Diosdado Cabello, el número dos del chavismo, celebró con fuegos artificiales —sí, en serio lo hizo— la renuncia del presidente de Perú, Pedro Pablo Kuczynski.
Inmediatamente después de que se supo, Cabello escribió en Twitter: “Ya va. Si Pedro Pablo Kuczynski decidió renunciar, ante su incapacidad moral, me pregunto: ¿quién moverá la colita al jefe del imperialismo en Lima? Qué pena ese señor”.
Kuczynski desde que asumió el cargo en julio de 2016, fue un enemigo firme del régimen de Nicolás Maduro. Sus políticas de apertura hacia los venezolanos que emigran a Perú y su liderazgo vanguardista en hazañas como la del Grupo de Lima —o prohibir la entrada del dictador a su país—, lo convirtieron al mismo tiempo en un adversario directo de Miraflores.
Por ello Cabello y Maduro, en una demostración de torpeza y desconocimiento de la política peruana, lanzaron una descarga de costosos fuegos artificiales sobre una Caracas oscura y en la miseria.
“Quien se mete con Venezuela, se seca”, se convirtió en una consigna chavista este miércoles 21 de marzo. El dictador la esgrimió. También el número dos y todos sus aduladores.
Aplauden porque Pedro Pablo Kuczynski se derrumbó debido a la polémica por corrupción relacionada a la infecta empresa brasileña Odebrecht. Gigantesco caso de corrupción que ha bajado del pedestal a grandes personalidades de la región. Trama en la que de forma paradójica aún no ha caído uno de los más enlodados: Nicolás Maduro.
El triunfo de las instituciones
Cuando fue ministro bajo la administración de Alejandro Toledo, Pedro Pablo Kuczynski recibió de Odebrecht cuatro facturas por USD $62.480,62; a cambio de que brindara favores a la constructora. También, su firma, Westfield Capital cobró USD $782 mil por 7 consultorías entre 2004 y 2007.
Fuera de cargos públicos, el político y empresario peruano continuó recibiendo dinero de Odebrecht. Facturas que terminaron en sus empresas de Estados Unidos, Westfield Capital y First Capital. De acuerdo con la constructora brasileña, en un período de 10 años las dos empresas de Kuczynski cobraron facturas por USD $4.826.148.
Por todo ese escándalo; sobre el que Pedro Pablo Kuczynski ha mentido —y lo continúa haciendo—, ayer, 21 de marzo, renunció. La presión era inmensa. El expresidente maniobró la crisis con torpeza. Mintió incluso sobre los trabajos de consultoría a la polémica constructora brasileña. Y, además, se reveló que intentó comprar las conciencias de congresistas para que lo respaldaran en la eventual votación por su vacancia.
La renuncia de Kuczynski es lamentable. Se alzó en medio de una tensa contienda electoral contra la impresentable Keiko Fujimori. Su victoria fue un respiro para la región, Perú y los venezolanos. Con él se erigió el sueño tecnocrático de una sociedad impulsada por la meritocracia. Un delirio que fue mermando y que terminó de la forma más decepcionante.
No obstante, hasta el final Pedro Pablo Kuczynski demostró que es un hombre de Estado. Prefirió renunciar para mantener en resguardo algún vestigio de dignidad; y, de esa manera, puso al país y sus instituciones por delante.
«Instituciones»: si algo hay que celebrar en esta nueva exploración de la falta de estabilidad política, es el papel de las instituciones en un país como Perú. Ayer ganaron. Es, en medio del desmoronamiento de una administración prometedora y aliada de la democracia en la región, el pequeño triunfo.
Una nación con instituciones sólidas forzó a Pedro Pablo Kuczynski a tomar la decisión más sensata. Asimismo, funcionan como aplanadora eficiente para permitir una transición sin daños colaterales.
La renuncia de Pedro Pablo Kuczynski se vuelve quimera para un vecino que anhela al menos un vestigio de la institucionalidad que impera en Perú. En Venezuela, suponer que Nicolás Maduro sería capaz de tomar una decisión similar, no es más que un delirio irracional.
En Perú actuaron las instituciones mientras una sociedad entera se mantuvo expectante; dispuesta sin duda a aceptar lo que el panorama dicte. Por muy lamentable que sea, el Congreso pertenece a Keiko —fruto de la democracia y las instituciones—. Los ciudadanos confían y reaccionan. En Venezuela, en cambio, son los ciudadanos los que deben forzar el curso. Pero ni siquiera así, dando sus vidas en las calles, algo cambia.
Cuando en un país las instituciones están todas subordinadas al Ejecutivo; ya no se puede hablar de «instituciones». Son parte de un sistema que desde hace meses —con la imposición de la Asamblea Nacional Constituyente— se ha develado totalitario.
