La criminal y demoledora crisis política y social que ha padecido Venezuela por los últimos años ha forzado la mayor diáspora de la historia contemporánea del país. Hay nacionales en todo el mundo. En cada estado se ha establecido un joven venezolano y, hoy, se ha convertido en emblema y bastión de la libertad y principios.
Desde hace un par de semanas ha surgido una nueva ola de los denominados «escraches», o increpaciones a familiares de funcionarios chavistas. Se ha originado en un grupo de venezolanos que se han alzado sobre las dificultades del exterior y hoy enfrentan la impotencia de ver a sus familiares ser agredidos por el Estado chavista, han erigido la moralidad para señalar a dedo a todo aquel que goce las recompensas de los crímenes del chavismo.
No obstante, un grupo de intelectuales y dirigentes —de oposición— ha esgrimido su voz para condenar los señalamientos que hacen los venezolanos en el exterior. Según ellos no es ético —sino criminal—, incomodar a un hijo mayor de edad de un funcionario de la dictadura chavista. Es ahora el debate.
Para conversar sobre el trasfondo moral, correcto —o incorrecto— de este nuevo movimiento, PanAm Post acudió al sociólogo, escritor, politólogo, catedrático de la Universidad de Barcelona, Universidad Ramón Llull, la Universidad Nacional de Educación a Distancia y la Universidad Católica Andrés Bello; Jorge Tricás.
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La ética y la política se reconciliaron con las increpaciones a funcionarios corruptos
Tricás apoya este movimiento que se ha alzado para incomodar a aquellos que disfrutan del dinero obtenido por corrupción y que hoy lo gastan en Europa o Estados Unidos. Para él esto es una respuesta al secuestro del Estado de derecho y la impotencia de la impunidad con los funcionarios corruptos.
“Cuando una dictadura nos secuestra el Estado de derecho, nos quedan son las actitudes. Nos quedan las salidas individuales bajo forma de actitudes. La institucionalidad no funciona. Esto no lo puede solucionar la justicia. Esto que está ocurriendo, a mí me agrada. Viene de afuera y esto supone que el venezolano, en este caso el del exterior, se está reconciliando con la ética. Y lo que es más profundo: ha unido ética con política”, apunta.
“El valor ético primario es la justicia. Esa es la expresión de los principios básicos. Y esto es, precisamente, justicia, la que no encuentran en el país”.
El sociólogo esgrime un punto importante: «Se ha unido la ética con la política». Habla de un vínculo que jamás se había dado en Venezuela. Es decir, por primera vez los valores relacionados a la ética se están imponiendo sobre los vicios de la política.
“Esto ha estado disociado en este holocausto rojo. La ética es el soporte y el sustento de la política. Yo creo que es hora de que la moral y la ética se conviertan en la clave de las acciones. Antes no lo habíamos visto, y menos durante este régimen, pero ahora la ética y la política se han reconciliado”, señala.
Para Tricás la ética debe alzarse sobre cualquier “leguleyería”, porque es precisamente esa defensa de los valores lo que le queda a los venezolanos que lo han perdido todo.
“La ética debe ser superior a la legalidad vigente. Una ley está reñida con la ética. En Venezuela la ética y la política han estado disociadas, antes lo veíamos de una manera tribal. Pocos han sido los que han ido preso por corrupción. Antes un funcionario que robaba no era mal visto. De hecho, lo erróneo era señalarlo. Ahora se está dando lo contrario”.
“Los venezolanos en el exterior han enlazado ética con política a través de estas actitudes. Para mí esto es un tipo de lucha de radicalismo ético. Es un nuevo paradigma de lucha. En el exterior estamos viendo un tipo de lucha diferente a la que se da en la nación, y es igual de valiosa”.
El catedrático de la Universidad de Barcelona califica a este movimiento de «increpadores» como “radicalismo ético”. Es decir, la defensa a ultranza de los valores relacionados a los principios éticos de una sociedad: “Este radicalismo ético es la respuesta más justa que puede dar una sociedad civil a la situación que estamos viviendo”, señala.
