En abril surgió un movimiento. Libre, heroico, valiente y civil.
La dilapidación de cualquier alternativa democrática, y el último secuestro de las facultades del Parlamento —torpezas del régimen—, dieron inicio a la reciente crisis política en el país. Y, luego de que la dirigencia asumiera la responsabilidad que la coyuntura impone, y se convirtiera, de esa manera, en liderazgo, inició la rebelión civil en contra del régimen de Nicolás Maduro.
Desde los primeros días de abril, toda Venezuela ha estado despierta. Toda una sociedad se ha alzado para esgrimir la defensa de los valores más sagrados. Ha surgido un movimiento libertario, imparable, cuya consecuencia, ineludible, será el rescate de la libertad.
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«La Generación del 2017» se ha convertido, de esa manera, en el acto de rebeldía más relevante de la historia contemporánea de Venezuela. Sin precedente. Un hito en la cronología nacional. Es, de hecho, el movimiento más puro, honesto, inocente, e inmaculado que se ha erigido.
Superior y más virtuoso que el proceso independentista del siglo XIX. El origen genuino y honesto convierten, a La Generación del 2017, en un levantamiento mucho más intachable que el intento de reivindicación de privilegios por parte de los próceres que derivó en la independencia de la nación.
No hay intención de restar mérito y virtud a los procesos históricos anteriores; pero me veo en la obligación de exaltar la valentía de una sociedad que se ha enfrentado y alzado en contra del autoritarismo más oscuro y perverso que ha dominado al país. El valor inherente a la rebeldía del 2017, la convierten en un hito de la región y un ejemplo de entereza.
Es, también, más puro y valiente que el de aquellos que se atrevieron, exponiendo también el coraje necesario, a alzarse en contra de los autoritarismos de la época. El de Pérez Jiménez o el de Juan Vicente Gómez.
Los jóvenes de esta generación están escribiendo, con sangre y sus vidas, el capítulo más relevante de la historia contemporánea de Venezuela. Será, por generaciones, la muestra de ímpetu y dignidad más grande que se haya visto en el país.
Ya hemos llegado, en Venezuela, al punto de no retorno. Presenciamos cada día una muestra de civismo en las calles, decidida a esgrimir la política en el espacio público, y decidida a mantenerse en rebeldía hasta lograr la restitución de los valores secuestrados.
Incluso, la dirigencia se ha visto arrastrada por un grupo de jóvenes. Niños en su mayoría, que antes de cada anochecer, dan lecciones de civismo. Niños que como voluntarios se han presentado para pagar el costo que acarrea el rescate de la libertad y el desalojo de la tiranía. Sin miedo y decididos. Dispuestos a ejercer la lucha que el momento histórico requiere, y que han forzado a toda una dirigencia a acceder a la única y última alternativa como estrategia para lograr la victoria.
No hay duda de que este movimiento terminará en el rescate de la libertad. Es la consecuencia innegable de una insurgencia cívica que se ha expresado en las calles. Y, mientras se mantenga flamante la llama de una generación despierta, pasen los meses o días que tengan que pasar, el rescate de la libertad será el resultado infalible. Esa es la esperanza, y por ello vale la pena seguir.