La pandemia del nuevo coronavirus COVID-19 ha creado una histeria colectiva de las que muy pocas veces ocurren. Las restricciones de viaje están en todas partes, ya que las personas intentan hacerse la prueba, prepararse para las cuarentenas y preocuparse por sus trabajos y sus familias. Los eventos que involucran a grandes grupos de personas se cancelan y, en algunos casos, países enteros se cierran. Hemos visto a países como Rusia y El Salvador cerrar sus fronteras al principio, lo cual ha resultado, especialmente para El Salvador, en la ausencia de casos confirmados. Otros lo han hecho ya muy tarde, como Alemania, España y Portugal donde ya un brote avanzado del virus que ha afectado de forma severa el diario vivir de toda la población.
Pero en toda esta histeria colectiva, hay un experimento casi natural sobre qué tan bien un sistema de salud universal (o mejor llamado sistema de salud socialista) puede responder ante un problema como este. La respuesta clara es que no tanto, por no decir “fracaso total”. Para demostrarlo, podemos ver los casos de Italia y Corea del Sur. Ahora mismo, Italia es el país más afectado por el virus luego de que China “milagrosamente”, pudiera contener el virus. ¿Qué interesante no? Que el país donde nació el virus, de repente, supuestamente sin vacuna alguna pudiera contener el virus. Especialmente cuando ya sabemos que el régimen totalitario del presidente Xi Jinping intentó esconderle al mundo la existencia del virus, al punto de perseguir y encarcelar a todo aquel que quiso alertarle al mundo sobre la entonces amenaza.
Si examinamos la severidad de la pandemia en Italia (nuevo epicentro del virus) y la de Corea del Sur, podemos ver cómo un sistema de salud de mercado es superior a un sistema de salud controlado completamente por el gobierno. En el momento en que me encuentro escribiendo esta columna, Italia tiene más de 25 000 pacientes infectados y más de 2000 han fallecido. De hecho, fue noticia mundial que el gobierno italiano reportó 368 muertes en un solo día, una cifra récord. El virus llegó a Italia el 31 de enero cuando se confirmó el primer caso y desde entonces, todo ha sido caos en el país.
En Corea del Sur, el virus llegó antes, para ser exactos, el primer caso se confirmó el 20 de enero. Obviamente, iba a llegar primero por la cercanía de la península coreana a China, pero aún así miren los números de Corea del Sur en comparación con Italia. Hasta el 15 de marzo, Corea del Sur tenía 8236 pacientes confirmados con el virus de los cuales solo 75 han fallecido (sepa disculpar el lector, pero las cifras se actualizan rápidamente).
Corea del Sur no solo ha podido contener de manera efectiva la propagación del virus sino que también ha sido capaz de tratar a los pacientes enfermos mucho mejor al punto de controlar la mortalidad de una manera increíble. Los pseudointelectuales de la izquierda dirán que la diferencia se debe a la diferencia de población o cualquier otra excusa para negar el fracaso de los sistemas de salud socialistas pero la realidad es que Italia y Corea del Sur tienen poblaciones similares (alrededor de 60 millones y 50 millones de habitantes, respectivamente, aunque la mitad surcoreana de la península coreana es aproximadamente un tercio del tamaño de Italia en términos de superficie terrestre).
Mientras Italia está experimentando un rápido crecimiento exponencial en espiral en casos confirmados a pesar de cerrar todo el país con toques de queda, cierre de fronteras y restricciones de viaje, Corea del Sur ha podido contener el virus. Todo esto en realidad se debe a la diferencia en sus sistemas de salud.
Aunque Corea del Sur tiene un sistema monopolizado por el Estado que proporciona un seguro de salud universal, este seguro provisto por el gobierno no puede establecer precios en el mercado de la salud. Los hospitales y clínicas habitualmente cobran a los pacientes más de lo que paga el seguro del gobierno, lo que ha provocado que muchos coreanos contraten un seguro privado para cubrir la diferencia.