Algunos dirigentes, intelectuales y periodistas «opositores» han condenado firmemente esta ola de increpaciones. Sugieren que se trata de acosos y actos ilegales o inmorales —e incluso, un analista comparó la ola con la conocida Lista de Tascón. Frente a ellos Tricás apunta: “¡No señor, esto es sanción social! Eso es lo que se está haciendo”.
“Son aquellos, los que critican eso, los resentidos. Hubo alguien que dijo que los que están haciendo esto en el exterior están cómodos. Hay un resentimiento detrás. Hay una intelectualidad, comunicadores sociales, que están exponiendo un resentimiento”.
Tricás señala que la diferencia entre la Lista de Tascón y esta nueva que está saliendo, es que la de Tascón era para aplicar terror, para intimidar; esta es, en cambio, para reivindicar los principios éticos, esto lo dice porque, según señalan, la lista de familiares de chavistas en el exterior es una forma de apartheid político.
Para el escritor, algunos de estos dirigentes que condenan los señalamientos e increpaciones, lo hacen “para estar dentro de los linderos de lo políticamente correcto”. Asimismo, apunta Tricás que existe una especia de delay que impide a los dirigentes e intelectuales adaptarse a este nuevo proceso que es completamente novedoso.
Sin embargo, el sociólogo no ve las increpaciones fuera de lo políticamente correcto. Las ve, más bien, dentro de lo que políticamente es correcto: “Se está increpando a una gente que prefiere vivir con las manos ensangrentadas, y con el dinero sucio, antes de estar con el estómago vacío”.
“Hay una incapacidad de adaptarse. Un letargo con la coyuntura. Estamos asistiendo a algo que es novedoso en nuestra vida política. Lucen rezagados estos políticos ahora. Esto está sirviendo para ver quién está adelante y quienes se están quedando detrás de la ola. Los exiliados ahora son la vanguardia de la lucha política contra el chavismo, que enarbolan la bandera de la ética”, vocifera Tricás.
Asimismo, está el punto controversial de que muchos de los increpados son los hijos de los funcionarios. Al respecto, dice el catedrático: “Yo aceptaría que un menor de edad no se le deba reprochar. Un niño no tiene la capacidad de deslindarse moralmente de la conducta de sus progenitores, porque es dependiente. Pero un mayor de edad sí. Él es cómplice de eso. Se le deba aplicar sanción moral. Además la justicia debería actuar, esperemos, en algún momento”.
Por otra parte Tricás insiste en el componente ético de las increpaciones el exterior. Lo señala constantemente porque para él ese es el factor primordial de este nuevo movimiento de los exiliados: “Recuérdate que la ética es responsabilidad, y sin la ética bajo la forma de responsabilidad, la política se pone diabólica. Esta apunta a un modo de comportarse, de estar en la ética, cómo debe ser. Eso procuran todas las sociedades. La ética promociona el juego limpio. Y ahora la sociedad venezolana está empezando a apuntar a eso”.
“En este momento del país, afuera o adentro, se promociona el juego limpio. Eso es subversivo. Se está transformando el país desde el mismo fondo. El problema de este holocausto rojo es la descomposición moral. Y eso es más profundo, hay una caída importante de los valores y este radicalismo ético está cambiando eso desde ya”, dice.
Luego, señala: “La función de la ética es querer lo que debe ser querido. En nuestro caso: el país. Estas increpaciones son una forma de demostrar que queremos al país. El país está asistiendo a un nuevo seísmo, un nuevo tsunami, un tsunami de la ebullición, de la emergencia de los referentes éticos”.
“Antes los funcionarios se agarraban los reales, y nadie decía nada. Ahora sí nos importa que los de al lado se estén dando la gran vida. Ha aparecido la opulencia, y lo que vemos ahorita es el comportamiento insolente de los que se exhiben afuera con riqueza mal habida. Eso no es delito ni acoso, eso es sanción moral producto de un paradigma de radicalismo ético que está conciliando la ética con la política. Eso nunca se había dado”, insiste el profesor de la Universidad Católica Andrés Bello.
Para Tricás es una reacción normal y que debe ser aplaudida. Esta ola de señalamientos en el exterior es el despertar de una sociedad que se hacía indiferente. Una sociedad que, por muchos años, fue permisiva con la corrupción.
