Hace unos días escribí que el dictador venezolano, Nicolás Maduro, necesita del amparo de un país mayor para enfrentar a Estados Unidos. Sus últimos arrebatos, casi irracionales y bastante torpes, exponen a una cúpula que, en contra de toda prudencia, parece preferir morir en nombre de los altares de la Revolución que entregar el poder y aceptar las concesiones que ofrece Estados Unidos y el Gobierno legítimo de Juan Guaidó.
El director del PanAm Post, Luis Henrique Ball, me comentaba una analogía muy pedagógica hace unos momentos: “Los venezolanos son una familia secuestrada en su casa por unos delincuentes. Afuera ya llegó la policía. Todos saben que el secuestro terminó. La incógnita es si la familia sale ilesa con la casa intacta o se salvan solo algunos o se salvan pero la casa termina incendiada, llena de balas y destruida”.
Maduro, el delincuente mayor, tiene ante sí dos escenarios: se entrega y evita una tragedia o decide confrontar a la policía, especializada e implacable, en un encontronazo que jamás podrá ganar. Hay una tercera opción que, luego de tomar en cuenta los últimos gestos de la dictadura, parece la deseable por Nicolás Maduro: una segunda banda criminal, con gran poder de fuego, interviene y se vincula en un conflicto, que tampoco podrá ganar, pero que brinda más tiempo a los secuestradores.
Esa última opción, afortunadamente, no es factible.
El pasado 28 de enero el PanAm Post publicó una información exclusiva, proveniente de fuentes relacionadas a la embajada de Rusia en Caracas, sobre la decisión del Gobierno de Vladimir Putin de apartarse del régimen chavista —e, incluso, acercarse a la legítima administración de Guaidó—.
“Rusia se desmarca de este juego. No va a apoyar a Maduro más de lo que ya lo ha apoyado”, dijo la fuente a este diario.
Ese mismo día se supo que Estados Unidos había decidido, de forma sorpresiva, levantar las sanciones contra tres empresas rusas controladas por un millonario vinculado estrechamente al Kremlin.
A la mañana siguiente, del 29 de enero, el periodista Anatoly Kurmanaev informó desde su cuenta de Twitter: “Lukoil, uno de los principales proveedores rusos de productos petroleros de PDVSA, congeló su contrato con Venezuela hoy. Moscow Corp. no está preparada para arriesgarse con la prohibición que el sistema financiero estadounidense ha impuesto a Maduro”.
Se trata de una retirada más explícita que sobreentendida. Es claro. Los rusos no acompañarán al régimen de Nicolás Maduro en su disputa contra la mayor nación del mundo. Hace meses me lo dijo el diplomático Diego Arria: “Ni China ni Rusia intervendrán por Venezuela”. Se trata de una potencia menor, con una economía decadente, incapaz de confrontar a Estados Unidos
Y, ante el abandono de la otra gran potencia, China —que en un comunicado de su Ministerio de Exteriores aclaró que el país asiático prefiere “mantenerse al margen de la crisis política en Venezuela”—, Maduro queda completamente solo contra Donald Trump.
La última nota que confirma la desolación en la que Vladimir Putin deja a Maduro, la publicó el prestigioso medio estadounidense Bloomberg. En un artículo publicado este miércoles 6 de febrero, se lee: “Luego de prometer el apoyo total al régimen asediado del presidente venezolano Nicolás Maduro, Rusia está empezando a mostrar signos de duda sobre su capacidad para sobrevivir a un desafío de la oposición”.
“Si bien Moscú no ha renunciado a su respaldo público de Maduro, reconoce cada vez más que el desastroso estado de la economía venezolana está agotando inexorablemente lo que queda de su apoyo público, dijeron dos personas cercanas al Kremlin”.
Según se lee en Bloomberg, el régimen de Vladimir Putin está al tanto de la renuencia de gran parte de las fuerzas militares venezolanas para reprimir a los ciudadanos. Por ello la capacidad para suprimir esta nueva ofensiva por parte de Juan Guaidó y las grandes potencias Occidentales es muy limitada.
“Moscú es muy consciente de las pocas opciones que tiene para rescatar a un cliente que se encuentra en una situación financiera muy difícil (…) está muy lejos la idea de que Rusia pueda desplegar una fuerza militar significativa para apuntalarlo”.
En concreto, los secuestradores están solos. Las opciones son dos aunque los criminales sueñen con una tercera en la que, como un Deus ex machina, otra banda de delincuentes, más poderosa, los salve. No ocurrirá. Mientras tanto, la retirada de Putin del campo de batalla deja solo a Maduro contra Donald Trump.