Pedro Pablo Kuczynski renunció porque en Perú hay instituciones. En Venezuela, el dictador que jamás debió llegar al poder, no toma la misma decisión porque estas no existen.
Pretender justicia te somete al exilio
La legítima fiscal general de Venezuela, Luisa Ortega Díaz, en sus últimos días en Venezuela empezó a ventilar que ella poseía información que implicaba a Nicolás Maduro con la trama de Odebrecht.
Dijo que había estado trabajando en el caso. Reuniendo documentos y que todos estaban en su oficina en el Ministerio Pública. Su intención era solicitar un antejuicio de mérito en contra del dictador por su relación a una de las tramas de corrupción más importante de Latinoamérica.
A diferencia de Perú: cuando el fiscal general tiene intenciones de investigar al presidente, es Pedro Pablo Kuczynski quien deja su cargo; en Venezuela, si es la fiscal quien intenta investigar al dictador, debe montarse en una lancha hacia Aruba.
Pero desde el exilio, la fiscal sigue empecinada en que la trama de Odebrecht también degüelle a quien es uno de los más empañados.
Y sus esfuerzos parecen generarle conquistas. Según publicó recientemente el periodista Alberto Rodríguez, el régimen de Nicolás Maduro anda inquieto por las movidas de Luisa Ortega Díaz y su intención de insistir en Odebrecht y su relación con el chavismo.
“Las últimas acciones de la fiscal Luisa Ortega Díaz tendría al Gobierno muy preocupado, por lo que estarían buscando la forma de incriminarla en casos de drogas para intentar frenar sus acciones y credibilidad ante organismos internacionales”, informó el periodista en su cuenta de Twitter.
Odebrecht en Venezuela: una cara más desagradable de la corrupción en la región
“Perú fue una parte relativamente pequeña del escándalo de corrupción de la constructora brasileña, que pagó más de USD $800 millones en sobornos a altos funcionarios de once países. Según documentos del Departamento de Justicia de EE. UU., Odebrecht pagó por lo menos $349 millones en sobornos en Brasil, $98 millones en Venezuela, $92 millones en República Dominicana, $35 millones en Argentina, $34 millones en Ecuador, $29 millones en Perú, $11 millones en Colombia y $10,5 millones en México”, escribe en una columna el reconocido periodista argentino Andrés Oppenheimer.
“Pero mientras Kuczynski cayó, al dictador venezolano Nicolás Maduro no le ha pasado nada. Hasta ahora, solo Brasil y Perú han investigado el caso a fondo. Colombia, Argentina y Ecuador recién están empezando a hacerlo ahora, mientras que México y la República Dominicana han escarbado muy poco, y Venezuela no ha hecho nada”, continúa Oppenheimer.
Como señala Andrés Oppenheimer, luego de Brasil, Venezuela es el país en el que la constructora ha metido más sus tentáculos.
Según se lee en un reportaje publicado en la revista Clímax, desde 1998 —año en que ganó Hugo Chávez— hasta el presente, la empresa brasileña ha recibido acuerdos para la construcción de al menos 32 obras públicas “de envergadura en todo el país”.
“Según la Asamblea Nacional, la firma brasileña obtuvo contratos en los últimos 16 años por unos USD $40 mil millones. Venezuela es el segundo país, después de Brasil, donde Odebrecht admitió haber pagado la suma más alta de sobornos”.
De las obras de Odebrehct en Venezuela, financiadas por el Estado, al menos 12 están inconclusas. Son construcciones ambiciosas que terminaron degradando el entorno en que se pretendían erigir. Hoy son solo andamios y vigas.
Entre los mamotretos por elevar están el proyecto de remodelar y reconstruir el Aeropuerto Internacional de Maiquetía; también el Puente Cacique Nigale que iba a ser el segundo sobre el Lago de Maracaibo; el Sistema Vial III Puente sobre el río Orinoco; la Central Hidroeléctrica Manuel Piar; la Línea 5 del Metro de Caracas; el Sistema de Transporte Masivo Caracas-Guarenas-Guatire; y el Cabletren de Caracas.
La mayoría de las obras ni siquiera han podido avanzar más del 50 %. Muchas iniciaron hace más de diez años y hoy están completamente paralizadas. Y, según la fiscal general Luisa Ortega Díaz, “Venezuela pagó a Odebrecht UDS $30.000 millones” por las obras inconclusas.
