
Dicen con ingenuidad y firmeza —los mismos que hasta hace poco se les enredaba la lengua para llamar autoritarismo al autoritarismo— que una dictadura no puede ser legitimada.
Pero en nada colabora con esa empresa la participación en un proceso fraudulento sobre el cual Maduro, el dictador, se pueda alzar.
Entonces existe una preocupación auténtica. La tiene la sociedad venezolana, vigilante siempre, con respecto a los partidos de la presunta oposición y sus egocéntricas ambiciones. La misma preocupación la tiene la comunidad internacional, que ya ha sido bastante clara.
Y, ahora, el Nobel de literatura e imprescindible escritor, Mario Vargas Llosa, expresa semejante inquietud.
En su columna de este domingo 18 de febrero en el diario El País de España, Vargas Llosa escribe sobre cómo la consulta popular del pasado 4 de febrero en Ecuador significó una estruendosa derrota del proyecto político de Rafael Correa.
No obstante, el autor peruano agrega que fue también un fracaso del Socialismo del Siglo XXI, aquel proceso regional que inició Hugo Chávez y que pretende mantener llameante el dictador Maduro en Venezuela.
Vargas Llosa habla de la complicidad de Rafael Correa con el régimen chavista. Lo tilda de propagandista de la devastación de la democracia venezolana. Pero, con el resultado del referéndum del cuatro de febrero, en el que se rechazó la reelección indefinida, se “señala una tendencia muy positiva en toda América Latina a favor de la depuración y el fortalecimiento de las instituciones”.
Luego, el escritor se concentra en Venezuela y en las próximas elecciones presidenciales, que no serán sino un proceso fraudulento y peligroso con el que Maduro pretende brindar cierta legitimidad a una administración que lo ha perdido todo.
“La otra cara de la moneda es Venezuela, desde luego. Con el sorprendente apoyo del expresidente del Gobierno español, Rodríguez Zapatero, quien sin que se le caiga la cara de vergüenza acaba de exhortar a la oposición a Maduro a que concurra a la farsa electoral del próximo abril —es decir, a que se ponga en el cuello la soga con que será ahorcada—”
Por ello, Mario Vargas Llosa hace una petición a la oposición venezolana —o a lo que él llama “oposición”—: “Ojalá la heroica y maltratada oposición venezolana no se preste a darle una apariencia de legitimidad participando en ella [las elecciones]”.
“Para ganar esas elecciones le hará falta un escamoteo tan gigantesco de la voluntad popular”, dice el escritor; para luego agregar: “En las condiciones actuales no hay posibilidad alguna de que aquellos comicios sean genuinos, y la comunidad internacional debería anunciar desde ahora que desconocerán sus resultados”.
Por último, Mario Vargas Llosa propone al Gobierno de Lenín Moreno en Ecuador, que rectifique “el servir apoyo que el Gobierno de Correa prestó a la dictadura de Chávez y Maduro”, por lo que su país debería sumarse el Grupo de Lima “que desde hace algún tiempo viene movilizando a los países democráticos del mundo entero para que continúen aislando y presionando a Venezuela, a fin de que su Gobierno acepte unas elecciones verdaderas”.
Entre los miembros de la oposición oficial venezolana se viene generando un intenso debate sobre si participar o no en estos comicios —la otra oposición, la disidente, ya lo decidió hace tiempo—.
Hace unas semanas el secretario general de Acción Democrática, Henry Ramos Allup, anunció su decisión de ser candidato en los falsos comicios. También lo hizo el independiente Claudio Fermín y el líder de Avanzada Progresista, Henri Falcón.
No obstante, el de Acción Democrática ha puesto freno a su decisión y recientemente ha ventilado la posibilidad de no participar. Si eso se llegase a concretar, todos sabríamos el porqué de esa decisión. Sería nuevamente una victoria de la sociedad racional que siempre se mantuvo vigilante.