En octubre de 1964 el grupo musical estadounidense Simon & Garfunkel publicó un album cuya canción emblemática es The Sound of Silence, en español, El Sonido del Silencio. En la letra de la canción se narra un mundo distópico donde el silencio —que crece como un cáncer— alimenta a la oscuridad y que nadie se atreve a perturbar el sonido del silencio.
La canción guarda una aterradora similitud con la actualidad, donde la seguridad le está ganando la batalla a la libertad; donde hablar es más peligroso que combatir la mentira y donde la autocensura —ya sea de los medios o de los ciudadanos— solo hace que los regímenes autoritarios crezcan.
El pasado 3 de mayo se “celebró” a nivel mundial el Día Mundial de la Libertad de Prensa. Pero poco hay por celebrar con Venezuela en crisis, donde el régimen de Maduro reprime a manifestantes y donde no dejan entrar a periodistas a cubrir las manifestaciones; entre amenazas en México, tanto por gobernantes corruptos como de narcotraficantes que quieren evitar que se conozcan sus crímenes y con Rafael Correa, en Ecuador, acusando a medios de comunicación de “fraguar” un fraude electoral a favor de Guillermo Lasso.
Sin embargo, ante tal panorama, fechas para recordar la importancia de la libertad de expresión cobran más importancia, ya que ayudan a darle visibilidad a los periodistas que mueren por cumplir su oficio, a tener plataformas en las que denunciar la censura estatal y en estos tiempos, a señalar las amenazas digitales que sufren los medios de comunicación.
Las amenazas a la libertad de prensa en el Siglo XXI
Las amenazas a la libertad de prensa han mutado, ya no solo son los cierres a medios por órdenes estatales, tal como pasó en 2007 con Radio Caracas Televisión en Venezuela, donde Hugo Chávez le negó la renovación de la licencia de transmisión y el canal tuvo que cerrar.
En la era digital, a los ataques tradicionales se les suma las amenazas por espionaje y hackeo digital, propaganda disfrazada como noticias que resultan ser falsas, desinformación en las redes sociales, amenazas a periodistas en sus redes sociales y los Gobiernos estableciendo de manera más fácil sus propios medios de comunicación digitales.
Otra tendencia gubernamental en contra de la libertad de expresión son las nuevas leyes que atentan en contra de estos derechos. Tal como las leyes en contra de los discursos de odio, que quieren regir qué es políticamente correcto decir y que no, corriendo el peligro que cada gobernante a su voluntad establezca el tono y contenido de la expresión.
Las leyes en contra de las noticias falsas, aunque en principio puede sonar lógico querer prohibirlas, pero se corre el peligro que un Gobierno determine qué es verdad y qué no. Los Gobiernos pueden buscar regular cómo hablar de eventos históricos o simplemente negarlos por decreto. Los Gobiernos totalitarios son los que buscan escribir la verdad según su conveniencia.
Flemming Rose es un escritor y periodista danés que en 1999 comenzó a trabajar en el periódico danés Jyllands-Posten donde fue editor de asuntos internacionales hasta diciembre de 2015. En enero pude escucharlo en una conferencia en la Universidad Francisco Marroquín de Guatemala. Durante la charla él explicó que otra amenaza a la libertad de expresión es el concepto tergiversado de tolerancia. Para Rose la tolerancia “se refiere a las discrepancias, a la confrontación, al conflicto pero sin recurrir a la violencia”.
En cambio la tolerancia según la Unesco es “el respeto, la aceptación y el aprecio de la rica diversidad de las culturas de nuestro mundo, de nuestras formas de expresión y medios de ser humanos. La tolerancia consiste en la armonía en la diferencia”.
Ese falta de confrontación que propone el concepto más difundido de tolerancia también hace que el sonido del silencio crezca ya que las ruidosas discusiones son desalentadas. Una tolerancia mal entendida también hace que gobiernos —hasta los más democráticos y respetuosos del Estado de derecho— busquen la aparente seguridad que brinda la falta de argumentos en contra de la necesidad de un saludable discordia y debate en una sociedad.
Ante tantas ofertas digitales de información —en algunos casos de desinformación— y el discurso políticamente correcto los periodistas tienen el reto de hacer que sus voces sean más altas que otras que buscan ocultar o tergiversar la verdad. Los periodistas y los ciudadanos deben de asegurarse que opinión sea escuchada con mucha firmeza.
Que el sonido del silencio no sea más fuerte que el sonido de la verdad.
Posdata: por honor a la verdad he de comentar que unir la canción The Sound of Silence con la falta de libertad de expresión y de prensa se lo leí a Flemming Rose. ¡Cómo hubiese querido que tan adecuado soundtrack para el tema se me ocurriera a mí!