“Los funcionarios chavistas exhiben esa riqueza insolente, y esperan que tú la aceptas. Y, además, hay una intelectualidad que otra vez se ha visto outside ante esta situación. Les parece políticamente incorrecto que unos venezolanos en el exterior, sin agresiones, incomoden a estos. Mira, lo contrario es la indiferencia, y eso sí que está mal. Sobre todo en estos tiempos”, enfatiza.
Por otra parte, Tricás toca un punto importante. Por muchos años el chavismo logró estigmatizar al nacional en otros países. El venezolano empezó a ser mal visto a partir del desarrollo del régimen dictatorial por diferentes razones: corrupción, narcotráfico, robo, delincuencia. Ahora, con estos señalamientos en todo el mundo, esto está cambiando.
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“Esta gente está luchando, estos que están afuera, son unos verdaderos héroes. Están luchando contra el cliché mundial de que el venezolano es un corrupto o un ladrón. Los chavistas degradaron el gentilicio y estos venezolanos lo que están es lavando nuestra imagen. Ya iniciaron esa labor. Y, aunque hoy exista una intelectualidad que los menosprecia, algún día deberemos agradecerle”.
“Esta es una batalla ética por nuestra imagen internacional y por revaluar nuestro gentilicio”, esgrime.
Tricás considera el movimiento como “novedoso” ya que “nunca antes habíamos aplicado la sanción moral y ética”. Espera que, también, sea un movimiento que se contagie en Venezuela: “Ojalá lo incorporemos acá en en el país, esos criterios éticos y morales”.
Hay otro detalle que se debe tomar en cuenta, señala: “¿Por qué tenía que venir de afuera? ¿Por qué no nació en Coro o Maracaibo? Porque esta gente vive en unos países donde hay sentido común. Donde hay marcos legales y hay derechos. Donde hay sanciones. Donde la manera de ganarse la vida es por el esfuerzo laboral. Hay cultura del trabajo”.
“El exilio ha servido para algo. La gente que está en otros países ha tenido que ganarse el pan con el sudor de su frente. Este es el gran aporte que está haciendo el exilio: se está empezando a valorar el esfuerzo y el trabajo, y se está empezando a rechazar el facilismo y la corrupción”, recalca.
Prosigue Tricás apuntando que estamos presenciando una imposición de los valores. Los venezolanos están dejando de salir a manifestar por una bolsa de comida; en cambio, ahora esbozan una defensa a ultranza de valores y principios.
“El chavismo pasará a la historia por haber impuesto, desde el poder, una moral de malandro [delincuente]. Y esto es lo que el exilio está purgando. Ahora vemos una lucha de valores. Yo creo que esa es una contribución que hizo el movimiento estudiantil y ahora es que está calando. Por fin el discurso de la oposición se inscribe en la reivindicación de los valores. Es libertario en ese sentido. Recuerda que el populismo degrada la política, la banaliza, porque es la lucha por las necesidades, no por principio. Hoy se ha crecido en política”.
Por último, el sociólogo y catedrático espeta, rescatando las señales, que estamos viendo, desde ya, al poschavismo ejecutarse. Dice que las increpaciones en el exterior y, en Venezuela, los ataques a las estatuas de Chávez, sugieren que ya los venezolanos se están comportando como si el chavismo ya se hubiese desplomado completamente.
Para Tricás estas son señales del poschavismo: “Dice Arendt: ‘Nada resulta más característico de los movimiento totalitarios, en general, como la sorprendente rapidez con la que son olvidados’. Ya lo estamos viendo con la caída de las estatuas de Chávez. Eso ya está ocurriendo”.
“Además, ya el chavismo es vergüenza. Exactamente. Ya hay un rechazo. Esas también son señales que nos sugieren que ya estamos viviendo el poschavismo. Hoy nadie racional te dice que apoya al nazismo, porque, aunque lo haga, sentiría vergüenza. Ya estamos viendo eso”.
“A nivel internacional, la increpación, y nivel nacional, la caída de las estatuas de Chávez. Todo eso es simbólico, pero dice mucho. Estamos presenciando la liquidación histórica del chavismo”, esboza Jorge Tricás.