
Cuando sufrimos un asalto y arrebatan nuestros bienes, la reacción de muchos es acudir a la Policía. Pero en Cuba, al ser opositor, esa acción te puede mandar al calabozo.
Luego de recibir la notificación que tenía que irme de la provincia de Camagüey o de lo contrario sería detenido, me despedí de mis amigos y en medio del jolgorio fui asaltado. Un hombre vestido de civil, se acercó a mí junto a un policía y me arrebató el bolso; mientras yo hablaba con el policía. Dicho civil llegó hasta la esquina y desapareció.
Tengo pocas pertenencias, pero me habían enviado el día anterior, desde el exilio, mi primer teléfono inteligente. En honor al esfuerzo de quien me lo regaló, fui a plantear mi denuncia y demandar justicia y terminé en un calabozo.
Comunicación limitada
Como comenté en una nota anterior, mi último teléfono fue inutilizado por las fuerzas del Estado: le rociaron ácido mientras estuve detenido.
Meses atrás, en una detención previa a esa, me incautaron una pequeña computadora —que me regaló un amigo libertario de ultramar— bajo la amenaza de que si tenía propaganda contra el socialismo o el partido de Gobierno, no me la devolverían y así fue.
Todo indica que harán hasta lo imposible por dejarnos incomunicados.
Antecedentes
Ya desde finales del pasado año me había propuesto crear un movimiento anarcocapitalista en toda la isla de Cuba, pues entendí que habían condiciones para ello. Ya existían cubanos que al menos dominaban los principios básicos del anarcocapitalismo, es decir, del libre mercado sin Estado.
Gracias a la colaboración de los representantes del libertarismo cubano en el exterior y a la colaboración de muchísimos amigos libertarios, me fue posible impartir un curso básico de filosofía libertaria, el cual comenzó a impartirse en La Habana, siendo fiel a mi compromiso firme de difundir las ideas de la libertad, al crearse, en el año 2014, el Club Anarcocapitalista de Cuba.
Pues bien, a principios del presente año, en la madrugada del 9 de enero, llego a la provincia de Camagüey y sobre las 10 de la mañana fui víctima de la primera detención en esta provincia en este año. Después de tres días de detención arbitraria por parte de agentes de la seguridad del Estado fui deportado hacia La Habana.
Desterrado interno
Así como lo leen, en Cuba el régimen tiene la potestad de expulsar a sus ciudadanos de una provincia a otra. Pues, bajo el socialismo, donde la riqueza no se genera, sino que se distribuye, los recursos son tan escasos que los Castro desarrollaron el Decreto 217: Regulaciones Migratorias Internas para la Ciudad de La Habana y sus Contravenciones, para facilitar la contabilización y asignación en cada provincia.
Pero mi interés por hacer realidad mis sueños fue mayor que la voluntad amenazadora de los enemigos de la libertad y decidí regresar a la provincia de Camagüey inmediatamente después de haber arribado a La Habana. Volví en la madrugada del siguiente día, recorrí alrededor de 1.200 kilómetros en menos de 24 horas.
Estuve escondido en la casa de la anarcocapitalista cubana Marisol Peña Cobas —quien fue detenida también este año— durante unos días, suficientes para que los jóvenes Adrián Quesada Flores y Dixan Gainza Moré obtuvieran los conocimientos básicos de filosofía libertaria.
Realizadas sus exposiciones comprobatorias de los conocimientos adquiridos, Adrián y yo decidimos ir a la sala de navegación —para conectarnos a Internet— ubicada en la calle República de esta provincia. Evidentemente ya se había filtrado mi presencia en el lugar, por lo que un operativo conjunto de seguridad del Estado nos abordó violentamente, nos esposaron y llevaron hacia el técnico policial.
Después de 48 horas de detención arbitraria, vuelvo a ser deportado hacia La Habana. Pero esta vez, aprovechando una parada, me bajé y regresé nuevamente, tomando todas las precauciones, a la casa de Marisol.
El objetivo de fundar el movimiento estaba pendiente y sin perder tiempo, al día siguiente, se funda felizmente el Movimiento Anarcocapitalista Cubano, acordando, voluntariamente, como primera acción del movimiento, iluminar las calles de Camagüey, posiblemente por primera vez en su historia, con pancartas que llevaran el mensaje del pensamiento de los filósofos Mises y Rothbard.
Al día siguiente, al salir la noticia en PanAm Post —medio considerado subversivo por los dictadores cubanos— sobre la fundación del movimiento, agentes de la seguridad del Estado —en acción conjunta con miembros de la policía— irrumpen en la casa de la activista anarcocapitalista Marisol Peña, y me llevaron detenido nuevamente. Después de 48 horas de detención, amenazas y actas de advertencias, vuelvo a ser deportado hacia La Habana.
Faltaba la acción de llevarles al pueblo de Camagüey los mensajes de estos dos grandes pensadores de la libertad, evidencias fueron publicadas inmediatamente gracias a la ardua labor que desempeñan nuestros representantes en el exterior del país, lo que produjo mi cuarta detención.
Después de dos días detenido, humillado y amenazado, fui trasladado esposado en un bus cargado de presos que venía de la provincia de Holguín hacia el Centro de detención conocido como el Vivac, en la provincia de La Habana, amenazado de ser enjuiciado, no sé ni por qué delito. A los dos días, casi una semana sin nadie saber de mí, me dejaron en libertad.
La última vez, la semana pasada, fue una noche entera en el calabozo.
Así es la vida de quien difunde las ideas de la libertad bajo un régimen que impone su voluntad. Tienen el poder de asignarte dónde vivir, qué decir y en caso de que insistas, privarte de tus medios de comunicación y encerrarte.
Nota: Mamela Fiallo colaboró para la compilación de esta nota.