En lo tocante a Nicolás Maduro, su nombre en la trama de Odebrecht sonó por primera vez mayo de 2017. En ese momento la publicista brasileña Mónica Maura confesó ante el Tribunal Federal de Brasil que ella y su esposo, João Santana, acordaron con el dictador, cuando era canciller, el pago de USD $35 millones por el marketing de la campaña del expresidente Hugo Chávez en 2012.
El pago, de acuerdo con Maura, se hizo en efectivo. La dictadura puso $23 millones. El resto los agregó Odebrecht y la otra constructora brasileña, Andrade Gutierrez.
Unos meses más tarde, en octubre, se difundió una declaración decisiva en contra del dictador. Fue una estocada que en un país con instituciones, como Perú, hubiera aniquilado la vida política del presidente.
El presidente de la constructora brasileña Odebrecht en Venezuela, Euzeando Prazeres de Acevedo, admitió haber otorgado USD $ 50 millones a la campaña de Nicolás Maduro.
“Inmediatamente fui buscando por un representante del Sr. Nicolás Maduro, un señor llamado Américo Mata, un venezolano el cual yo conocía hace años. Fue el presidente del Instituto de Desarrollo Rural Venezolano (INDER)”, confiesa Acevedo en el audiovisual.
“Yo ya conocía que él circulaba en el Gobierno y cuando el presidente Chávez estaba enfermo, el vicepresidente iba a visitar nuestras obras. Él siempre acompañado del señor Américo Mata. Entonces este señor Américo Mata me buscó y acordó un encuentro conmigo. Nos reunimos varias veces en una delicateces venezolana y un día él me pidió una contribución. Él sabía de nuestro negocio y del tamaño de nuestras operaciones”, continuó el brasileño, quien hizo las declaraciones a la Procuraduría General de Brasil.
El empresario insiste: “Y me pidió la contribución, la ayuda para la campaña del presidente Maduro (…) Él pidió una suma grande para la época. Nosotros teníamos una operación muy grande en Venezuela. Yo acordé y acepté en pagarle a él USD $50 millones durante la campaña”.
Declaración del presidente de Odebrecht-Venezuela, Euzenando Acevedo, sobre pagos a @NicolasMaduro Video completo en https://t.co/s6O8FfWbZ3 pic.twitter.com/K0s9a2r5PU
— Luisa Ortega Díaz (@lortegadiaz) October 12, 2017
Por supuesto: la contribución no fue declarada. Un verdadero escándalo. Ello, aunado a las construcciones de Odebrecht —que ni siquiera se terminaron— constituyen el segundo caso de sobornos y coimas más importante de la región, después de Brasil. En total, como escribe Oppenheimer citando al Departamento de Justicia de Estados Unidos, Odebrecht pagó, al menos, USD $92 millones en Venezuela.
Odebrecht: una daga que pende sobre la garganta del chavismo
Como se mencionó, las acciones de la fiscal general Luisa Ortega Díaz mantienen inquieto a Nicolás Maduro. El nerviosismo invade Miraflores, según han revelado algunos periodistas.
La hoja de ruta de la legítima fiscal parece ser la siguiente: solicitar al legítimo Tribunal Supremo de Justicia en el exilio el antejuicio de mérito contra Maduro; por su vínculo a la enorme trama de corrupción. Esto podría terminar sucediendo en que se ordene la destitución de Nicolás Maduro. Como no acatará, la fiscal solicitaría la orden de captura internacional contra Nicolás Maduro.
En ese caso, “la comunidad internacional, y en particular INTERPOL, tendría que acatar el pedido de captura internacional, que actualmente se encuentra en manos de los magistrados que operan en el exilio”, como se lee en El Nuevo Herald.
#ENVIVO Solicito ante magistrados del @TSJ_Legitimo la captura internacional de Nicolás Maduro por caso #Odebrecht … https://t.co/7Z21KjsCEg
— Luisa Ortega Díaz (@lortegadiaz) February 19, 2018
Con la caída de Humala, Toledo, Lula, Dilma, Martinelli y Pedro Pablo Kuczynski, Venezuela sigue líder en impunidad en la región con el caso Odebrecht. Como escribe Andrés Oppenheimer, “la renuncia del presidente peruano originada en el escándalo de corrupción de Odebrecht, puede ser celebrada como un signo de fortaleza de las instituciones de Perú, pero es una gran ironía que otros gobiernos latinoamericanos que estuvieron más metidos que Perú en el mismo caso —como el de Venezuela— los responsables no estén sufriendo ninguna consecuencia”.
Puede que antes de concluir la más grande trama de corrupción de la región, Odebrecht termine llevándose consigo al dictador Nicolás Maduro. Sin duda la constructora brasileña pende como una daga sobre la garganta del chavismo. Es un debate que es urgente que se dé en Venezuela.