Aunque para algunos es difícil de ver, el evento de adhesión de Claudia López y Antanas Mockus a la campaña del candidato de izquierda radical Gustavo Petro no solamente fue triste y estuvo lleno de letreros de peligro por todos lados, también fue un acto de populismo puro y duro.
Populismo a la orden del día
Los líderes de la Alianza Verde, partido que Petro tiene cooptado hace años, decidieron realizar su discurso frente a la iglesia del Voto Nacional (primer acto populista), porque este lugar representa “el voto de la unidad”, y, según ellos, la unidad que decidieron hacer con el candidato de izquierda también representa ese voto, el cual tumbaría a los políticos que han empleado “el no todo vale” (lema promovido por Mockus) para dirigir a Colombia.
Sin embargo, esta adhesión fue una muestra del no todo vale en su mejor expresión, pues López y Petro decidieron modificar su discurso para sellar su alianza. Quien otrora afirmara que “Álvaro Uribe y Gustavo Petro son lo más cercano al populismo que hay en Colombia” y que el candidato de la Colombia Humana representa a la extrema izquierda, mostró que tiene una moral flexible, pues decidió, de un momento a otro, dejar de lado lo que piensa de Petro y respaldarlo para que llegue a la presidencia, quizá con el verdadero afán de tumbar a las maquinarias del poder, o, a lo mejor, para que este respalde su candidatura a la alcaldía de Bogotá. El discurso de López cambió sin que lo que Petro representa haya cambiado.
Por su parte, Petro decidió emplear una estrategia de cazabobos con el fin de atraer a los votantes de centro y a sus respectivos líderes. Modificó su discurso ideológico, el que ha defendido a capa y espada durante años, y hacer varios juramentos en público y escribirlos en dos tablas de mármol (segundo acto populista), cual Moisés, para que todo el mundo vea que es un hombre respetuoso de la ley.
La tablas del compromiso ciudadano adquirido y firmado en mármol estarán en el despacho del Presidente de la República
En la nueva política la palabra empeñada se cumple, como lo demostramos en nuestra vida.
Palabra que sí pic.twitter.com/deTAyOFHlu
— Gustavo Petro (@petrogustavo) June 9, 2018
Pero tal como ha ocurrido con los diez mandamientos, Petro, antes de escribir los suyos por petición de Mockus y López, ya había incumplido varios de ellos. Uno fue el del respeto por los recursos públicos: no hay que olvidar que por las decisiones tomadas cuando fue alcalde de Bogotá, la ciudad tuvo un detrimento patrimonial de más de USD $817 millones (más de dos billones de pesos). Cifra parecida a lo que se robaron los del Carrusel de la Contratación, liderado por militantes del Polo Democrático, antiguo partido del candidato de izquierda.
Tampoco hay que olvidar que Petro no es amante de respetar las decisiones de la justicia, pues si estas no le favorecen utiliza a la ciudadanía como un arma de presión para intentar reversarlas. Tampoco es amante de crear políticas que favorezcan la iniciativa privada; ya en su campaña ha mostrado que sus principales enemigos serían los grandes empresarios. No se debe olvidar tampoco que cuando fue alcalde decidió, en muchas ocasiones, no licitar los contratos; lo que hizo fue otorgarlos a dedo utilizando la figura de ciencia y tecnología.
Letreros de peligro
¿Qué tanta confianza le tiene Mockus y López a Petro? Casi nula. Eso se vio por el pedido que le hicieron de escribir sobre mármol 12 juramentos. Es claro que esto es una referencia a que Santos en 2010 le dijo a Mockus que si era necesario le escribiría en mármol que no aumentaría los impuestos. Y aunque Santos no escribió en mármol su juramento y tampoco lo cumplió, hay una clara diferencia entre aquel juramento y los 12 de Petro: respetar la ley estaba implícito en la campaña de 2010. En la de este año la confianza en Petro es tan escasa que hasta sus mismos aliados le piden que jure en público y escriba sobre mármol algo que ya está en la Constitución.
Que sus aliados no confíen en Petro no solamente es una alarma de la clara amenaza que él representa para Colombia, también deja ver que estos aliados están dispuestos a poner al país en peligro a cambio de un posible apoyo para la alcaldía de Bogotá (López) o por el simple hecho de no aceptar, pese a todas las evidencias, que los acuerdos de paz deben ser modificados (Mockus).
Lo triste del evento
La parte triste del evento fue ver cómo, una vez más, Mockus es utilizado para llegar al poder. Ya lo había hecho en 2015 Jorge Torres, quien logró obtener una curul en el Concejo de Bogotá, y en las pasadas elecciones legislativas lo hizo Katherine Miranda, quien llegó al Congreso. Ahora es Petro y su grupo político quienes lo hacen.
Esos mismos que durante años calificaron a Mockus como un uribista neoliberal solapado, hoy son sus mayores aliados, utilizándolo mientras sirva, pues le podría endosar a Petro más de medio millón de votos. El no todo vale en su máxima expresión.