Quien haya presenciado las elecciones generales recién culminadas en Cuba no tendrá ninguna duda de que ha sido una de las tragicomedias mejor concebidas y logradas a lo largo de toda la historia humana.
¿Elecciones de qué? Este es el sentir silenciado de la mayoría de los cubanos, forjado por seis décadas de cruel censura, miseria y terror.
La primera desfachatez apareció en escena cuando la Presidenta de la Comisión Nacional Electoral se dispuso ante los diputados representantes de los dictadores, a dar a conocer los nominados a los cargos de presidente, vicepresidente y secretario de la Asamblea Nacional, irónicamente llamada”del Poder Popular”.
Qué horror. Un solo nominado para cada una de las plazas, y una vez conocidos estos, los desvergonzados diputados, comenzando por el general presidente, votaban, haciendo gala de una falsa voluntad del pueblo, por los máximos representantes del máximo órgano de poder del Estado. Esas son, señores, las elecciones en Cuba: se realizan a puertas cerradas. Las otras, las que todos vemos, son una copia fiel, impuesta por las primeras, acuñada por la sombra de la censura y el terror.
Hay que ser muy ingenuo para no darse cuenta de que el discurso pronunciado por el reelecto presidente de la Asamblea ya estaba elaborado no se sabe desde cuando; y esto el pueblo lo sabe.
Lo mismo sucedió con el nuevo presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, Miguel Díaz-Canel, con la única diferencia que este obtuvo el 99,83 % de los votos, mientras que aquel, un 100 %.
¿Quién se atrevió a no votar por el elegido del general presidente? ¿Qué sentido tiene si antes había votado por el reelecto presidente del Parlamento? ¿Acaso tanto el uno como el otro no son la misma cosa, marionetas de los dictadores históricos? Esto también el pueblo lo sabe.
¿Qué motivación y argumentos objetivos puede tener el pueblo cubano para votar por alguien, si no conocen tan siquiera el programa político que guiará su mandato? ¿Tienen esperanza los cubanos de que el nuevo presidente les garantizará un salario digno? ¿Tienen esperanza los cubanos de que el nuevo presidente garantizará una vivienda confortable con las mínimas condiciones de habitabilidad? ¿Tienen esperanza los cubanos de que el nuevo presidente mejore definitivamente la precaria situación del transporte público y del servicio público en general?
¿Tienen esperanza los cubanos que el nuevo presidente respete la libertad de opinión, de expresión y de asociación, así como todas las demás libertades arrebatadas a los cubanos desde hace ya casi sesenta años? ¿Tienen esperanza los cubanos de que el nuevo presidente reconozca y respete definitivamente el derecho a la propiedad privada, condición indispensable para la eficaz garantía del surgimiento del progreso, la libertad, la paz y la felicidad humana?
¿Dejará el nuevo presidente de perseguir, apalear, apresar y marginar a los que, como yo, pensamos diferente? ¿Cesarán con el nuevo presidente las crueles agresiones contra las Damas de Blanco, digno ejemplo de amor por la libertad?
El pueblo cubano sabe perfectamente que en Cuba solo existe un presidente, surgido de la voluntad impuesta por los históricos dictadores, artífices de una de las dictaduras más inteligentes y desgarradoras que haya conocido la humanidad.
El mismo discurso pronunciado por Díaz-Canel asesina todas las esperanzas del pueblo y marca sin discusión alguna el futuro inmediato del pueblo: más dictadura, censura, terror y miseria.
En fin, un dicho se ha hecho muy popular por estos días que muy bien puede dar una idea de sentir del pueblo respecto a las elecciones: “El presidente Díaz-Canel es el mismo perro con diferente collar”.
Hasta la próxima.