El desastre económico argentino y la devaluación constante del peso, una vez más, genera lo predecible: salarios miserables que no pueden competir con la inflación. Con un Banco Central dedicado a imprimir billetes sin respaldo para girar al Tesoro y un kirchnerismo que argumenta que eso no tiene nada que ver con el aumento de los precios, los argentinos ven como cada vez es más difícil llegar a fin de mes.
A esta problemática se le suma el desorden descomunal de un sector público, que seguramente compite por ser uno de los peores del planeta. El Estado, convertido en una bolsa de trabajo de la política, en lugar de poner los recursos donde debe, despilfarra impunemente. Durante la larga cuarentena nacional, en lugar de establecer prioridades, vimos cómo la burocracia se dedicó a financiar espectáculos online, a pesar de la multiplicidad de ofertas de entretenimiento gratuitas en la web. Lo último que se aprobó la semana pasada en el marco de esta locura fue el establecimiento de un cupo para transexuales en la administración pública. Mientras tanto, el sector privado se cae a pedazos. Lógicamente, las otras grandes víctimas de esta situación son los empleados públicos que sí cumplen funciones concretas. La COVID-19 dejó en evidencia la desinversión total en materia de salud y ahora explotó un conflicto salarial en la policía de la Provincia de Buenos Aires.
Históricamente las fuerzas de seguridad estuvieron mal pagas en Argentina, lo que para muchos analistas termina generando un problema de corrupción. Según manifiestan los agentes, un policía de calle tiene un salario de 30 000 pesos (menos de 230 dólares en el mercado libre), por lo que es imposible sobrevivir sin hacer extras. Ese agregado laboral necesario se traduce en policías sin las horas de sueño necesarias y jornadas de hasta 24 horas corridas.
En las últimas horas se vivieron situaciones delicadas y hasta un oficial amenazó con quitarse la vida. En la jornada de ayer, varios patrulleros rodearon la quinta presidencial de Olivos, en el marco de un “bocinazo” que se hizo escuchar. El presidente, Alberto Fernández, hoy se expresó al respecto y cuestionó a los policías que se manifestaron: «Esto no se resuelve escondidos en los patrulleros tocando bocina». El mandatario también defendió al gobernador kirchnerista, Axel Kicillof, que hasta ayer dio a entender que por ahora no había ninguna posibilidad de aumento salarial.
Una vez más: échale la culpa a Macri
Desde el aparato comunicacional kirchnerista se apuntó al sector opositor de Juntos por el Cambio y se acusó al macrismo de fogonear las protestas. La estrategia no es nueva y es similar a lo que hizo el macrismo cuando necesitaba a Cristina Fernández de Kirchner (CFK) como opositora puchin ball. En lo concreto, el rol del expresidente ha sido más que modesto y, definitivamente, no estuvo a la altura de las circunstancias, en cuanto a las características que la oposición debería tener por estas horas. Es claro que el actual Gobierno elige a Macri de antagonista principal y lo sube al ring. ¿Les saldrá bien la estrategia del opositor golpeado y cuestionado o tendremos un escenario inesperado como el que ocurrió cuando CFK se bajó de la candidatura presidencial para nominar a Fernández? Lo que es seguro que se trata de una estrategia peligrosa que podría ser como jugar con fuego. Macri lo hizo en su momento y se quemó.