Son momentos difíciles, se entiende. Es fácil ceder a la desmoralización. Venezuela está atravesando, sin duda alguna, la coyuntura más importante de su historia contemporánea. Pero es también el momento de entender algo que nos permitirá seguir hasta lograr la victoria: estamos a punto de salir de la dictadura chavista.
La feroz represión, los muertos y el terror infundido suelen derrumbar el ánimo de toda una sociedad civil que se ha dispuesto la tarea de rescatar la libertad. Se genera la sensación de nerviosismo por la barbarie de la dictadura. Llega el derrotismo. Pero no es momento de eso.
Hoy estamos ganando y eso hay que entenderlo muy bien. Tenemos que comprender que somos los poderosos, porque el poder político real se disputa en las calles y pertenece a quien controla el espacio público. Hoy el poder nos pertenece.
La violencia, en cambio, es solo la estrategia de aquellos que empiezan a perder el poder. Es un mecanismo utilizado por la dictadura para mantener lo que ya han perdido. Pero es eso: ya lo perdieron (y la violencia, según la siempre oportuna Arendt, termina destruyendo el mismo poder).
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Entonces, estamos hoy viendo a una dictadura en su peor etapa. La violencia vivida en las calles este miércoles 3 de mayo no tiene precedentes. Presenciamos el lado más fascista y criminal de un régimen que agoniza. Un régimen que ha esgrimido la represión para tratar de enfrentar a toda una ciudadanía.
Debemos entender que quienes dan las órdenes hoy no tienen nada que perder. La permanencia en el poder para ellos es algo decisivo y esencial. Lo contrario sería la condena y la oscuridad —no es la misma historia para quienes ejecutan las órdenes.
Es completamente natural que erijan la brutalidad mientras más amenazados se sienten. El agravamiento de la represión solo demuestra que estamos avanzando.
Mientras más violenta, criminal y fascista se ponga la dictadura, más cerca habremos estado de lograr la victoria. La bestial muestra de represión y los crímenes son la evidencia de que nos encontramos en la etapa final de un moribundo proyecto.
Es hora de exponer a la dictadura, de molestarla y provocarla. La violencia los terminará condenando. Esta carece de legitimidad y, sin duda alguna, cada vez será más incómoda para aquellos que rodean al pequeño grupo de criminales y que, hasta ahora, siguen siendo cómplices de ellos. La violencia definitivamente derivará en el desmoronamiento del chavismo. Y esto ya lo hemos visto.
El carácter criminal del régimen ha prendido las alarmas del mundo. La represión y la barbarie ha forzado a Luisa Ortega Díaz a dar un paso a un lado, y al hijo del defensor del pueblo a hablar en contra de su padre. Y, por lo tanto, mientras crucen más líneas, mientras estén más dispuestos a seguir forzando límites; más desertores provocarán.
Por otra parte, hoy hay toda una sociedad dispuesta a forzar esos escenarios. Una sociedad que ha entendido que la libertad tiene un costo. Cada día salen a las calles 200.000 —o más— voluntarios, dispuestos a pagar el importe que acarrea el rescate de Venezuela. Ejemplo de heroicidad que subsistirá por siempre.
Esto jamás se había dado de esta manera. Es sumamente alentador ver a un todo un país enardecido. Mucho menos preocupante que la inquietante calma de los meses anteriores.
Por fin, después de tantos años, hemos llegado al proceso definitivo de desalojar a una dictadura. Este siempre fue, inminentemente, el proceso. Esto iba a llegar a pesar de las intensiones de dilatarlo. Hoy hemos llegado. Tenemos una nueva oportunidad.
Para aquellos que siempre entendimos que la única forma de lograr el rescate de la libertad era a través del ejercicio cívico de la protesta, lo que ocurre hoy no asombra. En cambio, es normal que los ingenuos, que por años jugaron al juego democrático con la dictadura, se hundan hoy en el desespero y en la desilusión. Esta siempre fue la realidad. Este fue el proceso que se buscó por años y que por fin ha llegado. Es momento de aprovecharlo.
Se ha presentado una oportunidad única y eso es, nuevamente, sumamente alentador. Pero, de no aprovecharse, podríamos estar sometidos a la opresión por años.
La dictadura también lo ha entendido. Buscarán consolidar la sumisión porque, esta vez, no cuidarán ningún espacio ni aspecto. Es evidente su carácter autoritario, por lo que ya no tienen nada que cuidar.
Es momento de ejercer la responsabilidad que la coyuntura impone. La gente lo ha entendido y ha entendido también el costo que ello supone. Pero no más. La libertad, aquel valor sagrado, es más importante.
Jamás toda una sociedad había resistido por tanto tiempo a la represión del Estado chavista. Todo cambió y seguirá cambiando. La ciudadanía entendió que hemos forzado el escenario hasta un punto de no retorno. Inició la transición.
Hoy todo está dispuesto para la victoria de aquella suma de ciudadanos que busca el rescate de una nación. La circunstancia nos ha impuesto una lucha de resistencia en la que al final prevalecerá aquel bando que disfruta de legitimidad y que busca rescatar valores sagrados. Solo hace falta que cada individuo asuma su responsabilidad y entienda que este es —por fin— el proceso transitorio que por años se ha esperado.
Estamos a punto de salir de la dictadura chavista, solo debemos seguir.