
El semanario británico The Economist decidió elegir a Colombia como “el país del año” debido al proceso de paz entre las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y el Gobierno del presidente Juan Manuel Santos.
“Nuestra elección es Colombia, por lograr la paz en 2016”, sentencia la revista en su versión digital.
“Esto fue un logro colosal. El conflicto entre el Gobierno colombiano y los insurgentes marxista de las FARC duró medio siglo y le quitó la vida a alrededor de 220.000 personas. En un momento dado, el país estaba a punto de convertirse en un Estado fallido, algo que ahora es inconcebible”, se lee.
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“Guerrilleros de las FARC asesinados y abandonados, niños reclutados y, ocasionalmente, soldadas forzadas a abortar luego de quedar embarazadas. También manejaron la droga, secuestros y extorsionaron para financiar su guerra. Las tropas del Gobierno también fueron brutales. Algunos usaban falsos anuncios de empleo para atraer a hombres inocentes a lugares remotos. Los mataban y aseguraban que los cadáveres eran de rebeldes. Esto para aumentar su heroicidad y sus posibilidades de ascenso”, indica The Economist.
“Pero la pesadilla terminó en 2016”, espeta el semanario para luego señalar que “el presidente Juan Manuel Santos acordó la paz con las FARC y lo sometió a un referéndum. Cuando los votantes lo rechazaron estrechamente, porque los líderes de las FARC no iban a ser castigados con verdadera severidad, los dos lados se sentaron de nuevo y contestaron algunas de las objeciones”.
“El nuevo acuerdo está siendo impulsado a través del Parlamento. Hubiera sido preferible celebrar otro referéndum”, dice la revista, “pero si los votantes quieren arriesgarse a volver a la guerra, pueden votar en 2018 por un candidato presidencial que prometa penas más duras para los cabecillas de las FARC”.
Por último, The Economist concluye: “Como la mayoría de los acuerdos de paz que se negocian, el de Colombia no cumple todas las expectativas e implica compromisos desagradables. Pero la alternativa es peor. Colombia es un digno ganador”.
Fuente: The Economist