En la última campaña presidencial, que proclamó como ganadores a la dupla de los Fernández y al Frente de Todos, se discutieron dos tesis puntuales en Argentina, supuestamente superficiales, pero con mucho de simbolismo detrás. Por un lado, el macrismo, que se retiraba en medio de una dura crisis económica, planteaba que Alberto “era Cristina”. Al fin y al cabo, Mauricio Macri y compañía tenían que discutir con ella, ya que habían invertido cuatro años y todas las balas disponibles en la opositora ideal. Kirchner se corrió del primer puesto y redujo a Cambiemos al argumento único de que los dos eran “lo mismo”.
Esta teoría de la simbiosis no dejaba mucho a la interpretación. El candidato a presidente, supuestamente moderado, representaba, por acción u omisión, el mismo proyecto que su compañera de fórmula, Cristina Fernández de Kirchner (CFK). Por otro lado, Alberto Fernández, que ya no cuestionaba a su exjefe, se limitaba a decir que eran dos personas distintas y que el presidente en ejercicio, de ganar la contienda, sería él y nadie más que él. “Yo no soy Cristina“, dijo el mandatario en más de una oportunidad, sin aclarar si era mejor o peor, o en qué se diferenciaba en concreto.
Luego del escándalo por el intento de expropiación de Vicentin, el traspié político más grande del primer medio año de Fernández, el presidente argentino despejó las dudas. Definitivamente, Alberto no es CFK.
En la jornada de ayer, el jefe de Estado tuvo una manifestación que, por más superficial y simple que sea, hubiera sido absolutamente imposible escucharla en los labios de CFK. Dijo “me equivoqué”: “Yo miro para atrás y veo qué hice mal. Yo me equivoqué con el tema de Vicentin porque creí que la situación estaba mucho más asumida. Pensé que todos iban a salir a festejar porque estábamos recuperando una empresa importantísima. Pero no pasó, todos se pusieron a acusarme de cosas horribles”.
Para salir del paso, el mandatario aseguró que no tiene ningún plan “expropiador” en mente y pidió que si alguien tiene una propuesta superadora para solucionar el problema de la empresa, que sigue con sus problemas financieros, que se la haga llegar. “Si tienen una solución mejor, tráiganmela. Sigo esperando”, resaltó.
A lo largo de sus dos mandatos, CFK demostró, una y otra vez, que está absolutamente incapacitada psicológicamente para asumir un error (aunque fuera por beneficio político o interés propio) y de recular con cualquier cosa. Todo lo contrario. Tuvo manifestaciones pedantes y delirantes, como cuando dijo que era la reencarnación de una gran arquitecto egipcio o cuando aseguró que había que tenerle miedo a Dios y “un poquito” a ella. En la crisis del campo, CFK fue hasta las últimas consecuencias y luego de perder la votación legislativa, muchos allegados al Poder Ejecutivo aseguraron que la actual vicepresidente pensó en renunciar. Habría sido el fallecido Néstor Kirchner el que la disuadió de la drástica idea.
Pero esa costumbre de ir por todo y esa característica atolondrada e impulsiva fue lo que le dio a la Argentina la posibilidad de 2015, que luego desperdició Macri, pero que, dentro de todo, le puso un freno a CFK. Paradójicamente, de haber sido más astuta y discursivamente moderada, Cristina hubiera podido ser mucho más peligrosa. Argentina pudo sacarse de encima a la primera versión kirchnerista, justamente, por la forma de ser de la actual vicepresidente.
La tesis que “Alberto es Cristina” sugería el proyecto castrochavista para el país. Pero la otra, “Alberto no es Cristina”, era la puerta a la esperanza de algo distinto y la posibilidad de un plan superador. Sin embargo, hay otra opción no explorada hasta el momento: que “Alberto no sea Cristina”, pero que esto pueda significar todavía un panorama más sombrío. Por lo pronto ya demostró que cuando la situación lo amerita, y puede perder demasiado, el presidente retrocede en sus pasos y reconoce que se equivocó. Cuando no hay escrúpulos y los incentivos son malos, la inteligencia se puede tornar en una peligrosa amenaza.
Luego del posible acuerdo de la deuda, como dijo Javier Milei, veremos el verdadero plan del presidente Fernández. Por lo pronto demostró alguna diferencia a su compañera de fórmula. Lo cierto es que, viendo la historia del peronismo, esto podría ser una oportunidad, pero también todo lo contrario… un riesgo aún mayor.