamente viables, aunque reconocían su solidez. Había que hacer kirchnerismo de buenos modales para fortalecerse en el Congreso. Se hizo y se ganaron las legislativas de 2017. Pero ahí tampoco llegaron las reformas. Se argumentó que para eso hacía falta la reelección. Pero no hubo más tiempo. Macri se quedó sin reformas ni reelección y el 10 de diciembre asumirá el peronismo otra vez.
Pero el error de confiar en el esquema “gradualista”, que no es más que esperar la salida mágica indolora con leves correcciones en el tiempo, ya fue cometido en varias oportunidades en la historia argentina. Historia que el mismo Macri y equipo ignoraron. Una de las más paradigmáticas fue la experiencia de José Alfredo Martínez de Hoz, primer ministro de Economía de la última dictadura militar en los años de Videla.
A la izquierda le encanta establecer una comparación entre ambos y hay que reconocer que la misma es una realidad. Pero la similitud no es la aplicación de un programa liberal ni por casualidad. Lo fue el discurso correcto, pero la aplicación del mismo esquema estatista, cobarde y contraproducente, que no hace más que dejar deuda y beneficios para la especulación financiera.
En el libro 15 años después, donde Martínez de Hoz cuenta su experiencia de gestión, el economista fallecido en 2013 reconoce que sus esfuerzos fueron improductivos, ya que su proyecto quedó “trunco”. A la hora de los conceptos, las ideas de Martínez de Hoz son las adecuadas. Cabe destacar que lo del término “adecuadas” no es una apreciación personal, sino que se trata del plan económico que llevan adelante las naciones más prósperas que gozan de los mayores salarios y empleos. El exfuncionario del gobierno militar cita incluso a Friedrich von Hayek a la hora de las referencias. Sin embargo, el problema aparece a la hora de explicar su programa económico aplicado. Es decir, lo que vale.
“Mucho se ha debatido sobre la circunstancia de que nuestro programa tuvo un carácter más bien gradualista, sosteniéndose que hubiera sido más efectivo un tratamiento de shock, tal como algunos preconizaban. Esta cuestión fue seriamente analizada al comienzo de nuestra gestión”.
La similitud de escenario no se limitó a la exacta terminología, que es la misma que se discutió durante el macrismo. La pesada herencia peronista y el plan equivocado fueron otras similitudes entre los escenarios de la historia reciente argentina.
Martínez de Hoz reconoció que su programa obedeció al “arte de lo posible”, aunque no era lo “deseable”. Si bien el escenario era diferente, había también excusas por entonces. Martínez de Hoz argumentó que la guerrilla hubiera capitalizado el descontento de supuestas medidas impopulares que trataron de evitarse, y por estos días el macrismo dijo algo parecido con relación al kirchnerismo. Si se ponían “ortodoxos” el kirchnerismo podía volver. Creo que no hacen falta comentarios al respecto.
Los errores ya se cometieron y se repitieron, de nada sirve llorar sobre la leche derramada. Sin embargo, y para lo que viene, es necesario dejar en claro que fue lo que fracasó en ambas oportunidades. Si las conclusiones que se sacan están alejada de los hechos, los errores del pasado volverán una vez más, aunque se discuta en los mismos términos y con los mismos escenarios.
Lamentablemente, aunque los hechos estén documentados, y de la mismísima pluma de Martínez de Hoz, el único que hizo referencia a su programa “gradualista” fue Javier Milei en un encendido debate televisivo.