Cuando en 2013 falleció intempestivamente Hugo Chávez, muchas fueron las voces y los análisis de quienes pregonaban que el vacío que sin duda dejaba el locuaz venezolano en el liderazgo de la izquierda radical latinoamericana, podría ser llenado por el joven, dinámico y carismático presidente, Rafael Correa, quien desde 2007 gobernaba Ecuador haciendo gala de sus arrestos autoritarios y populistas.
Correa había sabido aprovechar la llamada “década dorada” de los altos precios de las materias primas, en este caso del petróleo, y había tomado medidas que posibilitaron un crecimiento económico en su país. Además, aunque al igual que Chávez concitaba idolatrías y odios internos, parecía tener todo para calzar esas botas “revolucionarias” dejadas por el súbdito preferido de Fidel Castro en la región, quien bajo su tutoría impulsó el llamado Socialismo del siglo XXI.
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En el 2012, escribía el analista Rogelio Núñez al respecto: “Correa reúne las condiciones intelectuales (posee un doctorado en Economía de la Universidad de Lovaina -Bélgica) y de liderazgo necesarios para convertirse en ese referente. Es el mejor preparado académicamente (mejor que Evo Morales o Daniel Ortega), tiene carisma y gran capacidad oratoria y en su país mantiene una sólida posición, a diferencia de lo que le ocurre a Evo Morales acosado por las protestas sociales…” (Infolatam).
Rafael Correa ha hecho sus esfuerzos por tomar la batuta de Chávez. Hoy por hoy es la voz cantante a favor de los debilitados gobiernos chavocomunistas de América Latina, especialmente el de Nicolás Maduro en Venezuela, en cuanto foro multilateral asiste. Por supuesto, lo hace con mayor énfasis desde el Grupo de los 77, cuya presidencia anual acaba de asumir Ecuador, desde el Movimiento de los No Alineados y desde otros grupos del mal llamado Tercer Mundo que se han venido a menos.
Durante la última semana de septiembre, Rafael Corea es anfitrión del tercer Encuentro Latinoamericano Progresista (ELAP) 2016, que se celebra para debatir la situación de las fuerzas de izquierda en el mundo. Él mismo viene promoviendo la idea de que existe un nuevo “Plan Condor” regional, que es el nombre que se le dio al plan de las dictaduras del Cono Sur para eliminar opositores, en las décadas de los 70 y 80. Junto a personajes como la argentina Cristina Fernández, el urguayo Pepe Mujica, el español Pablo Iglesias, y representantes de varios partidos comunistas y afines, denuncia la supuesta “persecución” actual contra los expresidentes Lula y Rousseff de Brasil y Fernández de Argentina, y contra el presidente Maduro de Venezuela por parte de la “restauración y agresión conservadora que vive el continente”.
Sin embargo, Rafael Correa no ha podido hacerse del liderazgo regional del llamado “Líder Supremo”. Y ello no se debe tanto a que – al menos por ahora- no se presentará como candidato presidencial en los comicios de febrero de 2017 y a que su popularidad está en picada. Las encuestas muestran que crece el hastío de la población ecuatoriana especialmente por el estilo autoritario del primer mandatario. Tampoco tiene mucho que ver el hecho de que al civil Correa le falte la locuacidad y intrepidez del militar Chávez.
La clave está, más bien, en el simple hecho que ya pasó la época dorada de la “nueva” izquierda regional en la que sus líderes populistas y autoritarios, en especial el venezolano, basaron y expandieron sus proyectos gracias a los cuantiosos ingresos recibidos por las exportaciones de unas materias primas que se vendían a altísimos precios en el mercado internacional.
Pero esa realidad de bonanza económica que permitió espectaculares gastos públicos, cambió totalmente. Toda América Latina entró ya de lleno en un período de desaceleración y por tanto de dolorosos recortes fiscales. Y no hay revolución de izquierda ni liderazgo populista que perdure sin dinero suficiente para costearlos. De modo que así como el cáncer físico apagó la voz del líder venezolano, padre de esa época dorada socialista o más bien neocomunista del siglo XXI, el cáncer de la falta de recursos ha extinguido el surgimiento del sucesor de Chávez.
Desde el 2015, con el desplome de los precios del petróleo, empezó el decrecimiento ecuatoriano que, según el Fondo Monetario Internacional (FMI), continuará por al menos cinco años seguidos, del 2016 al 2020. Estima que este año finalizará para el país con un decrecimiento de -2,3%” (http://www.eluniverso.com/noticias/2016/09/13/nota/5798550/fmi-cinco-anos-cifras-negativas).
A esta baja en los precios petroleros, Ecuador debió sumar la reducción de sus exportaciones totales, el descenso en la recaudación fiscal, la apreciación del dólar, y hasta los altos costos que le produjo el terrible terremoto en la región de Cuenca, en abril de este 2016. La crisis económica ha llevado al gobierno ecuatoriano a tomar las más fuertes medidas de ajuste y los mayores recortes fiscales de la región.
Con esta debilidad económica a cuestas, difícil que el liderazgo regional de Rafael Correa se potencie, que vaya más allá de lo que ha llegado, que logre impactar como el de Hugo Chávez. Pese a su prédica ideológica actual frente a los que quedan de la izquierda radical, las circunstancias le son adversas.