Por Stephen Hicks y María Marty
El papa Francisco nos ha dado varios indicios de su posición acerca del liberalismo, pero su negatividad es cada vez más evidente. En su mensaje a la Sesión Plenaria de la Pontificia Academia de Ciencias Sociales, las críticas fueron directas y, a veces, crudas. Si bien el Pontífice tuvo algunos puntos acertados en su mensaje, reveló ante todo, una falta de conocimiento -o una negación intencional—de los logros históricos y en cuestión de principios del individualismo liberal/libertario.
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En PanAm Post le queremos mostrar los grandes errores del papa.
Primer error
El papa teme que el individualismo libertario lleve a las personas a creer que son los artífices de su propia vida:
“para fundar la libertad y la responsabilidad individual se debe recurrir a la idea de auto-causalidad”.
Ahora, nadie niega que nuestros genes y nuestro ambiente nos influyen, pero los seres humanos no son productos causales de la sociedad, de sus genes, o de un destino divinamente estipulado. La libertad de los libertarios incorpora la libertad de la voluntad: la visión de que los individuos tienen el poder de elegir sus creencias, sus acciones y desarrollar sus propios caracteres.
Esa capacidad es, precisamente, parte del corazón de la moralidad; asumir responsabilidad por las propias decisiones es lo que nos convierte en agentes morales. Pero si, por el contrario, la responsabilidad causal reside en la genética, la sociedad o los dioses, entonces los seres humanos se convierten en seres amorales.
Un líder que se toma en serio la moralidad debería alabar una filosofía que hace fuerte hincapié en la responsabilidad de las propias decisiones.
Segundo error
Lo anterior se conecta directamente con el segundo temor del papa:
“El individualismo afirma que es sólo el individuo el que da valor a las cosas y a las relaciones interpersonales, y por lo tanto, solamente el individuo decide lo que es bueno y lo que es malo.”
Acá yacen profundas cuestiones sobre estándares de bondad y creación de valor genuino:
– ¿Las relaciones son cosas que nos “pasan”? ¿O los amigos, los romances y los negocios son cosas que nosotros “hacemos que nos pasen”?
– ¿El valor de las relaciones es preexistente a estas, o su valor comienza a existir cuando los individuos implicados deciden dar algo de sí mismos al otro?
– ¿Y quién debe decidir qué es lo bueno o lo malo? Por ejemplo, ¿quién debe decidir si es bueno o malo que me case, o con quién casarme? ¿Debe ser mi decisión individual o la de alguien más? ¿O qué carrera sería buena o mala para mi? ¿O qué música es buena o mala? ¿O qué políticos?
Si los individuos no toman esas decisiones por sí mismos, entonces alguien más debe tomarlas por ellos. Sabemos, por supuesto, que el papa viene de una tradición que dice que todos debemos ser obedientes—esclavos obedientes a sus amos, mujeres a sus maridos, súbditos al César, y todos al representante infalible de Dios en la Tierra. Y ese fuerte énfasis en la obediencia se ha resistido siempre a la expansión de las libertades individuales. Es cierto que la posición del Papa se ha suavizado en el mundo moderno respecto a esos puntos, pero siempre a regañadientes y siempre bajo la presión de los humanismos más individualistas y liberales que el papa está atacando en su mensaje.
Tercer error
El papa también se preocupa porque la exaltación de la libertad individual conduzca al crecimiento del poder,
“incluso a expensas de la exclusión y marginación de la mayoría más vulnerable”.
Tiene razón en que muchos están en situación vulnerable o peor. Pero no olvidemos que los pobres y los excluidos son individuos también, con sueños y objetivos propios, y que lo que justamente necesitan es libertad para lograr sus sueños y metas personales. Los más grandes obstáculos de los pobres y de los excluidos nunca han sido la libertad y los éxitos de otras personas. Siempre han sido sistemas políticos que limitan su libertad (sistemas de castas, sistemas socialistas que prohíben sus emprendimientos y otras dictaduras) y sistemas éticos que abrazan la pobreza y el sufrimiento, e incentivan a quienes están en la miseria a aceptar su suerte.
El papa Francisco parece ignorar que los liberales y libertarios consideran inviolables los derechos a la vida, a la libertad y a la propiedad, y apoyan el papel del gobierno para protegerlos vigilantemente y para detener a aquellos que tratan de ganar y vivir a expensas de otros.
Más aún, si realmente estamos preocupados por los marginados, entonces notaremos que la gran mayoría de ellos reside en lugares del mundo donde el individualismo y el liberalismo no tienen lugar, o en lugares que se están recuperando de regimenes antiliberales y antiindividualistas.
Cuarto error
El papa señala, acertadamente, la tragedia de la continua esclavitud:
“Es alarmante y sintomático que hoy el cuerpo humano sea comprado y vendido, como si fuera una mercancía para intercambiar”.
No hay duda de que la esclavitud es una abominación moral. Pero el énfasis del papa acerca de que la esclavitud es un síntoma actual, demuestra una extraña amnesia histórica.
En la era moderna, las primeras naciones que formaron sociedades antiesclavistas fueron aquellas que enfatizaban los derechos individuales a la vida y a la libertad. También fueron las primeras en abolir la esclavitud dentro de sus propios territorios y las primeras en gastar enorme energía y recursos para eliminarla en todo el mundo.
La esclavitud existió en todas partes del mundo en tiempos premodernos (y aparentemente coexistió felizmente con la propia tradición del papa durante los primeros 1600 años de su existencia). Lo que en realidad es sintomático de hoy, es que la mayoría de nosotros hemos adoptado del humanismo ilustrado y del renacimiento, la condena moral a la esclavitud. Como resultado, hemos progresado en la eliminación de gran parte de ella y estamos comprometidos a continuar haciéndolo.
Sólo el individualismo liberal/libertario ha roto las cadenas de la esclavitud, la pobreza y otras exclusiones. Sólo él ha permitido que hombres y mujeres de todas las razas, religiones y etnias se conviertan en empresarios, artistas, atletas, inventores, etc., en la escala en que se ha logrado en los tiempos modernos.
Sólo en las sociedades liberales individualistas encontramos una gama cada vez más grande de carreras profesionales que ofrecen un nivel de vida cada vez más alto.
Al no sacrificar la individualidad por el colectivo, al no fundir la singularidad de cada ser humano en un guiso común, y al honrar la vida, la libertad, la mente y los sueños de cada persona, el individualismo liberal ha creado abundancia, ha extendido la paz, ha aumentado la solidaridad y ha hecho la vida más larga y agradable. Los datos están de su lado. El papa Francisco debería prestar más atención e, incluso, decir “Gracias”.