En este sistema híbrido, los servicios médicos son proporcionados por un conjunto de hospitales donde el 94 % de estos hospitales son privados, con un modelo de pago por servicio y sin subsidios gubernamentales directos. Muchos de estos hospitales son propiedad de fundaciones caritativas sin fines de lucro o universidades privadas. Los hospitales privados en el país explotaron en número de 1185 en el 2002 a 3048 en 2012. El resultado es que Corea del Sur tiene 10 camas de hospital por cada 1000 habitantes, casi tres veces más que las 3.4 camas per capita en Italia. Estos hospitales privados también cobran significativamente menos (entre 30 % y 85 % del precio) que los hospitales de los Estados Unidos (que a menudo también se les exige que obtengan un “certificado de necesidad” del gobierno antes de la construcción, según el estado en el que estén construidos).
En Italia, por el contrario, las cirugías y la hospitalización proporcionadas por hospitales públicos o convencionales son completamente “gratis” para todos, independientemente de sus ingresos. Esto es totalmente pagado por el servicio nacional de salud, el Servizio Sanitario Nazionale (SSN). Los tiempos de espera pueden ser de unos pocos meses para grandes hospitales públicos, aunque son algo más cortos para pequeños hospitales privados con contratos para proporcionar servicios a través del SSN. Los proveedores médicos públicos y privados ofrecen opciones de “libre mercado” en las que el paciente paga directamente, pero esto rara vez se utiliza y, por lo tanto, contribuye muy poco a los ingresos del hospital. El servicio médico de emergencia es siempre “gratis”.
Los tiempos de espera y otros marcadores de calidad son significativamente peores en el sur de Italia, y los pacientes a menudo van al norte del país para recibir mejores servicios. Los médicos que se gradúan de las escuelas de medicina italianas a menudo van a trabajar a otra parte y los funcionarios italianos buscan contrarestar ese problema reduciendo las oportunidades en los programas médicos. Italia experimentó una continua escasez de trabajadores de la salud incluso antes de que el COVID-19 golpeara el país. El número de hospitales en el país ha disminuído constantemente en las últimas décadas, de 1321 en 2000 a 1063 en 2017. Los precios del SSN para pagos a hospitales se establecieron por debajo de las tasas del mercado con el fin de ahorrar dinero en atención médica y los resultados fueron los esperados para un control de precios de facto.
Actualmente, el sistema de salud italiano está abrumado por las decenas de miles de casos de COVID-19 que ya enfrenta. Han recurrido al racionamiento de servicios médicos dándole prioridad a los jóvenes y dejando a los que corren el mayor riesgo del virus prácticamente a la deriva defendiéndose por sí mismos. Esto describe una situación que empeoró por la dependencia de la atención médica centralizada por el gobierno que gestiona los costos mediante el racionamiento de precios en lugar de un sistema de libre mercado. Aunque Corea del Sur proporciona una red de seguridad básica, también es uno de los sistemas de salud más cercanos del mundo a un mercado libre, superando en gran medida incluso al sistema de los Estados Unidos (que incluye una gran cantidad de regulaciones gubernamentales que restringen el suministro que solo aumentan costos y disponibilidad perjudicada). Como resultado, la atención médica de Corea del Sur hizo lo que el sistema deficiente de Italia ya no podía hacer, que fue hacer frente de manera efectiva a la pandemia y lograr controlarla sin cerrar todo el país en el proceso.
Mientras los socialistas continuarán hablando de las supuestas “maravillas” de un sistema de salud universal, los datos una vez más muestran cómo los sistemas de salud no deben estar en manos de ningún gobierno y que solo el libre mercado, el capitalismo, el sector privado y el voluntarismo son los que pueden garantizar el mejor sistema de salud posible. Si la salud universal socialista funcionara, Europa no sería hoy el epicentro del brote como ya lo declaró la Organización Mundial de la Salud. España, Italia, Alemania, Portugal y Francia con sus enormes cantidades de casos y muertes por este virus son ejemplos de cómo estos sistemas fracasan y de cómo el socialismo es definitivamente sinónimo de muerte aún en sistemas de gobierno democráticos.